Relatos de un indio cazador que murió con el temor de haber visto y vivido una experiencia espeluznante.

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Esta historia me la relató mi padre, cuando apenas tenía 10 años, este suceso ocurrió en las tierras de mi bisabuelo Antonio hace más de 70 años. Unos de los encargados de cuidar las tierras, sería algo así como un criado, era un indio que el nombre lo desconozco. Con él se podía contar para hacer todas las labores del campo, tanto buscar el agua, las leñas para el fogón, así como las labores cotidianas de pastorear todo el ganado. Cuando estaba libre de las tareas le gustaba internarse al monte a ver si conseguía morrocoy, lapa, conejo, venado o cualquier animal que fuera comestible para su casa.
Ya estaba muy acostumbrado a realizar este recorrido porque le resultaba efectivo y siempre llegaba con carne de cacería, nadie se explicaba cómo podía cazar tan seguido y hasta muchos peones comentaban que debe ser un ritual que se sabía. Y claro está, como dice el refrán “la avaricia rompe el saco”. Para los días cercanos a miércoles santos, igual agarro su carabina y se dispuso a ensillar su caballo e internarse nuevamente al monte, esta vez se fue más tarde de lo acostumbrado, serían como las 6 de la tarde, ya el sol estaba ocultándose entre los árboles. Todos lo vieron con cierto recelo y entre murmullos dijeron porque va a cazar en estos días santos. Pero no le advirtieron nada pensando que se iba a arrepentir a mitad del camino.

Llego la noche y con ella la oscuridad más fría que de costumbre, seguían pasando las horas hasta que amaneció y aún el indio no daba señales, así paso todo el día y la gente preguntándose porque no habría llegado esa noche, comentó uno de los peones “sería que está siguiendo un rastro de un venado” pero hubo un silencio de preocupación. Entre las tareas y las conversaciones llegó nuevamente la noche. Como a las 7 de la noche llegó mi bisabuelo Antonio y lo primero que preguntó al bajarse del Jeep fue: “Y donde está El indio, que no salió a recibirme como siempre”, todos en el lugar se veían las caras o por lo menos intentaban en medio de la claridad que daban las lámparas queroseno y hubo un pequeño silencio tratando de ocultar la preocupación, hasta que por fin dijeron “el indio salió al monte desde ayer y no ha venido”. Como era costumbre del indio internarse a las montañas y pasar tres días con un escaso bastimento, mi bisabuelo dijo: “Esta bien, ojalá logre traer algo, aunque él sabe que estos días es malo salir a cazar, si no llega mañana lo salen a buscar con los perros”. Tal cual paso, llego el nuevo día y al ver que no aparecía lo fueron a buscar con los perros entre las extensas e intricadas montañas. Tan grande extensión de terreno no sería fácil conseguirlo, sería como buscar una aguja entre un pajal. Les llevo más de 6 horas rastrear por todas partes hasta que un perro olfateo un rastro y lo siguió poco a poco hasta llegar a una enmarañada plantación de mayas o guámara y allí estaba el indio tembloroso, con las manos tapándose los ojos y como rezando, le llamaron los compañeros y no reaccionaba, como pudieron lo cargaron a la casa y pidió estar en cuarto oscuro donde no le llegará reflejo de ninguna luz. Así pasaron los días hasta que mi bisabuelo entró al cuarto y le pregunto por qué estaba así. Fue allí cuando el indio al reconocerle la voz, se dispuso a contarle todo porque aún estaba asustado.

Lo que cuenta el indio no creo que hasta la persona más valiente lo pueda soportar si algún día le ocurriera y sin más preámbulo les traigo el relato que me contó mi padre: “Pasada la media noche el indio divisó que algún animal se movía entre los matorrales y se dispuso a seguirlo, cuando llegó a la orilla del río apareció una señora que lo agarró por el brazo y le rogó por favor le bautizara a su hijo, en su relato el describe una población tan iluminada como si fuera de día. El sin poder reaccionar que esto podría ser una aparición maligna, porque no comprendía aún lo que ocurría. Le dijo a la señora que no podía y entre el forcejeo logra destapar el supuesto bebe, y sobre exaltado quedo al ver que este niño estaba introducido en un recipiente de vidrio. Fue tanto el miedo que esto le produjo que de un manotazo tumbó el frasco y allí fue cuando la situación se tornó más espeluznante, ya que la señora se transformó en una figura horrible y le gritaba que había matado a su hijo, que él tenía que pagar con su vida, mientras todo el lugar se oscurecía, se escuchaban ruidos, gritos y lamentos de todos los espíritus del lugar. El pobre Indio salió corriendo tapándose los ojos para no ver a semejante figura maligna y en un mayal consiguió refugio, allí se colocó en cuclillas y se dispuso a rezar para que esos espantos no se lo llevaran”. Allí paso el tiempo hasta que amaneció, pero fue tanto el miedo que este espanto le infundió que cuando intentó abrir los ojos lo que veía era la figura de la señora, no podía caminar así que decidió quedarse allí a ver si con sus propios rezos podía salir bien librado de eso, estaba tan dedicado a no dejarse llevar por los espantos que perdió la noción del tiempo y pasado los días fue cuando los compañeros lo consiguieron y lo llevaron de vuelta a la casa de mi bisabuelo Antonio.
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Este relato fue una historia cierta que ocurrió en el fundo los Novillos, el pobre Indio perdió la vista y a los pocos días murió despues de relatar su historia a mi Bisabuelo Antonio Rodríguez. Algunas partes del relato se le hicieron modificaciones literarias para el entretenimiento del lector.

Me despido muy agradecido por su atención y esperando que sea de su agrado. Hasta una próxima entrega.

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