Estamos en el mes de los gorditos y panzones vestidos de rojo y vistiendo un chistoso gorrito del mismo color con una bolita blanca al extremo.
Ese síndrome de hurto decembrino como que es una cualidad y característica básica de aquellos que ya no son capaces de trepar a ningún tejado y mucho menos caber por las estrechas chimeneas que se construyen hoy en día como para ni siquiera dejarte un mojón de regalo en los calcetines colgados al otro extremo.