Una vez tuve un amigo

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Una vez tuve un amigo con quien solía hablar, soñar y compartir mi tiempo; reíamos, pasábamos buenos momentos y algunos no tan agradables pero siempre en esa relación desinteresada en la que sabía que podía contar con él y él conmigo aunque no estuviésemos en el mismo lugar al mismo momento.

Recuerdo entre tantas ocaciones esa en la que condenaste mi actuar por no ser propio en mí y me hiciste recapacitar y pensar sobre el tema durante varias noches, eso me ayudó a ser mejor persona y a pensar dos veces las cosas cuando tenía dudas sobre qué era lo correcto; estoy seguro que soy mejor persona gracias a eso.

¿Recuerdas esa ocasión en que llegué muy tarde al almuerzo que teníamos planeado? Dijiste que ya sería cena, me sentí muy mal pero no supe explicarte que no había dormido nada la noche anterior por escuchar a alguien que necesitaba ser escuchado y yo como siempre he sido, me preocupé en ayudarle oyendo sus malestares y dando los pocos consejos que pude dar.

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¡Oh pero ni se te ocurra pensar que es un reproche hacia ti! nada más lejos de la verdad ¿Cómo podría yo lanzar un reproche a alguien quien acudió en mi ayuda cuando una noche fría y lluviosa sentíame devastado y con una llamada acudiste tan pronto pudiste? Si, lo recuerdo, la forma en que fingiendo molestia o disimulandola, entraste por la puerta de mi casa y hablaste de lo primero que se te vino a la cabeza para disipar esos recuerdos que atormentaban mi mente.
¿Recuerdas la música que acompañaba de fondo nuestras risas y conversaciones separadas por aquella botella de licor? Yo no la recuerdo pero creo que es bueno, porque si recuerdo lo feliz y relajado que te veías y lo afortunado que me sentí en aquel momento, pensé "soy el ser más afortunado del mundo, tengo un amigo de verdad".

La vida, ¡ay la vida! Es misteriosa y juguetona, a veces cruel y despiadada pero siempre con sus lecciones que quieras o no debes aprender. Esa misma vida nos separó en más de una ocasión, amigo mío; como esa vez que conociste a esa otra persona que desvió tu atención de mi pero estuvo bien porque esa persona merecía tener la dicha de compartir un corazón como el tuyo.

O esa otra vez que tuve que mudarme, cuán doloroso fue sentirte aún más lejos a pesar de que podíamos hablar y con suerte vernos, sin embargo aprendí a disfrutar más tu compañía cuando nos reuníamos y compartir nuestras aventuras, dichas y desdichas acontecidas en el largo tiempo sin vernos. La vida hizo lo suyo y lo hizo muy bien.

Debo pedirte perdón amigo querido, por aquel malentendido del que no vale la pena hablar en detalle; que hizo que no nos habláramos en mucho tiempo. Fui yo quien no supo dar su brazo a torcer y en medio de mi terquedad compliqué más las cosas, tus razonamientos siempre han sido más claros que los míos incluso cuando no tenías forma de demostrarlos. Fui incapaz de calmar tu ira creciente y por eso me declaro doblemente culpable, al causar un distanciamiento y al no poder reducirlo.

Sé además, que al igual que yo estuve pendiente de ti, de tu salud, y tu familia, alegrándome por tus éxitos y sintiendo pena por tus "derrotas", tú siempre estuviste al pendiente de mi vida en los mismos términos. Lloré la muerte de aquel familiar que era tan importante en tu vida pero no pude estar presente y no tuve el valor de llamarte y dedicarte palabras de apoyo, después de todo no soy tan bueno con las palabras como pensaba.

Mi corazón sintió una pequeña alegría cuando fui yo quien sufrió la partida de un familiar y tú apartando todo vestigio de orgullo, me hablaste y dijiste las palabras justas para recordarme que siempre seremos amigos, que todo lo malo era temporal, que mi compañía te hacía tanta falta como a mi la tuya, que ese sentimiento que nos alegraba el corazón al estar juntos seguía intacto en algún rincón de tu ser, después de todo siempre has sido mejor con las palabras que yo.

Incluso hoy en día suelo mirar el calendario, ver la fecha de tu cumpleaños y me siento incapaz de dirigirte todas esas palabras que nacen de mi hacia ti, los buenos deseos que siempre tengo para ti ¿vergüenza? Quizás, quizás sea la añoranza de esa amistad incluso algo infantil que teníamos y que la pícara vida se encargó de torcer, más no de romper.

No me cabe la menor duda de que la amistad es el verdadero y más grande tesoro que poseemos, las personas son como los diamantes en ese cofre que tenemos en nuestros corazones y como un tesoro adorado, yo tampoco he querido perder ni uno de los diamantes en mi cofre pero estoy seguro mi amado amigo, que los diamantes estén donde estén son eternos y aunque no se encuentren en nuestras manos seguirán brillando.

Desde la distancia que nos separa mi querido amigo, deseo verte en esta vida o en una próxima de haberla; aún más, que uno de esos haces de luz que irradias sea por mi, así como también deseo llegar desde donde estoy hasta donde sea que te encuentres... Te quiere tu más sincero e incondicional, aunque muy torpe amigo.

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