Escucha el ronco sonido de una vieja vitrola expandiéndose por todo el salón; mientras sentado en el sofá, con mirada extraviada y manos temblorosas, parece marcar el compás de un vals con sus pies.
En una esquina de ese mismo salón, una joven damisela de grandes y traviesos ojos, con picardía y disimulo le coquetea; él intenta esbozar una leve sonrisa en su rostro inexpresivo y desgastado. Aunque en apariencia la distancia entre ellos no es muy larga, apenas unos cuantos pasos, la realidad es otra; el lugar es el mismo de siempre, sin drásticas transformaciones, su hogar, donde nació y vivió por años, el legado de sus padres; más no así el tiempo, este si luce trastocado, confuso…
Sin percatarse, se le acerca otra joven, de ojos semejantes a los de la coqueta damisela pero sin el mismo brillo en la mirada, su vestimenta no encaja con el lugar ni con el momento; ella con dulzura le acaricia sus sienes cenizas, lo levanta con cuidado y paso a paso tomado de la mano lo lleva hasta su aposento; mientras del otro lado, también con andar ligero, lo sigue aquella damisela mientras le murmura al oído.
Ya acostado en su cama, la joven le dice: - Abuelo, descansa, ya estás en tu casa – y al anciano se le escapa una lágrima solitaria de sus ojos azul cielo; a su lado continúa la damisela, que intenta apaciguar con suaves caricias el temblor de su cansada mano; en uno de sus dedos se ve reluciente, un anillo, símbolo de una alianza, de un juramento, el sello de una historia que ni el tiempo, el espacio o la muerte ha logrado romper... Y así se duerme, arrullado por un vals que solo él escucha, con la cálida presencia de aquella damisela que él solo ve, resistiéndose a dejar escapar de lo más recóndito de sus memorias los últimos vestigios de un añejo y eterno amor…
Un sentido y corto tributo a esos amores eternos, amores de antaño, amores a prueba de todo, como como el que mis padres se profesaron hasta sus últimos días; esos amores que en estos tiempos son tan difíciles de conseguir o conservar...
El amor es el emblema de la eternidad: confunde la noción del tiempo; borra toda la memoria de un comienzo, todo el temor de un final. (Germaine De Staël)
vitrola o gramófono
manos
Hola!
Me pareció maravilloso como relatas esta historia, tomando como base a la historia de una persona con relación a la música. Los ancianos son símbolo de sabiduría y muchas veces no se les otorga ese merecimiento. Bello relato y bella forma de mostrarlo.
Este post ha sido propuesto para una curación por @celfmagazine.
Saludos.
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Gracias @historiasamorlez por tu apreciación y por la propuesta, saludos.