Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 27
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Vigésimo séptimo año de la vida de Jesús
La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.
Humillaciones y gloria del Corazón de Jesús
1. Imagina a Jesu-Christo, recibiendo de los ricos el salario de su trabajo, o alimentándose humildemente con los restos de la mesa de un amo. 2.¡Oh divino Salvador! ¿es posible, que viendo como Vos os humilláis, yo me quiera todavía ensoberbecer? Sufrir y ser despreciado por vuestro amor, os diré con un Santo, es todo lo que os pido. |
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I. Profundidad de las humillaciones de Jesús
Humillaciones del Corazón de Jesús, llevadas hasta donde podían llegar. El primer paso del Salvador en el camino de las humillaciones fue hacerse hombre: El Verbo se hizo carne. Considerando el Apóstol la inmensa distancia que separa la divinidad de la humanidad, llama a la encarnación anonadamiento Se anonadó a sí mismo… (Phil. II). Pero esto, incluso no le pareció suficiente a Christo. Habría podido nacer en medio del poder y grandeza; y sin embargo, toma la condición de esclavo, que es lo más vil que hay en el hombre: ...Tomando forma de siervo (Phil. II). No vino para ser servido, sino para servir (Math. XX). Fue más allá: quiso ser un hombre despreciado, el último de los hombres: Despreciado y el postrero de los hombres (Is. LIII). Aun más, se reconoce menos que hombre: un gusano de la tierra: Mas yo soy gusano, y no hombre: ① (Ps. XXI) el oprobio de los hombres, y desecho de la plebe. Por último: fue tratado como un mentecato, llevando las insignias de tal. ¿Es bastante ya Salvador mío? No: todavía no basta. Jesús, desciende más, echando sobre sí nuestras iniquidades, y consintiendo en cargar con la responsabilidad, la vergüenza, y la ignominia de ellas. Y no parece un pecador como quiera, sino un reo: con los malvados fue contado (Is. LIII); es pospuesto a Barrabás, crucificado entre dos ladrones, y objeto de maldición a los ojos de Dios: hecho por nosotros maldición (Gal. 3). Nos pareció, dice el Profeta, como un leproso, y como un hombre herido de la mano de Dios y humillado (Is. 53). ¿De cuánto menosprecio no fue el blanco, durante su vida mortal? No sólo rehúsan los hombres confesarle por Dios, sino que al contrario, le acusan de sedicioso y le condenan. Unos le calumnian, otros le blasfeman, no falta quien le hace traición, y hasta sus amigos le abandonan.
Lo que Jesu-Christo padeció durante su vida mortal, lo padece aun en su vida eucaristía, expuesto como está a tantas profanaciones. ¡Oh Dios! ¿Quién puede comprender tal exceso de humillación? ¿Qué palabras bastarán a explicarla, sino diciendo con el Profeta: ¿Será harto de oprobios? (Thren. III).
Hagamos alto aquí, alma mía. ¿Quién merece más la humillación, el que es realmente pecador o el que lleva solamente la apariencia del pecado? ¿Hay humillaciones en la tierra que yo no merezca? ¿Hay desprecio, de que yo no deba ser objeto, con más razón que Jesu-Christo? y sin embargo, ¿cuál no es mi delicadeza y mi susceptibilidad? ¡Oh ciega soberbia! ¿Qué podemos responder los que meditamos estas verdades? Si no hemos perdido del todo el buen sentido, reconozcamos con sinceridad que se nos guardan demasiadas atenciones. No basta: amemos la humillación, ya que ella imprime en nosotros un rasgo de semejanza con Jesu-Christo, nuestro Señor y Maestro.
① Aparezco como la persona más vil y despreciable. Mattri observa que leyéndose en el hebreo, la palabra no significa el gusano en común, sino el de la escarlata, y que los hebreros para significar un pecador decía que estaba teñido de escarlata; el sentido de estas palabras debe ser: Yo ya no parezco hombre, sino un gusano de escarlata; porque eran tantos los pecados y maldades de los hombres de que estaba cubierto por nuestra causa el Redentor, que no podía llamarse hombre teñido de escarlata, sino el mismo gusano de que se saca, porque se consideraba a la vista del Padre cubierto de los pecados de todos.
II. Sublimidad de la gloria de Jesús
Acabáis de ver los extraordinarios abatimientos, las inconcebibles humillaciones del Corazón de Jesús; consideremos ahora su gloria, que no es menos admirable. Si la sentencia pronunciada por el Salvador divino de que todo aquel que se humilla será ensalzado, es verdadera respecto de los santos, también se verifica, y de una manera más excelente, en el Santo de los santos.
Efectivamente: mientras Jesu-Christo se hace esclavo por nosotros, su Padre le corona como Rey del universo, poniendo a sus órdenes la naturaleza toda. Si los tribunales de la tierra, le hacen comparecer para juzgarle y condenarle, Jesús vendrá un día a juzgar a los vivos y a los muertos. En tanto que los pecadores le aborrecen y blasfeman, el Padre Eterno tiene en Él sus complacencias, y le declara Hijo suyo muy querido.
Si le dan la muerte de una manera tan indigna como cruel, esa misma muerte se trueca para Él en un manantial de gloria, y para nosotros en causa de salvación eterna; y luego millones de mártires le ofrecerán el homenaje de sus vidas, confesando su nombre en medio de los más horribles tormentos. Y si bien los judíos se muestran satisfechos de haberle sacrificado a su odio, en cambio le invocan las naciones, y su sepulcro es glorioso (Is. XI): su nombre, objeto de tantas blasfemias, es glorificado sobre todo nombre, teniendo que doblar ante él la rodilla cuanto hay en el Cielo, en la tierra, y en el abismo (Phil. II): hasta sus mismos enemigos finalmente se han postrado a sus pies.
Y lo que es aun más admirable, recibirá lodos esos homenajes en la divina Eucaristía; porque en efecto, oculto allí bajo las apariencias de pan, ve a los pueblos que postrados a sus pies, le rinden el tributo de su fé y de su amor, indemnizándole los ángeles, cuando los hombres se rehúsan a tributarle estos honores. Y si esto parece poco, la eternidad entera tributará bendiciones y alabanzas a Jesús nuestro Salvador. Eternamente los ángeles y los santos harán resonar las celestiales bóvedas, con este himno de triunfo: Digno es el Cordero que ha sido sacrificado, de recibir el poder y la divinidad... y el honor, y la gloria, y la bendición (Apoc. V).
¿Quieres tener parte en la gloria de tu Maestro? Pues participa de sus humillaciones. Claramente lo dice san Pablo: “hemos venido a ser como la basura del mundo y la escoria de todos” (I Cor. IV). Observad cómo los apóstoles iban gozosos al considerar que se les había tenido por dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús (Act. 5). Preguntó el Señor en cierta ocasión a san Juan de la Cruz qué recompensa quería recibir por los grandes trabajos que había emprendido por su gloria: Señor, respondió el Santo: padecer, y ser despreciado por Vos. ¡Oh! ¡Cuán diferentes son mis sentimientos! Lo que yo quiero es ser coronado y glorificado con Jesu-Christo; pero ni pienso siquiera en beber el cáliz de sus humillaciones. Oh divino Señor, no atendáis a mis repugnancias; dadme parte en vuestro anonadamiento: que todo lo sufriré con gusto, con tal que hagáis mi corazón conforme al vuestro.
Lectura espiritual
Imitación de Cristo, libro III, capítulo 10 Disponible en este link.
Créditos:
Eli, Eli, lama sabachthani!!.
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús (con menores adaptaciones).
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