Lugares inexistentes.

Hoy pensé en las vidas que no tuve. O en las vidas que pude tener. Como en una especie de plan infinito. En un calidoscopio vi varios momentos de mi; ¿que hubiera pasado si te llamaba una ultima vez mas? ¿si antes de despedirnos me devolvía atraído por quien sabe que para reparar la última escena con un cambio de guión? Quizás en este instante un yo diferente, casado contigo estuviera haciéndose la misma pregunta, mirándose frente al mismo espejo imaginando a nuestros otros yo infinitos.

Pero lo que realmente entristece mi ánimo son los lugares inexistentes. Creo que estos lugares son lugares brutalizados por el tiempo y el recuerdo. Lugares que de una u otra forma quedaron cristalizados en la eternidad. Los momentos precisos donde la realidad se astilló destinándome al yo que soy, al yo encuadrado en este plan infinito. Lo que me alegra de todo esto es que son lugares que ningún otro yo de ninguna otra vida que puede tener a visto jamas.
Como si el tiempo en su revuelo de ceniza se detuviera encapsulado en una bóveda de eternidad. Son momentos genuinos, puros en una gota de agua, porque cuando salimos de ellos no somos los mismos. Al salir de ellos nuestros otros yo nacen, caminando con su sombra en distintas direcciones.

Y el ciclón del viento no puedo tocarlos en su cúpula de cristal. No puede destruirlos y por eso son inexistentes, están fuera del tiempo pero no del recuerdo. Lo se, porque a veces me parece que el momento cuando te abrazaba por última vez aun existe, mi otro yo, uno mas viejo sigue allí en este preciso momento. De pie frente al pelotón de la eternidad. Son lugares tan vivos que los llevó latiendo a través del tiempo.

Pero encuentras que son verdaderamente inexistentes cuando intentas tocarlos.
Ayer camine por la misma calle de nuestra despedida. Sabía que era la misma, no porque la reconociera si no porque en algún lugar perdido en el tiempo mi corazón se disparaba como aquella vez. Y frente a la calle y su gente ir y venir aun late nuestro lugar inexistente. Como un corazón que la finitud no puede matar.

Se que era una lugar inexistente porque nadie podía verlo. La sensación de yos de las vidas que puede tener había desaparecido. Ese lugar no lo tenían las demás.Pero nadie podía verte reír como si aun estuvieras, nadie podía oler tu perfume como si el viento lo sostuviera. Nadie podía ver el lugar inexistente que brotaba de a poco, como flores tras la nevada, del presente. Flores de tiempo.

Nadie puede verte, el lugar ha cambiado tanto. Edificios han sido destruidos y de allí mismo de sus cadáveres han construido otros. El lugar ha envejecido en la memoria. Llenándose de barro del olvido. Pero si te fijas bien, latiendo en contra de un tiempo desamparado, protegiéndose, hay un lugar que yo, solo yo, puedo ver. Solo yo puedo verte sonreír como aquella vez. Solo yo se que existes en los lugares inexistentes.