¿Cuál es tu palabra?

patry (56)in #spanish • 7 years ago (edited)

Si pronuncio una palabra se produce una cadena de sonidos.

Uno tras otro, entrelazados, unidos, entretejiendo finales e inicios van acariciándose entre sí. Crean esa combinación mágica que evoca imágenes en nuestra mente. Sentimientos impregnan la memoria. Estremecimiento y vibración, ahí, justo en el centro de nuestro pecho.

Ellas transitan nuestra vida embebidas de tonalidades, matices y entonaciones.

Pueden ser casi silenciosas como el agua que corre entre las piedras en los lechos de los ríos o fuertes y estridentes como el sonido ensordecedor del trueno.
Hay momentos que invitan a dejar que las palabras se deslicen desde nuestra boca. Otros, solo imploramos porque sean acalladas por el silencio. Las palabras se expanden como cuando cae una gota en un lago. Algunas se visten de flexibilidad. A otras mejor les va el traje de rígidas. Ellas conectan. Aman. Hieren. Impactan a otros ya sea por su presencia o por su ausencia.

Si las escribo, mi mano danza.

Une curvas y rectas …arriba y abajo con suave desliz creando esa combinación perfecta que simboliza…que evoca…que determina y define. Son marcas de percepciones que conceptualizan. Algunas, las más creativas, osadas y libres trascienden conectando mundos lejanos. Otras inmortalizan.

Y si hablamos de sentimientos...

... hay muchas combinaciones únicas y perfectas de las cuales nos apropiamos según la tierra que habitemos. No se la conoce por caprichosas. Son magníficos acuerdos sociales que intentan representar, por ejemplo, la siguiente y común experiencia:

“Después de un largo tiempo de ausencia, en un abrazo, nos reencontramos con alguien que amamos. Ese abrazo es una usina de tibieza y calor. Nuestros ojos bañados de lágrimas por la emoción.”

¿Recuerdas un momento así? ¿Recuerdas la vivencia?. Si creáramos un lector de sentimientos, el tuyo y el mío, deben ser similares ante esa situación, pero, las palabras que los definen son combinaciones bellamente distintas: Love. Amor. Liebe. 愛. Amour. Amore. Люблю. Liefde y así podría seguir un rato largo investigando con el traductor. Ummmm… aún tengo el calor en mi pecho por el recuerdo. ¡Qué bello!

Ahora veamos cual puede ser tu palabra.

No necesariamente debe ser una palabra. Pueden definirte varias. Pueden ir cambiando con el tiempo y los momentos vividos. Te propongo lo siguiente. Después de leer esto, acalla un poco la cotidianeidad. Por favor, cierras tus ojos y respiras profundo. No razones. No intentes. Nada de esfuerzo. Solo escucha tu propio sonido. El sonido de tu corazón. El de tu respiración. Lentamente una palabra viene hacia ti. Quizás, otras más, con ella. Disfruta de esos hilos entretejidos que conectan con tu alma.

Cuando lleguen, déjalas ser. Deja que te impregnen. Puedes preguntarle cual es el mensaje que te trae o simplemente zambullirte de cabeza en el mar de imágenes que la acompañan mientras le encuentras, su sentido, en tu aquí y ahora.

Es momento de contarte cual es mi palabra.

Meses atrás cuando hacia silencio y escuchaba mi palabra fueron llegando y todas eran distintas.
Un día llego la palabra “cuenco” y la imagen inmediata asociada fue la del sonido de mi cuenco tibetano en un espacio sagrado como el cerro Alcázar. Traía como mensaje la conexión con el espíritu. Armonía. Alquimia de las altas frecuencias ¡Me invadió una paz infinita!

Otra vez se apareció la palabra “sequia”. ¡Guau! Esa fue una época de tiempos tormentosos. Su mensaje fue crudo y fuerte. ¡Sacudón de aquellos! La nada misma que paralizaba al corazón. ¡El susto me impulso a ponerme en movimiento después de amortiguar el golpe!

Hoy se asoma feliz la palabra “puente”.

Las imágenes se agolpan. Esta palabra canta en mi oído y escribo sin parar para contarte.
¡Qué frágiles e inseguros eran los puentes de la infancia! Lanzaba, hacia todos lados, sogas endebles a manera de puentes para conectar con el amor, con el cuidado, con la seguridad. ¿Intentos vanos por atrapar a la ternura? La emoción que me embarga es de profunda tristeza. Estoy parada mirando por una ventana. Tengo tan solo nueve años y me hago una promesa. ¡Algún día seré feliz! La soledad está presente…esa amiga conocida que suele dejarte empapada y a veces empantanada.

Todo viene como una película. Voy creciendo a base de voluntad, terapias y análisis. De la niña es parida una mujer castor y aprendo a crear puentes seguros. Renazco y me recreo. Los pilares que construyo bajo mi puente son fuertes. Las barandas altas te dan seguridad al transitarlo. Hoy soy puente firme, sano, entre mis ancestros de tierras lejanas y mi amado hijo. A la vez soy el puente del pasado, ese que transité entre aquella niña que soñada y la mujer de hoy. Pasado, presente y futuro, tomados del brazo, pasean sin distinción por él. Y de pronto, también soy puente entre la tierra y el cielo y esto me fascina. Siempre me siento así. Me nacen raíces profundas que calan la tierra y extendiendo mis ramas-alas, con la yema de mis dedos, logro rozar el cielo eterno.