Relato | Cuenta bien antes de pactar

rdsmas (58)in #spanish • 6 years ago (edited)

En ese momento me dio igual.

Ofrecer la mitad de mi alma para salvar la vida de mi mejor amigo ¿Por qué no? ¿Qué podía perder? Sólo quería que mi amigo no muriese. No tenía idea de ¿Qué tenía? ¿Dónde lo tenían? Ni la esperanza de volverlo a ver, Aun así creí que era el deber por la amistad existente, ofrecer a Dios un acuerdo para que él viviese.

Tenía 25 años en ese entonces -debí haber pensado antes de pactar a solas en mi habitación- han pasado 10 años del acuerdo que ofrecí, semanas más tarde de haberlo hecho, encontré a mi amigo; el rumor de su enfermedad mortal era sólo una excusa para faltar a la universidad y unirse a un programa de entrenamiento internacional en la ciudad de Mérida.

No presté atención tampoco esa ocasión, sentí la alegría de quien reencuentra un hermano desaparecido. Terminamos la universidad unos meses luego. Iniciamos nuevos proyectos, junto a un par de buenos amigos más. Leonardo era mayor que yo, unos 15 o 20 años –Desde que tengo uso de razón mis amigos fueron mayores- Logramos obtener en los seis meses siguientes, un ascenso meteórico, imparable y un día inesperado ocurrió.

La muerte no es buena fingiendo, con el mayor descaro arrancó a Leonardo de mi lado, No puedo siquiera saber cómo fue el incidente, estuve inconsciente largo rato, pero perdí en el vuelco de esa camioneta, mis dos mejores amigos y la integridad de 6 huesos.

Pasó el tiempo, nunca olvidé, pero los dioses tampoco olvidan.

Me casé, tuve un hijo simultáneamente a la muerte de Leonardo, Pasé 10 maravillosos años de casado, Seguí en un ascenso inusitado para un joven de mi corta edad y esa tarde algo en el viento me hizo recordar las palabras exactas que pronuncié esa tarde, “Dios, te cambió la mitad de mi alma por la vida de él”.

Si la vida promedio son 70 años. Yo, había llegado a 35 –La mitad de mi vida.

De repente, estaba bajo el inmenso árbol de mango y pude ver en el remolinear de las ramas, como la eternidad me llamaba, sin tiempo para remordimientos, ni perdones, vi a mi hijo jugar con sus primos, abracé a mi pareja sabiendo que sería la última vez.

-¿Tienes fiebre? preguntó.

-¿Por qué lo dices? –Esquivé con esa pregunta y oculté en un rostro de palo la calma desahuciada.

-Me abrazaste como una despedida –Dijo.

Corté la sentencia que seguía y sólo logré completar un “quiero bañarme”. No dijo nada, simplemente caminó en silencio a mi lado, me bañé en el patio bajo el árbol de mango, mi compañía estaba cerca mirando la luna cuartear. En silencio, me sequé el cuerpo y la tristeza- tomé su mano, y miré el cielo detenido, "hay luz hasta en la oscuridad" -pensé.

Conté los pasos hasta la alcoba, me vestí despacio, no había porque correr. En el borde de la cama, miré a un costado y entregué un último “Te amo”, después tomé a mi hijo, le abracé con todas mis fuerzas, besando su frente salobre de sudor,

-Se Bueno, sólo eso importa –le dije.

Miré mis pies mientras los subía a la cama, de forma instintiva posé mis manos sobre mi pecho, cerré los ojos, convencido que esa era la hora pactada y unos minutos después, ya envuelto en el velo de los sueños oí la voz de Leonardo, que me decía tan fuerte y claro, como la luz que me cegaba: