DON CARLOS ALMENAR Y LA GARITA

in #spanish5 years ago (edited)

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CARLOS ALMENAR A LAS PUERTAS DE "LA GARITA"

Hubo una época en Villa de Cura, estado Aragua, Venezuela, en que mencionar a don Carlos Almenar y nombrar al bar La Garita era la misma cosa. Uno a veces se pone a recordar los años de las décadas del 50 y 60, y enseguida le viene a la memoria el nombre de este sitio en Villa de Cura que fue ejemplo de ingenuidad. La verdad es que el bar “La Garita” de don Carlos Almenar situado en el este de la ciudad, en la calle Sucre en el empalme con la calle Jaime Bosch, como quien se dirige a Las Mercedes, era como un remanso de agradable reunión y de tertulia pueblerina. Célebre fue su cancha para competencia de bolas criollas.

Pacifica y monótona discurría la vida villacurana en aquellos días. Juglares, nocherniegos, músicos serenateros, coleadores de mi pueblo, estudiantes de liceos y aficionados al juego de bolas criollas y dominó, buscaban este sitio afanosamente, muy especialmente los fines de cada semana.

De manos de su hija la profesora Milagro Almenar de Pérez conocimos algunos datos para elaborar esta pequeña semblanza sobre el señor Carlos Almenar. Un hombre con motivación de vida, quien solo con su trato sabía trasmitirle entusiasmo a la gente. Cultivador de la más noble amistad. Toda su vida fue trabajar y formador de una gran familia de respeto que todos admiran.

Carlos Avelino Almenar Rojas había nacido en un pueblo muy sano llamado Belén, el 01 de septiembre de 1913, cabecera del municipio Carlos Arvelo estado Carabobo, hijo de Justiniano Almenar y de Berta Rojas de Almenar. En ese ambiente que no resultaba de muchas privaciones pero con responsabilidad en diferentes tareas se levantó el muchacho. Su padre Justiniano Almenar fue Jefe Civil del pueblo y habitaba junto a su familia una casa grande de esquina ubicada a 200 metros de la plaza principal Bolívar de la población de Belén.

Apenas alargado los pantalones, Carlos junto con un grupo de compañeros de estudios emprenden un viaje de aventura, de un día con su noche, buscan la vía de Santa Rosa del Sur, pasan por La Violeta y Virgen Pura, y sin proponérselo vienen a parar sus pasos a la ciudad de Villa de Cura, precisamente a la casa de su abuela Josefina Lovera de Rojas, ubicada en la calle Miranda. Desde entonces Carlos se queda viviendo en La Villa para toda su vida; pero naturalmente sin olvidar sus raíces y sus años infantiles en la sierra carabobeña.

En La Villa estudia primaria en una escuela Unitaria de ínfimo estipendio regentada por la ejemplar preceptora doña Pepita Peraza. En ese ir y venir al colegio detiene sus pasos y tiene su primer acercamiento con los hermanos Savery, conocidos mayoristas de nacionalidad italiana de la comarca. Se inicia ya adolescente como empleado de limpieza en las instalaciones de aquella lujosa taberna conocida con el nombre de “Bar Savery”. Se afilia como empleado de limpieza, después se familiariza con el despacho de licores, atención de la barra, el servicio de mesas en fiestas, y aprendió recetas para la preparación de cocteles. La Villa para ese entonces era un agradable ámbito pueblerino pero muy visitado por gente foránea.

Esa vena de ser dependiente de botiquín y el culto por la amistad, el cual fue uno de sus mayores atributos lo lleva posteriormente a viajar a Caracas a cumplir labores de encargado en un bar ubicado en la parroquia San Martín en la esquina de Capuchinos, propiedad de su amigo de por vida y compadre de sacramento Agustín Pérez Barrí. Permaneciendo varios años en este trabajo.

Sus sueños sin embargo eran siempre montar un negocio propio y resuelve regresar a Villa de Cura donde había dejado la totalidad del grupo familiar. El negocio de botequín para él era como un imán, enamorado de su trabajo, lo conocía al pie de la letra y le gustaba el comercio que era su fuerte; con los ahorros acumulados por años de trabajo pudo adquirir en propiedad el conocido bar “La Garita” en la ciudad de Villa de Cura.

