Jodidamente especial... - Carta

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Querida amiga:

Marcharás, me lo has hecho saber esta noche. Las circunstancias te obligan y ya no hay nada que pueda hacerse para revertirlo. La sentencia fue dictada, sin compasión alguna y con crueldad, nuestros caminos divergen. Morirán detrás de ti cada uno de ellos, asfixiados por la esperanza, en manos de la credulidad, aferrados a la idea de que podrán apaciguar tu dolor con sus palabras.

Dejarás una sensación de vacío con un dolor punzante en el pecho de aquellos que llegaron a conocerte. Nadie llorará…, no estamos para eso…, lo sabes; empero, tallado estará tu nombre sobre cada corazón de piedra frente al cual, tuviste la osadía de detenerte a practicar la escarificación, saliendo impoluta. Como una niña que juega con un bisturí dejando tras de sí laceraciones, con una inocencia que solo te hace quererla mientras mueres desangrado.

Te instalaste en este lugar privado. Caminaste por los pasillos oscuros hasta llegar a la habitación donde ningún rayo de luz penetra, en un rincón estaba yo, consternado. Me observaste sin prejuicios y te sentaste a mi lado para enseñarme los monstruos que en ti habitan. No sentí miedo al verlos porque tú sonreías como si nada pasara, pero en el fondo ambos éramos conscientes del impacto que tendría el habernos hecho compañía. Tus demonios bailaban ebrios por la locura que de mi emanaba, ambos reíamos con un aire de complicidad. Por aquel entonces éramos dos extraños, alejados de la contaminación lumínica, bajo la mirada del cielo nocturno. Te mostré cada una mis llagas y tú hurgaste entre ellas sin asquearte. Luego, me mostraste cada cicatriz que aún no sanaba y yo solo me empeñe en asegurarme que tu cuerpo tuviera una causada por mí, muchas en realidad. Y así nos fuimos acercando.

Algunos se olvidaran de ti con el pasar del tiempo, es probable. Otros arrastrarán tu recuerdo a cualquier parte donde vayan, se sentarán en los bancos de algún parque y pronunciarán tu nombre tratando evocarte. Y por las noches, en las madrugadas donde el insomnio y el silencio mantienen a las almas nocturnas en vigilia; tiritarán del frío por una fiebre que los hará sentir débiles y a punto de romperse, presos de un malestar incurable, el mismo que se contrae al estar cerca de tu persona.

Existen seres supremos, dice el creyente. Seres omnipotentes que desafían cualquiera de las leyes habidas y por haber. Seres con el poder suficiente de tomar el mundo entre sus manos y hacer de él un maldito infierno. Seres capaces de ver al alma asomarse a través del iris. Seres con una similitud a tu persona, capaz de ocasionar la implosión de este mundo en decadencia, solo por la noticia que me has dado.

Marcharás, y el significado de esa palabra abarca cada rincón de mi mente, dejándome mudo y sin saber qué decirte. Posees una habilidad aterradora, querida amiga. Logras acceder a espacios donde mi alma fragmentada sufre. Logras quedarte en ellos dejando fragmentos de la tuya, para que el dolor sea más llevadero.

La nostalgia será parte de ti tras tu partida, vivirá conmigo en esta habitación y estará al lado de todo aquel que se haya topado con tu existencia en medio de su solipsismo. Oh, melancolía, me abrazas y yo no quiero soltarte, no quiero alejarme de ti, no quiero dejar de sentirme invadido por la tristeza y estas ganas de desaparecer.

Hoy quiero gritarle al mundo que he conocido a una chica con una personalidad inigualable, con el potencial suficiente para estremecer los cimientos de cualquier bastión, con unas cualidades ajenas a lo común…, aledañas a lo irreal…, y a lo sustancioso. Qué increíble puede llegar a ser conocer cada uno de tus pensamientos, realmente.

Hoy tengo un maldito dolor en mi pecho y ganas de perderme en la bebida, no lo niego. Sin embargo, contigo aprendí a lidiar con todo esto y a aceptar las cosas como son, a no apartar la vista, confrontar cada problema. De esta manera pretendo acallarlo, escupirlo sobre un papel y hacerte saber que marchas; pero una parte de ti se queda aquí conmigo.

En la brevedad de esta carta, querida amiga. Quería hacerte saber que la ambivalencia de lo que siento me atormenta. Empero, te deseo lo mejor cuando emprendas tu viaje. Qué sepas que al volver, estaré esperando para saber de ti. Y que si no lo haces, recorreré a pie cada rincón del mundo, tocando puertas de casa en casa hasta encontrarte. Cuando lo haga, te invitaré a ver el cielo nocturno y a tomar un café, quizás así, deje de sentirme tan patéticamente mal.

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^{La imagen principal pertenece a Aaron Burden, y la última a Gabriele Motter,
ambos, fotógrafos de Unsplash.com.}