Puas sin sentido

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El rumbo de la mañana cambió repentinamente cuando me lanzan la responsabilidad de llevar el carro al taller, sin saberlo mi encuentro amistoso se estaba atrasando y claro que mi llegada a la universidad también.

Sin ganas pero consciente de mi deber fui al taller, me tocó esperar quince minutos con un cronograma sin mucho espacio para imprevistos y gracias a la vieja costumbre venezolana de siempre llegar tarde estaba a punto de seguir el mismo camino. Con la mente fija en el encuentro bajé la empinada calle llena de cráteres en el asfalto, vendedores y extraños que potencialmente podrían atentar en mi contra. Con este último pensamiento las agujas que salían de mis poros se alargaron un poco para hacer juego con mi cara de mal humor.

Tratando de evitar los pasajes solitarios caminaba hacia mi encuentro, pero un extraño que se recostaba de la pared llamó mi atención, así como mi ropa obviamente ajena al lugar llamó la suya, por suerte mi experiencia me pidió otra ruta y como si fuera un reflejo mi cuerpo instintivamente cruzó hacia la parada de autobuses que pensaba evitar hasta ese momento. Parecía que el flujo del destino me apoyaba, el autobús que debía esperar se acercaba casi lleno y como buen venezolano no dudé en pelear mi entrada en el transporte, esto parece decepcionar al extraño que sigue recostado mientras me sigue con su mirada hasta que estoy fuera de vista.

El pueblo de transición sólo tiene dos conexiones con el punto de encuentro pero lamentablemente conocí dos personas que murieron recientemente en esas solitarias calles sin contar los cientos muertos que no conocí. Este pensamiento y la mirada del extraño aun en mi cabeza me irritan más y algunas espinas ahora se muestran para alejar a los que desean pelear la entrada en el nuevo autobús que debo tomar para evitar las mortiferas avenidas.

Definitivamente el flujo del destino estaba de mi lado, porque llegué a la hora acordada. Luego de tomar dos autobuses para recorrer seiscientos metros, puedo sacar mi teléfono para saber donde está mi amiga y no es una sorpresa cuando me dice que aun no se ha vestido.

Sin planes ahora debo improvisar y tengo dos opciones, quedarme esperando su lleguada o ir hasta a la residencia para compartir el camino de regreso. Rápidamente supe que podría estar allá antes que ella estuviera lista. La hora de encuentro ya había pasado de largo y algunas púas amenazaron con extenderse pero la emoción de charlar con mi amiga las calmó.

Al llegar me di cuenta que la historia se repetía, empezando por la mirada burlona de un vecino acostumbrado a verme esperando, siento como al cruzar las miradas recordamos los días cuando esperé hasta una hora en algunos casos, no puedo evitar molestarme con el burlón. El tierno saludo de la pequeña lavó mi mueca y todo mejoró cuando empezaron las charlas divertidas, pero la molestia seguía agitando mi pecho y los temas sensibles sacan los peores comentarios y más ácidas críticas que mi amiga trata de evadir o al menos ignorarlos. El tramo se recorre rápido aun a paso lento mientras el inclemente sol nos acompaña y aviva nuestras típicas discusiones morales que no tienen respuesta final.

La universidad parece esperarnos plácidamente, pero mi estrés y mis espinas parecen crecer con cada minuto de retraso que llevo, este es mi camino del fallo y no puedo fallar de nuevo, podría ser el fin de tan poco productiva carrera. Comienza una importante historia que ahora ni siquiera logro recordar cuando el autobús nos deja y debemos tomar caminos distintos. Con ojos tiernos y voz amigable pregunta si quiero acompañarla mientras ella relata, pero mi duda es grande pues cada segundo hace la diferencia en las púas que siguen creciendo, pero la pequeña ha querido mi atención y yo también he querido dársela y a regaña dientes obligado por mi mismo decido caminar a su lado, no puedo evitar expresar mi molestia en un momento de arrebato pues mis sacrificios y mis deberes también son importantes.

Sin aviso las púas que hasta ahora estaban bajo control empezaron a volar peligrosamente hacia todos lados, mi berrinche no es nada nuevo y casi sin darse cuenta ella logra esquivar la mayoría de los proyectiles. Inmerso en mi monólogo de rabia sin sentido soy inconsciente del daño que estoy causando pero no puedo dejar de vomitar mis quejas sin sentido, las heridas que le he dejado hacen que se note la rabia, decepción y tristeza en los ojos de mi hermana de trinchera que casi siempre tuvo mi espalda como yo la suya. Y aunque mi corazón reconoce toda la situación mi cerebro lo aparta con una lógica sin razón y la acusa de exigir demasiado, aunque ella sólo exige lo que está dispuesta a dar. Frustrados y molestos nos despedimos y en mi caminata sólo repaso los últimos apuntes mentales que tengo sobre la clase. Entonces los sonidos del conocido y querido torno me regañan desde lo lejos y llena mi mente de los recuerdos en aquel viejo taller donde todo empezó, sin pensarlo giré sobre el talón para alcanzarla, pero como siempre el daño ya estaba hecho y detrás de las paredes se había perdido la oportunidad de escuchar su historia.