PRÓLOGO A LA MUERTE
Es hermosa, silenciosa, calmada, paciente, de sonrisa dulce y mirada plácida.
Para cumplir su misión se disfraza con harapientos mantos y oscuros ropajes.
Oculta siempre su rostro, se agazapa, se hace casi invisible. La pobre siempre tan maltratada, tan incomprendida...
Se empeñan en negarle aún cuando este en nuestros huesos, adherida a la piel, incrustada en todo nuestro ser.
Confundido el mensaje e ignorando el llamado, va el hombre embriagado dando tumbos, hiriendo e hiriéndose para sentirte vivo, para seguir viviendo.
Y vive según la muerte mueva o no los hilos que le sujetan.
Algún día llegará el tiempo de la vida; el presente es tiempo de muerte.
Y seguimos sin comprender que solo es una compañera, caminante ansiosa de respiro, guerrera ávida de tregua…
Estamos hechos para morir…
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