Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 22
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Vigésimo segundo año de la vida de Jesús
La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.
Resignación del Corazón de Jesús en las manos del Padre Eterno
1. Imagina a Jesús, entregado pacíficamente a las ocupaciones mecánicas, propias de la condición humilde a que se había sujetado, esperando tranquilamente el momento señalado por su Padre para anunciar el Evangelio. 2. Pídele esa misma sumisión llena y entera, junto con la abnegación de tu voluntad, fruto de una viva confianza en la bondad y en la Providencia de Dios.
I. Fundamento de la resignación, la Providencia
El fundamento de esta resignación, es el dogma de la Providencia divina. Entre las verdades de la religión, ninguna hay mas importante, ni mas a propósito para consolar el corazón del hombre, que el dogma de la Providencia. Por eso, nuestro Señor Jesucristo, ha tenido cuidado de inculcárnoslo con tanta eficacia.
”Reparad, nos dice, las aves del cielo, como no siembran, ni cosechan... vuestro Padre celestial las mantiene. Contemplad los lirios del campo como crecen... Si Dios tiene cuidado de la flor de un día, destinada al fuego ¿cuánto más lo tendrá de vosotros, hombres de poca fe? Todos vuestros cabellos están contados: no temáis, pues; que mas valéis vosotros, que las aves del cielo; y sin embargo, ninguna de ellas cae, sin la voluntad de vuestro Padre celestial” (Matth. 6).
¿Qué temes pues, hombre? ¿No es Dios tu rey, tu pastor y tu padre? Si Su providencia se extiende hasta las cosas más menudas en el orden natural ¿podrá mostrarse indiferente con lo que pertenece al orden sobrenatural?...
¡Oh dulce, oh preciosa verdad! ¡Oh fundamento indestructible de mi confianza! Mis intereses todos, están en las manos del mejor Padre: Él conoce lo que me es útil: puede y quiere proporcionármelo, porque me ama; ¿qué es lo que temo?
Dejémosle pues hacer; y ya que estamos seguros de su amor, démosle gracias por todo cuanto se dignare enviarnos, sean prosperidades o tribulaciones.
II. Ejemplo de esta resignación en Jesucristo
Como si no fuera bastante enseñarnos esta verdad, Jesucristo ha querido excitarnos a practicarla con su ejemplo, y nos la muestra como grabada en su propio Corazón. Puede decirse, que su vida entera, no es más que un acto continuo de resignación a la voluntad de su Eterno Padre. Oigámosle cómo se expresa por boca del profeta Rey: “Desde el seno de mi Madre, fui arrojado en vuestros brazos, ¡oh Dios mío! (Ps. 21). En Vos busqué mi fuerza y mi apoyo (Ps. 70). A vuestro amor he confiado mi suerte (Ps. 30)”. Estos sentimientos le acompañaron toda su vida. “Yo soy, dice, un pobre mendigo; pero el Señor cuida de mí” (Ps. 39). Hasta su última palabra encierra un acto de resignación entera de sí mismo: “Padre mío, dijo, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Luc. 23).
Contempla al Salvador divino, descansando en la solicitud de María y de José para todo lo que le concierne, y dejándoles el cuidado de su alimento, de su abrigo, y hasta de su misma vida, cuando un Rey impío le persigue para quitársela. Contémplale también ahora, en la sagrada Eucaristía, puesto a disposición de sus sacerdotes, dejándose llevar, y administrar a cuantos lo piden; tratar, manejar de la manera que se quiere, permaneciendo de este modo en la constante práctica de una total resignación.
¡Oh Jesús! ¡Qué ejemplo ponéis a mi vista todos los días; y cuán expresamente condenáis las restricciones que empleo cuando se trata de resignar en Vos mi voluntad! Vos, Señor, os entregáis a mí; y yo rehusó entregarme a Vos.
III. Efectos que produce en nosotros esta resignación
Alma fiel ¿quieres complacer a Jesucristo? conságrate a su Corazón; entrégate a su amor; confíale tus intereses. Son pocas las personas, dice san Francisco de Sales, que llegan a entregarse perfectamente a Dios; y sin embargo todas deben aspirar a ello:
Semejante estado supone una indiferencia perfecta y tal, que realmente no se tenga otra voluntad, que la voluntad divina, tanto en la salud como en la enfermedad, en las penas como en los regocijos, sin que ni las tentaciones, ni las sequedades, ni las repugnancias le hagan titubear. Este abandono entero de sí mismo es la virtud de las virtudes, la flor de la caridad.
La entrega de sí a Dios asegura la igualdad de ánimo en medio de los diversos acontecimientos de la vida, de modo, que sin ella cambiamos de un día a otro con tanta facilidad, como cambian las cosas que nos tocan.
También asegura el perfecto cumplimiento de los designios de Dios sobre el alma. En los trabajos, es preciso que uno se tenga a sí mismo a raya, como el médico al enfermo. Si desordenas el taller en que trabaja un operario, impides que éste siga su tarea con utilidad. ¡Oh! ¡Cuán poderosa debe ser esta consideración para ponernos en las manos de Dios! Dejémosle hacer y no tras tornemos sus planes. Sepamos esperar, hacer, y sufrir, adoptando por divisa aquel dicho de Abrahán a su hijo Isaac: Dios proveerá (Gen. 22). Dejad a Dios el cuidado de todo lo que os pertenece ya que, como dice el Príncipe de los apóstoles, Dios cuida de vosotros (I. Petr. 5).
Lectura espiritual
Imitación de Cristo, libro III, capítulo 37 disponibles en este link.
Créditos:
Providencia.
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús. (con menores adaptaciones)
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