Alexis entró al sensitivizador dispuesto a experimentar una muerte por asfixia. Ya había muerto de muchas otras formas, pero nunca hasta ahora se había animado a aquella. A veces probaba permanecer un tiempo sin respirar y por mucho que se esforzara llegaba un punto en el que le parecía inconcebible seguir un segundo más sin llevarle aire a sus pulmones.

¿Cómo sería franquear ese límite? Ese día se había decidido a experimentarlo con la ayuda de su Sensitivator 12D, esa tremenda máquina de realidad virtual que se adueñaba por completo del sistema nervioso del usuario.

—Muerte por asfixia —ordenó Alexis.
—Elija una de las siguientes opciones: Asfixia por sumersión, asfixia por atragantamiento o asfixia por estrangulación.
—Asfixia por sumersión —dijo Alexis después de pensarlo un poco.

Tras un chequeo general sobre las funciones vitales de Alexis, Sensitivator comenzó a operar. De inmediato el recinto se llenó de agua. Lo invadió el terror. Nadó tratando de salir a una superficie que sabía que no había.

Retuvo el aire cuanto pudo. Sentía una opresión intolerable que iba desde el pecho hasta la sien. Sus oídos zumbaban. Desesperado abrió la boca para respirar. Entonces el agua inundó sus vías respiratorias, desgarrándolo por dentro. Tosía, pero con cada estertor respiraba más agua. Su cuerpo entero colapsaba en el esfuerzo por llevar aire a sus pulmones.

Entonces, cuando ya creía que ese tormento sería eterno, le sobrevino una extraordinaria calma. No respiraba, pero no lo requería. Antes de perder por completo su lucidez, supo que por fin había muerto.

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