Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 8steemCreated with Sketch.

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Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús

#mesjunio-corazondejesus

Octavo año de la vida de Jesús

La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.

Amor de Jesús a su Eterno Padre

1. Imagina el Corazón de Jesús como una inmensa hoguera desde la cual suben sin cesar al cielo llamas del más ardiente amor.

2. Pídele al Salvador, que encienda en tu corazón el fuego divino que bajó a traer a la tierra (Luc. 14).

I. El amor de Jesús es un amor fiel

Unirse a Dios por amor debería ser el primer acto de un niño que entra en el uso de la razón, y como Jesús desde su concepción gozó del pleno uso de todas sus facultades, el primer acto que hizo, fue de amor. El Hijo del Eterno hecho hombre, dijo en su corazón antes que los ángeles lo cantasen en los aires: Gloria a Dios en las alturas. Este fue el primer suspiro que exhaló su alma, esta la primera voz que articuló su boca. "Dios mío, yo os amaré porque sois mi fortaleza, mi apoyo y mi refugio" (Salmo 17). Esta será también la última que haga oír en la cruz. "Padre mío, en tus manos encomiendo mi espíritu". Una sola cosa había encargado Dios al hombre cuando al crearle le llenó de beneficios: Hijo mío, le dijo con bondad, dame tu corazón.

Pero el hombre ingrato se lo negó, y de esto se queja el Señor por boca de su Profeta. "He creado hijos, dice, y los he elevado sobre la tierra, y ellos me han menospreciado". ¡Ingratos! el buey conoce a su amo, y el jumento el pesebre de su dueño; no así Israel, que me ha desconocido (Is. i). Traed a la memoria cómo estaba el mundo al tiempo de la Encarnación del Hijo de Dios, ¡Cielos! ¡Qué tinieblas tan horribles! ¡Qué errores tan groseros! ¡Qué corrupción tan repugnante! ¡Qué olvido de Dios!...

Sin embargo, consolémonos: he aquí un corazón que sabe amar, e indemniza al Señor de la indiferencia de tantos otros: ¡Bendito seáis Jesús mío! ¡Oh Corazón de mi adorable Redentor! ¡Oh cuán tarde os he conocido (S. Ag). ¡Oh tiempo perdido el que he pasado sin amar a mi Dios! Mas quiero ya comenzar, y desde hoy mismo yo os amo, Salvador mío, pero os pido que vuestro amor supla mi frialdad.

II. El amor de Jesús es un amor puro y perfecto

El Corazón de Jesús nos enseña, no sólo a amar sin dilación, sino también a amar pura y perfectamente. Para amar dignamente a Dios, era menester ser Dios. En efecto. ¿Qué son los ardores de los serafines, el amor de todos los santos y ángeles para una bondad infinita? Pero he aquí que Dios nos promete un corazón nuevo que sabrá amarle dignamente (Ezech. xxxvi). Amarás a tu Dios y Señor con todo tu corazón (Marc. 12). Tal es el primero y el mayor de los mandamientos. Pero, ¿Quién le cumplirá con toda exactitud? ¿Quién ofrecerá al Señor ese amor puro y perfecto, que por tantos títulos nos pide?

Nuestro corazón es bien pequeño, y está corrompido además por el pecado. ¡Cuán poco digno es de la soberana Majestad! ¡Oh si a lo menos se lo diéramos todo entero! ¡Mas ah! ¡Cuán pocos son los que así lo hacen! ¿Dónde están los que aman a Dios solo por Él, y menosprecian todo lo demás, aun a sí mismos; qué no buscan sus intereses, y la propia satisfacción en los obsequios que le tributan; qué le son fíeles, lo mismo en la desolación que en los consuelos? ¡Oh! ¡Cuán difícil es encontrar alguno que sirva a Dios gratuitamente! Será preciso buscarlo en los últimos confines del mundo, dice el autor de la Imitación de Cristo. A lo menos reconozcamos con humildad que no hemos llegado a este grado de perfección.

