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Me encontraba camino a casa cuando escuché aquel pequeño ladrido detrás de mí, me di la vuelta y allí fue cuando lo vi por primera vez, un amor a primera vista. Él me escogió y yo lo escogí a él y Braco fue el nombre que yo le di.

Al principio no fue nada fácil poder educarlo, pero poco a poco nos fuimos adaptando el uno al otro, todos en casa lo adoraban, bueno casi siempre cuando no mordisquiaba los zapatos de papá o le rompía las plantas de mamá.

Compartiamos mi cama y mis medias también, Braco amaba jugar con ellas y solía esconderlas por toda la casa, nos encantaba ir al parque y jugar con su pelota favorita, aunque creo que lo que más amaba era corretear a las pequeñas aves, dábamos largas caminatas y luego regresabamos a casa a descansar.

Entre aventuras y hermoso recuerdos fueron pasando nuestro años. Un día cuando regresé a casa no corrió como siempre a recibirme, no me preocupe al principio pero después de un rato lo busqué y no estaba en su cama así que recorrí la casa y lo encontré acostado debajo de mi cama estaba muy callado y no respondía a mi llamado, puede ver que algo no andaba bien y decidí llevarlo a día siguiente al doctor.

De camino al doctor sentía un dolor en pecho porque sabía que algo no andaba bien, Braco, no había querido comer ni caminar desde el día anterior.

Luego de un análisis profundo el doctor me dio la noticia más triste que podía oir, Braco tenía cáncer, estaba muy avanzado y ya no se podía hacer nada por él. Me sentí culpable y más al saber que la única solución para que no sufriera más colocaron a dormir, mi corazón estaba partido en millones de pedazos.

No sabía que hacer, deseaba mantenerlo a mi lado pero su ojos reflejaban aquel dolor silencio que ocultó entre carreras y saltos, no podía verlo asi, le pedi al doctor que me diera un día más. Él no me colocó ninguna objeción puesto que Braco ya no podía empeorar más, le recetó algunos calmantes y me lo llevé a casa.

Al día siguiente lo llevé a su lugar favorito, aquel donde nos vimos por primera vez. Caminamos durante un breve momento y pudimos jugar un poco con su pelota, aunque luego de unos minutos solo quiso descansar. Sus ojos de cerraron un momento para descansar pero en mi corazón sabía que él estaba correteando a las aves en sus sueños.

Al llegar la noche, regresamos a casa y si les soy sincero no pude dormir, miraba a Braco a mi lado y lloraba sabiendo que sería la última vez que sentiría su calor.

Al llegar la mañana, mi padre me acompañó hasta aquel frío consultorio, el camino se hizo corto. El doctor me dijo que no me preocupara que él no sentiría nada, yo no podía parar de llorar mientras veía su cara, aquella que un día me había escogido a mí para que fuese su dueña.

Hoy se cumple un año desde que decidí dejarlo ir y su recuerdo siempre viene a mi mente, mi hermoso y travieso Braco, nunca olvidaré tu cálido y puro amor.