Trígesimo segundo año de la vida de Jesús

La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.

Misericordia del Corazón de Jesús con los pecadores

	1. Imagina a Jesús recibiendo a los pecadores con amor, a la manera que recibió el padre al hijo pródigo, abrazándole y estrechándole contra su corazón. 2.Padre mío, no soy digno de que me llamen hijo vuestro; pero a lo menos consentid en que sea del número de vuestros criados (Luc. 15).

I. Jesús muestra su misericordia en el esperar

Jesús manifiesta su misericordia aguardando con paciencia la vuelta del pecador. He aquí, le dice, que estoy llamando a la puerta de tu corazón (Apoc. 3). ¡Cómo, Señor! ¿A la puerta de nuestro corazón estáis? Pues no sois Vos el dueño? ¿A caso conviene a vuestra dignidad el esperar? ¡Oh bondad! Queréis que os abramos espontáneamente, con toda libertad, de nuestro buen grado la puerta de nuestro corazón destinado a ser templo vuestro. Pero ¡ay Señor! ¡Cuántas veces os veis obligado a esperar largo tiempo! Jesús llama a la puerta una, y otra, y muchas veces sin cansarse. Pasan años enteros, y Jesús sigue esperando. Lo mismo hace en la Eucaristía, también allí aguarda: noche y día su Corazón abierto nos está ofreciendo los tesoros con que desea enriquecernos; mas ¡oh dolor! él aguarda en vano. Nadie piensa en Jesús, nadie acude a él, nadie se presenta a recibir sus favores... “¡Dichoso aquel, que lejos de hacer esperar al Salvador, vela por el contrario a las puertas de su morada, y escucha por si percibe el sonido de su voz! porque Él se anticipa a los que le desean, y sale al encuentro del que le busca. Cualquiera que desde el amanecer dirige a Él su pensamiento no pondrá mucho trabajo en encontrarle, pues le descubrirá esperando a la puerta de su corazón” (Sap. 6). Ahora bien: ¿no está Jesús aguardando largo tiempo que yo le abra de par en par este miserable corazón mío? ¿Pues qué hago, que no se lo entrego enteramente?

II. Jesús muestra su misericordia en buscar

El Salvador no se da por satisfecho esperando con paciencia, sino que va en busca del pecador, y llama repetidas veces a su puerta, a fin de que le abra; y en esto resplandece en gran manera su misericordia.

Jesús vino del cielo a la tierra para buscar al hombre pecador, reduciéndolo al camino de la virtud, que es el de la bienaventuranza. Su ocupación durante los días de su vida mortal fue correr tras las ovejas extraviadas de la casa de Israel (Mattb. 15 ). El Hijo del hombre, dice Él mismo, vino a buscar y salvar lo que estaba perdido (Matth. 18).

¿Y qué es lo que hace en la sagrada Eucaristía? Como pastor caritativo espera a sus ovejas, teniéndolas preparados pastos deliciosos. Pero no se contenta con esperarlas; las convida, las llama, sea por sí mismo, sea por medio de sus enviados: Estos que son sus ángeles y sus apóstoles, van de orden suya en busca de los pecadores, al mismo tiempo que Jesús los solicita con su gracia, para que vengan a Él y se le entreguen. ¿No oyes tú su voz? ¿No sientes cómo llama a la puerta de tu corazón? Sí, llama; llama, para pedirle ese sacrificio que tú le rehúsas; llama para reclamar de tí, más generosidad, más confianza; para encargarte más modestia, más recogimiento, más silencio; llama, para reprender tu disipación, tu negligencia, tu sensualidad; llama en fin, para quejarse de tu reserva y de tu desconfianza. Atiende a la voz siempre misericordiosa de Jesús, y no quieras endurecer tu corazón.

¡Oh Señor! no os canséis de mí, ni os ofendáis por mi interminable tardanza.

Llamad, ¡oh Dios mío! llamad, y si veis que me hago el sordo, llamad tan recio que me forcéis a abriros. Llamad, aunque sea con vuestro cayado. Me he extraviado, como oveja perdida; buscad, ¡oh Dios mío! a vuestro siervo (Ps. 118). Así lo confió de vuestra bondad, y de vuestro amor.

III. Jesús muestra su misericordia en recibir al pecador

El Salvador divino se muestra principalmente misericordioso con aquellos que escuchan su voz, y le abren las puertas de su corazón. Si alguno, dice, me abriere la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo (Ap. 3). Parece, que después de haber desesperado mucho tiempo, debía el Corazón de Jesús, mostrarse tibio, y andar escaso en repartir sus dones; pero no es así.

Observa cómo trata al hijo pródigo: movido a compasión corre hacia él, le tiende los brazos, le estrecha en ellos, y le da el ósculo de paz (Luc. 15).

¡Oh castos y deliciosos abrazos de Jesús! Alma mía, ¡de qué favores tan regalados te privas, cuando rehúsas abrir la puerta tu Salvador! ¿Por qué te obstinas, en huir del divino Pastor que te sigue? ¿Qué temes de Él? Vuelve, vuelve a sus brazos; y dale el consuelo de poderte llevar de nuevo a su redil. Ábreme hermana mia, te dice Jesús: ¿qué has de hacer, sino lo que hizo la esposa de los cantares? Me levantaré, dijo, para abrir a mi amado (Gant. 5). Sin embargo, no creas que es bastante el mostrarte fiel y dócil a su voz; es necesario que aprendas la lección importante que Jesús te da, esperando, buscando y recibiendo a los pecadores. Aprende cómo debes tratar a los que te molestan, a tus inferiores, a las personas incultas, y hasta a aquellos cuyos vicios, defectos y desagradecimientos te inspiran desprecio o repugnancia. ¡Oh! ¡Cuán diferente del nuestro es el Corazón de Jesús! ¡Cuán grande es su misericordia, y cómo sabe amar, y perdonar! Así nos trata nuestro Dios: y ¿cómo debemos tratar nosotros a nuestros hermanos?

Lectura espiritual

Imitación de Christo, libro III, capítulos 20 y 50 Disponible en este link.

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Créditos:
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús (con menores adaptaciones).