Di que soy la única o miénteme y dilo al menos por esta noche

Para él solo existía en las noches en donde se encontraba alcoholizado, en ese momento me rodeaba entre sus brazos y me hacía dejar de lado cualquier resistencia que se me atravesaba por la mente. Sin conocer el amor ni lo que esto acarreaba me vi envuelta en sus grandes ojos marrones que me conducían a pecar.

Cuando tu única amiga en la vida desde siempre ha sido la soledad cualquier compañía se hace grata. En busca de calor humano, placer y deseo, me dejé llevar por sus intenciones lascivas en donde terminé en su cama y entre sus sábanas.

Era un estilo de contrato sin palabras, ni un papel firmado que estableciera condiciones, solo la lógica nos indicaba qué hacer. El me daba lo que quería y yo lo que a él le gustaba.

Noches estrelladas llenas de besos, caricias y maravilloso sexo; el único ruido en la habitación era el de mis gemidos que cubrían todo el lugar y para el la melodía que lo motivaba a más, hasta dejarme desfallecer sobre su cama. De forma fría y sin mediar ninguna palabra me cubría con la sábana, se daba la vuelta y me dejaba rendir por el sueño.

Así pasaron los días y mi chico se había vuelto parte fundamental de mis noches. No quisiera catalogarme como las hipócritas y moralistas me podrían llamar refiriéndose a este tipo de acciones. No era su juguete sexual, era su compañía. Eramos compañía para ambos. Quizás en la vida de cada quien exista alguien del qué enamorarte y otra persona que te vuelva loca de pasión y lujuria. Bendita la suerte de aquellos que consiguen todo esto en una misma persona, yo por mi parte, solo había conocido a la segunda.

Pero llevando una vida de soledad y añoranza a pesar de las noches maravillosas que me regalaba mi amante entrañable no dejaba de sentir una sensación de vacío. Busqué alejarme, rechacé llamadas, desvié mensajes y con el corazón en la mano me dispuse a no verlo en lo que me quedaba de vida y una noche sin aviso alguno llegó a mi puerta. El ambiente calmado que había en mi sala se vio interrumpido por un sonar insistente del timbre. Intrigada me acerqué, abrí la puerta y allí se encontraba él.

— ¿Por qué te desapareciste de mi vida así? —Se encontraba con el pecho agitado como si hubiese corrido una maratón pero eso lo hacía aún más hermoso para mis ojos. Sentí como si el aire se me fuese del pecho y no sé cuantos minutos me mantuve callada porque éste pasó sus manos al frente de mi rostro impaciente. Lo invité a pasar y charlamos unas cuantas horas, unas copas de vino fueron nuestra acompañante y sin planearlo me vi besando sus labios con pasión. Lo tomaba entre mis brazos como queriendo que nunca se alejara de mi lado y ya sentía como mi cuerpo poco a poco iba cediendo a sus encantos. Con pasos ciegos nos fuimos acercando a mi habitación y me tumbó con rudeza sobre la cama, sonreí al recordar que nunca había llevado a un hombre a la intimidad de mi cuarto y que él sería el primero.

Justo en el momento en que apagó la luz de la habitación se encendieron estrellas en mis ojos y olvidé todo. Entre besos y chistes terminamos en la parte donde nos desvestimos, él toco mi cuerpo como si fuese una obra maestra y esa noche fue la mejor de todas mis noches.

Amaneció, me di la vuelta y no lo encontré en la cama. Como me arrepiento...

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