Buenas noches para todos. Pido disculpas a ustedes por el retraso en poner mi comentario, pero un viaje imprevisto y porque desde ayer no tenemos servicio de internet en el pueblo donde vivo, no me lo habían permitido. Mientras se resuelve el inconveniente técnico (un cable de fibra óptica está roto), cargo este comentario desde un precario teléfono para no perder el hilo de intervenciones en este taller. Gracias a @henrycalu por compartir su texto con quienes leemos y comentamos.

Había leído el cuento y me abstuve de hacer un comentario apresurado, de modo que he tenido un tiempo considerable para pensar algunas cosas que quiero compartir con ustedes. Al tener un texto como este, debemos recordar que todo escrito es forma y contenido. A la forma corresponde el aspecto superficial, la manera en que está escrito, las palabras que se han usado, la estructura en párrafos, la progresión de las ideas, entre otros. Al contenido corresponde el asunto que se está tratando, el aspecto temático. Existe, o debería existir una estrecha relación entre forma y contenido; una amalgama perfecta que contribuya con la comprensión del texto.

Cuando nos enfrentamos a la lectura de «La visita del pérfido Juan» vemos que ambos planos están afectados por serias fallas que no permiten esta amalgama, este fuicionamiento. Por eso considero que los aspectos formales, de escritura, de puntuación, de construcción de párrafos, de la verosimilitud de los personajes, no son insignificantes, sino que afectan directamente el universo significativo que se trata de representar en el cuento. Y esto creo que es un aspecto al que se le podría sacar mayor provecho, podría potenciar la fuerza del relato.

No se trata solo de que el cuento no use figuras literarias, y que por ello deja de ser literario. En este sentido, se pueden distinguir dos tendencias dentro de la literatura: una que apuesta por un barroquismo del lenguaje, cargado de figuras retóricas y de imágenes literarias, y otro que apunta en una dirección contraria, despojando el lenguaje de toda artificiosidad, hasta dejarlo en su estado más depurado (y que nosotros podríamos identificar con un uso contidiano, corriente, de la palabra). Si esta última es la tendencia hacia la cual apunta el cuento, todavía falta seguir trabajándola. Esto tendría sentido por el asunto que se cuenta en la historia, una escena cruda y unas acciones cruentas de parte de un personaje desalmado. Insisto: faltaría trabajo de orfebrería, de detalle, que nos permita penetrar más planamente en ese universo ficcional que apenas parece esbozado. También apenas ebozado es el perfil psicológico de los personajes, en especial el de Juan, pienso que hay que tratar de hacer caracterizaciones que permitan a los lectores (re)construir esa imagen de lo que ellos son: cuando el narrador hace decir al personaje «Soy malo»o «Soy muy malo», mata la imaginación del lector, y con esto tampoco dice mucho acerca de él.

Otro aspecto en el que quiero insistir es en el hecho de que la literatura es, sobre todo, una manera de decir. No basta con tener una buena historia o un buen tema; hay que saber cómo contarla. Esta es la razón por la cual los motivos literarios son renovados constantemente, por el modo en que se nos presentan, lo que se actualiza y redimensiona en un modo de decir. Por esta razón, no basta con tener una buena anécdota, que probablemente @henrycalu ya tiene (tal como ha señalado @decomoescribir), sino que debemos encaminarnos por descubrir un modo particular y único en que esa historia debe ser contada a nuestros lectores.

Habida ya la intención de contar que identifica @antoaristi, creo que es necesario comenzar a dotarse de los mecanismos y estrategias que permiten que un cuento se considere un arte; es proceso lento y progresivo, en el que hay que estar dispuestos a desarrollar un trabajo arduo y esmerado. Mi invitación es a que no desmayes y sigas adelante; después de todo, @henrycalu, ya has dado el primer paso. Saludos y espero no haberlos aburrido demasiado.

PD: @decomoescribir: quizá valdría la pena pensar, para talleres futuros, que conozcamos algunos datos mínimos de los autores de los textos, como la edad, o si tienen o no cierta experiencia de escritura. Lo mismo de quienes comentan; más allá de conocer sus currículos o de saber quiénes tienen experiencia como críticos, eso nos permitiría contextualizar nuestro propio desempeño y, quizá, a futuro, diversificar el trabajo. Abrazos.