Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 26

in #spanish7 years ago

Vigésimo sexto año de la vida de Jesús

La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.

Vida de combate del Corazón de Jesús

1. El hombre no puede recobrar sus derechos al cielo, sino obteniendo una gloriosa victoria de sus pasiones. Imagina a Jesu-Christo, como a un caudillo valeroso, que nos enseña a pelear, y nos invita a seguirle diciéndonos: al que triunfe, le daré un maná escondido, y un nombre nuevo (Apoc. II).

2.Dile de todo corazón: Señor, os seguiré a cualquier parte donde fuereis (Matt. VIII).

I. Jesús triunfa del mundo

La vida del hombre sobre la tierra es, dice Job, una continua pelea. Dura necesidad; pero Jesús ha querido dulcificarla, enseñándonos a sacar provecho de ella. Todos estamos como en un campo de batalla, donde ha de haber cada día combates y victorias. El primer enemigo que se presenta en él, es el mundo; el mundo con los errores y los engaños de que se sirve, para extraviarnos y seducirnos; con los terrores y amenazas que emplea, para detenernos en el camino de la virtud; con el cebo de falsos placeres con que nos brinda, para llevarnos por el camino de la perdición; porque tales son, según san Agustín, las tres armas con que el mundo nos acomete, para perdernos: engaños, amenazas y placeres. El mundo condenado tan expresamente por Jesu-Christo, no dejó de esgrimir contra Él estas armas suyas; pero el Salvador divino, se burló de él, y lo venció también por nosotros. Así nos lo dice Él mismo: Tened confianza; yo he vencido al mundo (Jo. XVI). Pero ¿cómo nos libraremos nosotros de los lazos de ese enemigo tan temible? Jesús nos lo enseña, oponiendo a los errores del mundo, su verdad eterna; destruyendo los efectos de sus amenazas, con la perspectiva de males infinitamente más terribles, reservados a los cobardes, y de la gloria prometida al vencedor; disipando en fin, los encantos de sus halagüeñas palabras; haciendo ver su vanidad, señalando al alma fiel, la fuente de la verdadera dicha. ¿Has aprendido tú, a hacer uso de esas armas, que el divino Salvador ha puesto en tus manos? ¡Ah! El Caudillo celestial desde el sagrario te anima a la pelea: ve, a adquirir fuerzas al pie de los altares...

II. Jesús triunfa del demonio

Otro enemigo se presenta: ese enemigo es el demonio. ¿Se atreverá a acometer a Jesu-Christo? ¿Le permitirá este divino Señor que se aproxime a su sacratísima persona? ¿Se humillará hasta el exceso de querer someterse a la tentación? ¡Oh bondad infinita de mi redentor Jesús! Para consolar a sus siervos, expuestos a penosos, importunos y humillantes ataques, quiso ser tentado; quiso serlo también, para enseñar con su ejemplo, la conducta que deben seguir aquellos en las tentaciones; quiso serlo en fin, para animar a sus hijos, para santificar sus tentaciones, y merecerles la gracia de salir victoriosos de la pelea. Con este objeto fue conducido por el Espíritu al desierto, para ser tentado; a este fin, permitió que el demonio le llevase al pináculo del templo, y a la cima de la montaña. Las armas de que se valió Satanás contra Jesu-Christo, fueron sensualidad, vana presunción y ambición. Quedó vencido el diablo, retirándose por algún tiempo; pero no debió contentarse con este intento, supuesto que san Pablo nos asegura, que nuestro Pontífice Santo, compadeciéndose de nuestras miserias, fue tentado de todas maneras, para servimos de ejemplo; aun que sin pecado alguno de su parte (Hebr. IV).

Consuélense, almas fieles, Jesu-Christo fue tentado de todas las maneras. Tengan valor, almas débiles y pusilánimes, Dios no permitirá que sean tentadas más allá de lo que pueden resistir sus fuerzas. Y ustedes, generosos atletas de Jesu-Christo, regocíjense: bienaventurado, dice el apóstol Santiago, aquel que sufre la tentación; porque después que fuere así probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman. Tengan, dice en otra parte, por objeto de sumo gozo el caer en varias tribulaciones, sabiendo que la prueba de su fé, ejercita la paciencia; y que la paciencia, perfecciona la obra; para que vengan a ser perfectos y cabales, sin faltar en cosa alguna (Jac. I). El soldado valiente, ¿no se cree afortunado, cuando puede distinguirse en el servicio de su rey? ¡Oh! ¡Cuántas personas se afligen de aquello mismo que constituye su mérito, las conserva en la humildad, mantiene su fervor, excita su vigilancia, y prepara su corona!

III. Jesús triunfa de las pruebas a que su Padre le somete

Hay otro género de tentaciones más penosas, y son las que vienen inmediatamente de Dios, es decir: las pruebas a que expone la fidelidad de sus siervos. La vida de los santos nos presenta de ello innumerables ejemplos, pues debían guardar semejanza con su cabeza; De todos los tormentos que padeció el Corazón de Jesús, fue el más cruel aquel aparente desamparo de su Padre, que le arrancó en la cruz aquella sentida y amorosa queja : ¡Dios mío, Dios mío, porqué me habéis desamparado! (Matt. XXVII). También entre todas las penas que suelen padecer las almas justas, la más sensible para ellas, es la de creerse rechazadas y abandonadas de Dios, enemigas suyas, y objetos de su aborrecimiento. Mas también en esta tribulación, les ofrece el Corazón de Jesús, un modelo de paciencia, y un motivo de confianza. Después de haber pedido el Salvador a su Padre que pasara de Él, el cáliz de la pasión, añadió al punto: pero cúmplase tu voluntad, y no la mía. En este ejemplo hallarán las almas piadosas el valor que hubieren de necesitar para sobrellevar tan terrible padecimiento: la devoción a este Corazón sagrado endulzará sus penas y les abrirá un asilo seguro contra la indignación divina (Ps l. XXX). Bienaventuradas las almas, que Dios juzga dignas de semejantes pruebas, si ellas se mantienen fieles.

Lectura espiritual

Imitación de Cristo, libro III, capítulo 56 y 35 Disponible en este link.






Créditos:
No he venido a sembrar paz, sino espadas.
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús (con menores adaptaciones).

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