Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 23
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Vigésimo tercer año de la vida de Jesús
La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.
Mansedumbre del Corazón de Jesús
1. Imagina al Salvador lleno de dulzura, y bondad, atento en su trato, e indulgente para con todos. 2.Pídele a este divino Señor, que pues ha querido por su mansedumbre ser llamado cordero, nos haga participantes de sus sentimientos. |
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I. Mansedumbre de corazón
Jesús es manso de corazón. Él mismo lo ha dicho (Matth. 11). El corazón efectivamente es donde la mansedumbre debe establecer su reinado y ejercer su imperio, por cuanto allí es donde una multitud de pasiones violentas, levantan contra esta virtud, las más terribles tempestades. Allí es donde las injusticias y contradicciones de los hombres, las molestias y los trabajos de la vida, las tribulaciones y adversidades de toda especie, la combaten con dureza. Es verdad que en el Corazón de Jesús, estaban las pasiones perfectamente sumisas a la razón; pero ¿cuántas amarguras interiores, y qué indignación debían al parecer excitar en él la obstinación y endurecimiento de los pecadores, el rencor y calumnias de sus enemigos, y la vil hipocresía de los Fariseos? A pesar de esto el Salvador divino siempre estuvo lleno de mansedumbre; y si tal vez se irritó contra el vicio, no tuvo más que bondad e indulgencia para los pecadores. No sabéis a que espíritu pertenecéis, les dijo a sus apóstoles porque le pedían usara su poder haciendo bajar fuego del cielo contra los que no querían escuchar su predicación.
¿Cómo practico yo esta virtud? Que lo digan mis pensamientos y juicios tan poco favorables a mi prójimo, mis aversiones y repugnancias, la frialdad y la dureza con que le trato. ¡Cuán opuestos son los movimientos de mi corazón a la benignidad de Jesús! Él siendo todo un Dios infinitamente santo y perfecto, ejerce la mansedumbre con los más grandes pecadores; y yo lleno de miserias, cargado de tantas faltas, no quiero ser indulgente ni con sus siervos y amigos.
II. Mansedumbre en las palabras
La mansedumbre del corazón se manifiesta naturalmente en la mansedumbre de las palabras: De la abundancia del corazón habla la boca (Matth. 12). La falsa caridad, dice san Gregorio, engendra indignación; pero la caridad verdadera, es madre de la compasión con los pecadores. ¡Con cuánta bondad y dulzura no trataba el divino Maestro a sus apóstoles, groseros e ignorantes como eran! No leemos que haya reprendido con aspereza a San Pedro por su negación. A Judas, siéndole traidor, le dio el nombre de amigo, y se dejó abrazar por él. En la cruz no salen de sus labios sino palabras de mansedumbre y de misericordia contra los mismos que le insultan. Padre mío, exclama, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Luc. 23). “Cuando le maldicen, bendice; y cuando le hacen padecer, no amenaza” (I. Petr. 2). “Como el cordero en manos del que le trasquila, no abre la boca para quejarse” (Is. 53).
¡Oh! ¡Qué modelo de mansedumbre! Bien tiene derecho de decirnos: Aprended de mí que soy manso de corazón.
Pero ¡ay! ¡Cuán pocos imitadores tienen sus ejemplos! Le parecería que no tenía la razón de su parte, al que no devolviese injuria por injuria, y desprecio por desprecio. ¿Son muchos los que se contengan y guarden silencio; los que sepan responder con dulzura en semejantes ocasiones; los que se acuerden de rogar por los que les persiguen y ultrajan? ¡Oh! ¡Cuán amargo es nuestro celo! ¡Cuán duro e iracundo nuestro lenguaje! Esto prueba lo lejos que nos hallamos de la divina dulzura de nuestro divino Salvador.
III. La conducta de Jesús para con el prójimo estuvo llena de mansedumbre
¿Qué cosa hay más dulce que el nombre mismo de Jesús que lleva? Pero quiere además ser llamado Cordero de Dios, Agnus Dei; amigo de pecadores y publícanos (Matth. 11). Si toma el título de rey, tiene cuidado de advertir, que es Rey lleno de mansedumbre (Matth. 21). Jesús empezó a ser manso desde su niñez. Cuenta san Dionisio que los otros niños al hablar de Jesús se decían entre sí: vamos a la mansedumbre. El Salvador fue manso además en su vida pública con los pecadores. De él se dijo que no quebraría la caña que ya está cascada, ni apagaría la mecha que aun humea (Matth. 12). Fue manso con sus verdugos, y con sus más encarnizados enemigos; dando por ellos su sangre, y sacrificando su vida... Y en la Eucaristía ¿cuánta no es su mansedumbre con los mismos que le vienen a insultar?
Examina cuál es tu conducta con las personas a quienes tratas. ¿No sería cosa intolerable que el esclavo, que el vil pecador se mostrara impaciente, iracundo con sus hermanos, a quienes Jesucristo ama, y por los cuales quiso morir? ten presentes aquellas palabras del Salvador: Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra (Matth. 8). ¿Y qué tierra, dice san Agustín, sino la tierra de los vivientes? No olvides que tú serás tratado por Dios, como tú trates al prójimo. Si usas de mansedumbre con tus hermanos, manso será contigo Jesús, ¡Oh! ¡Qué pensamiento tan consolador! Acostúmbrate a no juzgar mal de nadie, y a hablar con amabilidad y dulzura a todo el mundo.
Lectura espiritual
Imitación de Cristo, libro IV, capítulo 3 disponible aquí.
Créditos:
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús (con menores adaptaciones).
Buen post. Y , si , la Caridad ante todo. Gracias!