Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 2
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación Oh Jesús, amable Salvador mío, que os habéis hecho hombre y habéis pasado treinta y tres años en esta tierra miserable para enseñarnos el camino del cielo: hacedme la gracia de que honre este SEGUNDO año de vuestra vida, practicando las virtudes de que Vos me dais ejemplo. Enseñadme a imitar vuestro sagrado Corazón. ¡Oh Jesús! ya que sois mi modelo, mi maestro, mi Redentor y mi Padre, dignaos alumbrar mi entendimiento, purificar mi corazón, y fortalecer mi voluntad. Gobernad, dirigid, y santificad todas mis acciones; enseñadme a hacer buen uso de las potencias de mi alma, y de los sentidos de mi cuerpo. ¡Oh buen Jesús! estad siempre presente a mi imaginación; haced que mis labios pronuncien a menudo vuestro adorable nombre; que mi corazón se ocupe sin cesar en vuestro amor; que no desee, ni busque más que vuestra gloria en todas las cosas; que no trabaje ni viva sino por Vos. Esta gracia también os la pido para todos los hombres. ¡Cuán pocos son los que os aman sinceramente!
¡Jesús! ¡Oh buen Jesús! ¡Oh Salvador mío! ¡Mirad el género humano agobiado bajo el peso de sus miserias, o más bien de sus crímenes! ¡Acordaos de los que habéis querido tener por hermanos! ¡Acabad vuestra obra, teniendo piedad de nosotros! Os lo pido amable Redentor mío, mi única esperanza, por los méritos de vuestra santa vida, de vuestra dolorosa pasión, de vuestra preciosa muerte y de vuestra resurrección gloriosa. Os lo pido por el dulce nombre que lleváis, por vuestro sagrado Corazón que tanto nos ha amado, y del que os dignáis hacernos entrega para que nos sirva de asilo y de refugio; y para que sea nuestra fortaleza y esperanza, en estos aciagos días. Os lo pido por la intercesión de vuestra santísima Madre, que lo es también nuestra. Os ofrezco con esta intención, mis obras y trabajos de este día, unidos a vuestras obras y trabajos, y sobre todo al adorable sacrificio del altar que se renueva a cada instante en una u otra parte de la tierra. ¡Oh Jesús! oíd, escuchad a vuestros hijos, tened misericordia de nosotros...
¡Corazón dulcísimo de Jesús! haced que de cada día os ame mas. ¡Oh María concebida sin pecado, rogad por nosotros que acudimos a Vos!
Día 02 - Segundo año de la vida de Jesús
Generosa entrega del corazón de Jesús
1. Imagina a Jesús en los brazos de María, que lo presenta a Dios su Padre, y se ofrece a Él con su Hijo. 2. Pídele al Divino Salvador la gracia de adoptar las disposiciones de su adorable corazón. Aquí estoy oh Dios mío.— He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra. |
---|
I. Consagración pronta
El acto primero del sacrificio es la aceptación de él. Por aquí empezó Jesús su carrera mortal y su oficio de Redentor. Oigamos las palabras que dirigió a su Padre al entrar en el mundo, según dice san Pablo: Sacrificio, y ofrenda no quisiste mas me habéis dado un cuerpo mortal. Entonces dije: Heme aquí que vengo: en el principio del libro está escrito de mí: Para hacer, oh Dios, tu voluntad (Hebr. X).
Para comprender bien la excelencia de esta aceptación por parte del Corazón de Jesús, basta pensar que Él conocía toda su extensión; que la apreciaba en todo lo que valía; que no se le ocultaba ninguna de sus consecuencias, y que no obstante, ni dudó, ni vaciló un momento. El primer paso que dio en la carrera de su vida, fue bastante para adquirir infinitos méritos, puesto que con ese solo acto abrazó cuantos sacrificios le esperaban; de antemano los quiso y voluntariamente los aceptó.
¡Oh! ¡Cuán importante es entrar en el servicio de Dios con generosidad, entregándose a Él enteramente desde el principio! ¡Desdichadas almas aquellas que cobardes o indiferentes se pelean sin cesar con la gracia, dándole lo menos que pueden! ¿Quién podrá saber cuántos y cuán ricos tesoros pierden, cuántos y cuán grandes sinsabores se preparan, la injuria que hacen a Dios, y el obstáculo invencible que oponen a su perfección!
Oh tú que lees esto, examina si te hallas en el número de estas almas infortunadas, que arrastran con trabajo el peso de su abatimiento y de sus remordimientos. Si por desgracia fuera así, acude al Corazón de Jesús por el remedio de tu indiferencia, comenzando de una vez a servir a Dios seriamente.