III. El amor de Jesús es constante y eterno

Tal es la tercera cualidad del amor que arde en el sagrado Corazón de Jesús. El acto por el cual este corazón se refirió a Dios uniéndose íntimamente a Él, no ha sufrido ni sufrirá jamás interrupción. Jesús amó toda su vida, y en todos los instantes de ella. Nada ha sido capaz de distraer, interrumpir ni entibiar tan grande amor. Aun ahora sigue amando en la sagrada Eucaristía, y amará hasta el fin de los siglos y por toda la eternidad.

¡También aquí hallo una lección, y un motivo de humillación para mí! Si alguna vez me entrego a Dios, no tardo en quererme apropiar lo que una vez le había ofrecido.

¡Oh cuán pronto se entibia el fuego de la caridad que Dios comunica a mi alma!

Pero ¿quieres un remedio a vuestra inconstancia? Únete al Corazón de Jesús, aprende de él a amar a Dios sin dilación, a amarle sin reserva, a amarle sin cesar. Medita bien esas tres palabras.

¿Qué cosa más justa, ni más ventajosa?


Lectura

Imitación de Cristo, Libro III, Capítulo 34

El que ama a Dios gusta de Él en todo y sobre todo

¡Oh mi Dios y todas las cosas! ¿Qué quiero más, y qué mayor bienaventuranza puedo desear? ¡Oh sabrosa y dulcísima palabra para el que ama a Dios, y no al mundo ni a lo que en él está! ¡Dios mío, y todas las cosas! Al que entiende, basta lo dicho; y repetirlo muchas veces es gran alegría para el que ama; porque estando tú presente todo es alegría, y estando tú ausente todo es enojoso. Tú das la tranquilidad al corazón, y das gran paz y mucha alegría. Tú haces sentir bien de todo, y que se te alabe en todas las cosas. No puede cosa alguna deleitar mucho tiempo sin ti; y si ha de agradar y gustar de veras, conviene que tu gracia la asista y tu sabiduría la sazone.

A quien eres sabroso ¿qué no le sabrá bien? Y quien de ti no gusta ¿qué le podrá agradar? Mas, ¡ay!, que los sabios del mundo y los carnales desfallecen en tu sabiduría; porque en los unos se halla mucha vanidad, y en los otros la muerte. Mas los que te siguen con desprecio del mundo y mortificando su carne, éstos son los sabios verdaderos, porque pasan de la vanidad a la verdad y de la carne al espíritu. A estos tales es Dios sabroso, y cuanto bueno hallan en las criaturas, todo lo refieren a honra y gloria de su Creador. Pues diferente es y muy diferente el sabor del Creador y el de la criatura, el de la eternidad y el del tiempo, el de la luz increada y el de la luz iluminada.

¡Oh luz perpetua, que excedes a toda luz creada! Envía desde lo alto tal resplandor, que penetre todo lo íntimo de mi corazón; purifica, alegra, clarifica y vivifica mi espíritu con todas sus potencias, para que se una contigo con júbilo de mi alma. ¡Oh cuándo vendrá esta bendita y deseada hora, para que tú me sacies con tu presencia, y me seas todo en todas las cosas! Entretanto que esto no se me concediere no tendré cumplido gozo. Mas, ¡oh dolor! que vive aún el hombre viejo en mí, y no está del todo crucificado, ni está del todo muerto; aún codicia fuertemente contra el espíritu; mueve guerras interiores, y no consiente esté en quietud el reino del alma.

Mas tú que dominas el poderío del mar y amansas el movimiento de sus ondas, levántate y ayúdame. Destruye las gentes que buscan guerras, quebrántalas con tu virtud. Ruégote que muestres tus maravillas y que sea glorificada tu diestra, porque no tengo otra esperanza ni otro refugio sino a ti, Señor Dios mío


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