Lecciones en el bus
Ponerse en los zapatos del Otro
Pido permiso en el bus para sentarme. Una señora que ocupa uno de los puestos del asiento gira hacia la derecha encorbando su espalda, coloca una pierna hacia el pasillo del bus, la otra queda fija delante de su puesto. Trato de pasar subiendo una de mis piernas sobre la pierna de la señora que quedó fija, subo mi bolso hacia mi pecho para no golpearla, contengo la respiración para adelgazarme, encojo barriga y nalgas, siento que mi rostro se enciende, mientras mi voz interior se pregunta ¿Por qué no se rueda, es tan floja así, hasta donde llega su mala ciudadanía, salió de su casa a molestarme? Logro deslizarme y sentarme, luego flexiono mi otra pierna con igual angustia y la traigo a su justo lugar. Respiro profundo, miro a la señora, mis ojos delatan mis pensamientos iracundos, ella se acomodó (o se incomodó ante mi disgusto), me miró, encogió su hombros y sonrió.
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Luego, a unas cuatro cuadras, el bus sin asientos vacíos, una señora con un niño en brazos está parada al lado de nuestros asientos, le propongo a la señora "cómoda" que por favor me permita pararme para darle puesto a la señora con el niño, me respondió que ella se bajaría una cuadra mas adelante. Mis ojos volvieron a mirarla con cuchillos filosos, la señora encoge sus hombros, me miró y fingió una sonrisa. Me pareció muy sarcástica. Yo indignada, impotente, rabiosa.
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En efecto, una cuadra después, la señora "cómoda" pidió su parada, toma con una mano la pierna izquierda para levantarla y con la otra mano se apoya del asiento para levantar su cuerpo, tiene discapacidad para caminar con normalidad por dismetría. Me dió vergüenza, la ayudé a ponerse de pie y a bajarse del bus, lo agradeció encogiendo tímidamente sus hombros, con una angelical mirada y una linda sonrisa.
Si, por enésima vez, aprendí la lección de no juzgar, y aunque es una frase que siempre repito, estas lecciones se presentan en varias formas y en distintas oportunidades. Ante tal penosa situación traté de no juzgarme a mi misma justificando mi actitud pero inevitablemete no dejé de pensar en que tal vez esa señora no se congrega en iglesia alguna, no se reúne en grupos de oración, ni repite frases afirmativas para irrradiar y atraer paz y amor a su vida, o tal vez no sea docente como yo, de lo que si estoy segura es que en ese justo momento fue mi educadora, mi maestra de la paciencia, tolerancia, humildad, del buen proceder, del ser mejor persona. Que tan solo bastó con encoger los hombros, mirar sin malicia y sonreir.
Muy bueno encontrarte por acá, @otiliam-gv.
Efectivamente, cosas que la jungla de concreto nos hace olvidar con facilidad pasmosa. Pero hay una más: no juzgarnos a nosostros con excesiva dureza.
Abrazos mil.
Saludos @adncabrera. El gusto es mío.
Muy válida tu observación, trataré de no ser cruel conmigo misma.