El 25 de mayo de 1945 contrae nupcias con Amanda Rodríguez Serrano de Almenar, natural de Villa de Cura (13-09-1922), de cuya unión nacieron seis hijos: Berta Josefina, Carlos Ramón, Amanda Leonor, Carmen Genoveva, Milagros Rafaela y María Clemencia.

Supo este gran señor encaminar a sus hijos por el sendero del bien y el estudio; un hogar constituido en lo bueno, la disciplina, católicamente. Todos sus hijos lo recuerdan hoy como un padre ejemplar y un responsable esposo.
Su esposa Amanda Rodríguez era hija del conocido comerciante y ganadero Ramón Elías Rodríguez Tejada, propietario de negocios de bar y restaurant y de la hacienda La Puerta, limítrofe de Aragua y Guárico. Doña Amanda fallece en Villa de Cura el 17-10-2011, contaba 88 años de edad.

Todo el mundo en La Villa sabía donde quedaba “La Garita” ese refugio para las soledades donde él acudía religiosamente a trabajar sin romper la rutina todos los días, sin horarios. Uno entraba y el primero en mirar era al señor Carlos Almenar, recostado del estante para las botellas. Residía a pocas cuadras de su negocio. No era muy alto, catire; para unos de carácter taciturno, pero no, un ser amable, atendía a todo el que llegaba con la misma gentileza, serio, calladito, de trato afectuoso para todos los tiempos por duros que fueran. Terminó su vida siendo un hombre sencillo y peculiar de la villacuranidad, el pequeño valle que quiso y habitó casi toda su vida con la pureza y claridad de un manantial.

Su primer ayudante o mano derecha era un individuo que fue inseparable amigo de don Carlos y de la familia Almenar, llamado Francisco Zapata, trigueño, agachadito, que al caminar cojeaba un poco, diligente como pocos; el hombre siempre andaba impregnado de humo de tabaco y llevaba encima de una franela una bata blanca bien planchadita que parecía un enfermero.

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FRANCISCO ZAPATA, DEPENDIENTE DE "LA GARITA"

Se tiene como verdad que el nombre “La Garita” que se le dio tanto a este botiquín como a la esquina donde estaba ubicado, se lo arriman porque diagonal existía en la época gomecista una guarnición militar y la calle Sucre era la vía principal.

A su interior se pasaba a través de cualquiera de tres puertas que dan a la calle y la sensación que daba, era que uno iba entrando a una de esas tabernas que salen en las películas de vaqueros, porque debías empujar un par de portezuelas batientes con el pecho; lo cierto que algunos al salir medio prendidos, las querían apartar de un solo manotazo, dejándolas chillando, creyéndose un vaquero forajido como Clint Eastwood, el protagonista del film “Por unos dólares más”.

Yo, de verdad, no puedo negar mi presencia en esta cantina en infinidad de ocasiones. Para las tertulias de nuestra peña literaria fue un sitio muy especial; cuando no se reunía en El Cortijo, se congregaba en El Espinal, o en casas de amigos; en la mayoría de las ocasiones se instalaba bajo la sombra del Samán de “La Garita” con Teobaldo Parra exhibiendo sus dotes de bolerista y declamador. En “La Garita” coincidimos en una oportunidad y nos tomamos unas cervezas con el periodista y poeta Pedro Ruiz y el concertista de guitarra española Efraín Silva, afinando y tocando su instrumento.
Recuerdo que hace años su gran amigo el brillante poeta J, M, Morgado, en un hermoso poema, y quien escribe la nota, lo metimos de lleno en las páginas del quincenario El Vigía, de cuya dirección se encargaba nuestro recordado amigo José Seijas. En esos momentos a Carlos Almenar se le celebraban los 80 años de recorrido en la vida. Animado y contento en extremo se le vio en esa ocasión rodeado de familiares y amigos.

