Cuentos de Reflexion

in #spanish6 years ago (edited)

El tiempo de juzgar
En un pueblo lejano había una pequeña aldea. Sus habitantes querían progresar y para eso se les hacía necesario implementar leyes. Sin embargo, un grupo reducido no estaba de acuerdo respecto de que una ley fuera a darle a su aldea la prosperidad.
La multitud decía:
-Sin ley no hay orden y el orden es primordial. No podemos permitir todo porque algunas cosas corrompen nuestra pequeña sociedad.
Un grupo reducido de jóvenes respondía:
-La ley es para el juicio y juzgar a los demás no está bien. No podemos incurrir en ese error.-
-Vean!- exclamó uno de los aldeanos -Ese hombre está sentado en medio de todo este escándalo y permanece sereno. Creo que de él puede provenir una respuesta coherente a esta situación.
Todos los aldeanos se pusieron frente a él para escucharlo, pero nadie se atrevía a hablarle.
De pronto uno de los ellos se le acercó un poco y le preguntó:
-Qué es la ley para un pueblo?
El sabio respondió:
-La ley de un pueblo es su moral.
Un jóven le dijo:
-Dinos más sobre la ley y el juicio.
El sabio respondió:
-La ley marca un camino por el que andar. El juicio separa a los que siguen el camino de los que no. Por eso vean que la ley no se dicta para juzgar, sino para hallar un camino. El juicio no sirve a la ley como su amo. Tampoco la ley al juicio. Quien se sirve de ambos es el pueblo. De entre ustedes surgirá un juez y a él le otorgarán el poder de decidir lo que es razonable, e incluso, lo que es cierto. Para que ese juez sea reconocido le pondrán vestiduras y ornamentos que lo distinga de los demás, pero no son estas las cosas de la ley y el juicio.
Después de decir esto se levantó y comenzó a caminar hacia la orilla de un río cercano.
La multitud lo seguía esperando que dijera algo más, pero se mantuvo en silencio durante el camino. Mientras recogía algo de agua para beber y con otro tanto limpiaba su ropa un aldeano le preguntó:
-Tú serías juez?
El sabio:
-Buscas un juez porque no sabes que ya lo tienes. Sin embargo, no conocen la ley con la que se os juzgará.
Un jóven replicó:
-Y cómo debe ser esa ley?
El sabio:
-Verán... para tomar he apartado agua limpia; de la misma con la que lavo mi ropa, pero ya no las juntaría. Quién de ustedes buscaría lodo o agua de los pantanos para beber o lavarse? Según la limpieza que quieras es el agua que buscarás.
Un anciano dijo:
-La ley debe ser lo más justa posible, pero cómo sabremos si lo será? Quién la dictará?
El sabio:
-La ley que dicten establecerá la forma de guiarse que tengan. Ahora son ustedes los que juzgan a la ley desde antes que sea ley, pero después esa ley los juzgará a ustedes con la misma firmeza.
Un niño le pregunta:
-... pero no está mal juzgar?
El sabio tomó una piedra y una ciruela que había en el suelo y las puso delante de él y le dijo:
-El que no juzga no acierta. Si bien todo juicio tiene a la ley como elemento hay un tesoro primordial que no puede faltar. Puede haber justicia sin vestiduras, ni ornamentos, pero no puede haber justicia sin verdad. El juicio se basa en la diferencia de lo que es y lo que debe ser. Ves esta piedra y esta fruta? No son iguales, pero para establecer la diferencia los juzgaremos a los dos.
El sabio toma una ramilla bastante recta y sosteniéndola entre él y el niño dice:
-Esta es la ley. Yo rediré lo que hace diferente a la piedra de la ciruela.
Primeramente midió a cada una y dijo:
-La piedra es más grande que la ciruela.
Luego puso en equilibrio horizontal a la barilla sobre un saliente de raíz de árbol, de modo que hizo una balanza y pesó a los dos objetos y dijo:
-La piedra es más pesada que la ciruela.
Después tocó con la punta de la ramilla a cada uno de los dos elementos y dijo:
-La ciruela es más tierna que la piedra.
Al finalizar puso la ramilla entre la piedra y la ciruela y dijo:
-Si no juzgaran tomarían el té sin importar lo caliente que esté, usarían su ropa sin importar lo limpia que esté, tomarían de cualquier agua sin importar lo clara que esté. Ya ven que juzgar les ha hecho bien. Y cada vez que juzgan establecen la diferencia entre dos cosas. Saber diferenciar los dejó en el mejor lado del camino por andar.
El sabio entró en una pausa reflexiva mientras se tomaba la pera y miraba la piedra, la ciruela y la ramilla. Se puso de cuclillas y viendo el escenario dijo:
-... pero entonces alguien les puede preguntar "y dónde está la igualdad?"- y levantando entre sus dos dedos índices a la ramilla dijo -La igualdad está en la bara con la que los medí. Sepan que juzgar no los condena, sino que los salva. Por eso no juzguen a su prójimo. Juzguen antes lo que piensan hacer. Ahora saben quién es el juez.

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