Fueron 50 años de trabajo de este personaje que fue mito y leyenda al frente de su negocio en Villa de Cura; pero preferimos que sea Milagro, su amada hija educadora, la que lo diga en sus propias palabras y lágrimas verdaderas: “Sin cansancio, con amor, bondad, disciplina y honestidad, dando un trato excepcional a sus clientes y amigos, pero el cuerpo ya débil de mi padre comienza a sentir los desmanes del tiempo, comienza a fatigarse y los problemas respiratorios son cada vez más severos, aunado a ello la insuficiencia cardiovascular lo lleva a un estado agotador que no pudo volver a su amada Garita”.

El noble corazón de don Carlos Almenar dejó de latir a los 84 años de edad en Villa de Cura, el 14 de noviembre de 1997, sus restos reposan en el cementerio local.

Gracias a sus afanes de conservar las huellas de “La Garita” y como un hermoso legado de su padre, bajo el techo de lo que fue la casa de la niñez con sus viejos y amplios corredores, le quedó a sus hijos algunos objetos del negocio que a pesar del tiempo transcurrido se mantienen intactos: la rokola marca Wurlitzer con la amenidad de música de moda de la década del 50 y 60, repleta se mantiene de discos de 45 rpm, tangos, boleros tropicales, rancheras y pasajes románticos que se escucharon en las horas de reposo y calma en la vecindad de Las Mercedes. Se junta una gordinflona nevera marca Westinghouse que todavía se encuentra apta para dejar cenicientas las botellas; y recostada en un una pared, libre del polvo de la calle la gruesa caja registradora de caudales marca National, que arrastra la gaveta de caudales por medio un teclado de clavijas y de activar una manilleta.

Basta ahora que pase la gente de nuestra generación por el frente de lo que fue el bar “La Garita” para que los arrope la nostalgia. Hoy ese portento de buenos recuerdos es un cascaron de soledad impresionante, cansado de tantas noches y de días, de inviernos y veranos. Sobrevive una fachada fatigada de musgos y plantas trepadoras que van extendiéndose hacia su colorada techumbre. Subsisten hoy sus paredes plagadas de parasitas; existe el robusto árbol de samán en donde todavía llega y se detiene la potente brisa en los arreboles, metiéndose por entre su enramada a rochelear con las paraulatas y los cristofués.

No hay señales pero la bonhomía, los pasos lerdos, la calmada voz de don Carlos Almenar, como que se escucharan aun en aquella vetusta casa en la esquina de La Garita, debajo del anchuroso siempre oloroso samán, en su entorno, bajo su sombra. Siempre se le recuerda, la muerte es solo el apuesto de vivir.

Que Dios le provea al alma de don Carlos Almenar el descanso eterno que tanto se merece.

La Villa de San Luís, abril de 2019

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OLEO DE LA FACHADA DE "LA GARITA", INTERPRETACIÓN PICTÓRICA DE CHICHO

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BOTELLAS Y LATAS DE AQUELLA ÉPOCA

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CAJA REGISTRADORA MARCA NATIONAL, AUN FUNCIONA

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EN ESTAS LATAS DE AVENA QUAKER SE GUARDABAN LAS MONEDAS

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FACHADA

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INTERIOR DE "LA GARITA" INMORTALIZADO POR CARLOS MARTINEZ CJ

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LA NEVERA WESTINGHOUSE, CASI 100 AÑOS Y AUN FUNCIONA

MUCHOS FUERON LOS CABALLEROS QUE TOMARON ASIENTO EN ESTE BANCO.JPG

MUCHOS FUERON LOS CABALLEROS QUE TOMARON ASIENTO EN ESTE BANCO

ROCKOLA WURLITZER.JPG


ROCKOLA WURLITZER

Agradecimiento a la profesora Milagro Almenar (@milalmenar)por lo valioso de su información.

Fotografia y diagramaciòn a cargo de la profesora Marìa Teresa Fuenmayor (@sayury)

Sort:  

poeta ese hermoso lugar lo visitaba yo con los poetas Aly Perez, Elias alvarez en noches de guitarra y serenatas.El viejo Carlos Almenar y su hijo Carlos siempre nos dispensaron cordialidad buen trato y servicio y hasta detenian la rokola para deleitarse con nuestras interpretaciones

Si. Un lugar muy ameno de agradable esparcimiento, gracias a @raymondelaparra por reportar

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