II. Consagración entera
Considerad ahora en qué consiste el sacrificio de Jesús en esta ofrenda que hace de Sí mismo. Dispuesto a ofrecerlo todo, todo lo acepta. Está pronto a emprenderlo todo, a ejecutarlo todo, a sufrirlo todo, con resignación. La larga y penosa serie de trabajos, de padecimientos y de humillaciones que le aguarda, se halla patente a sus ojos, descubriendo con anticipación las persecuciones, las calumnias, los desprecios y tormentos que los hombres le preparan. Ha visto su ingratitud, su incredulidad, su malicia y su sacrílega audacia; ha contado todos los tiros a que estará expuesto en el sacramento de su amor hasta el fin de los siglos. Todos estos innumerables golpes han lastimado su corazón. ¡Dios mío! exclamó: Vos me habéis dado mi cuerpo; heme aquí. Las demás victimas no os agradan; porque no pueden aplacar vuestra cólera, ni satisfacer vuestra justicia. Padre mío, aquí me tenéis. Vengad en mí los crímenes de todos los hombres, Mas me habéis dado cuerpo (Heb X), Dios mío, así lo quise (Deus meus, volui
Salmo XXXIX), yo consiento en ello. Mi corazón está preparado (Salmo LVI).
¡Alma cristiana! ¡Alma religiosa! Ahí está vuestro modelo. Aprended a darlo todo a Dios, y a recibirlo de él todo; a emprenderlo todo en servicio suyo, y a sufrirlo todo por su amor. ¡Ah! quizá temáis; quizá no os resolváis a ofreceros como Jesús se ofreció: quizá no oséis aceptar sin restricción... Pero ¿qué teméis? ¿Os pedirá Dios más de lo que os convenga dar? ¿Os impondrá cruz más pesada que la que podéis llevar? Decid como Jesús; aquí me tenéis, Dios mío; mi corazón está preparado. ¡Oh! ¡Si yo pudiera así complaceros, correspondiendo a vuestro menospreciado amor!
III. Consagración continua
No es esto bastante. El Corazón de Jesús nos enseña a dar el último y más importante paso en esta vía de aceptación. Lo que el Salvador divino pronunció al entrar en el mundo, lo repitió en cada instante de su vida mortal; lo dijo en los brazos de su Madre; lo volvió a decir en el templo; lo repitió en la cruz, y lo repite constantemente en la santa Eucaristía. Constantemente se halló dispuesto a la aceptación y a la ofrenda, a la resignación y al sacrificio, y en esta disposición le vemos constantemente en los altares.
Pero, ¡ay! por desgracia el divino Maestro encuentra muy pocos imitadores de su generosidad. Pocas son las almas que se dan a Dios cuando las llama; menos son aún las que se entregan a él enteramente. Y muy rara la que, después de haber hecho donación de sí, no la retracta. ¿A caso se encuentran muchas personas que tengan decidido decir todos los instantes de la vida, en las circunstancias más penosas, en medio de las pruebas y a vista de los sacrificios: Dios mío, aquí estoy; Dios mío, tomad, recibid; todo es vuestro; dadme, enviad cuanto queráis; disponed de mí a vuestra voluntad: mas me diste cuerpo; estoy contento... Nada quiero que Vos no queráis; y quiero todo lo que Vos queráis, Deus meus, volui ?
¿Te hallas en esta disposición? Demuéstralo en tus obras. Desde hoy tendrás ocasión de hacerlo: prepara tu corazón al sacrificio. Acéptalo todo voluntariamente. Mira en Jesús niño aun... ¡cuánta generosidad! Contigo la usó... ¿te negarás a imitarle? No, amado Dueño mío, no me niego: ya quiero. Tomad, recibid, me entrego a Vos.
Lectura.
Imitación de Cristo, libro III, capítulo 27.
Hijo, conviene darlo todo por todo y no ser nada en ti mismo. Debes saber que el amor propio te daña más que todo el mundo. Cuanto es el amor y afición que tienes, tanto se te apegarán las cosas más o menos. Si tu amor fuere puro, sencillo y bien ordenado, estarás libre de todas las cosas. No codicies lo que no te es lícito tener, ni quieras tener lo que te pueda impedir y quitar la libertad interior. Maravilla es que no te encomiendes a mí de lo más profundo de tu corazón, con todo lo que puedes tener o desear.
¿Por qué te consumes con vana tristeza? ¿Por qué te fatigas con superfluos cuidados? Está a mi voluntad y no sentirás daño alguno. Si buscas esto o aquello y quisieres estar aquí o allí por tu provecho y propia voluntad, nunca tendrás quietud ni estarás libre de cuidados; porque en todas las cosas hallarás algún defecto, y en cada lugar habrá quien te ofenda.
Y así, no cualquier cosa alcanzada o multiplicada exteriormente aprovecha, sino la despreciada y arrancada de raíz del corazón. No entiendas eso solamente de la posesión de dinero y de riquezas, sino también de la ambición de honores y deseo de vanagloria, todo lo cual pasa con el mundo. Poco hace el lugar si falta el verdadero fundamento y la virtud del corazón; quiero decir, si no estuvieres en mí. Bien te puedes mudar, mas no mejorar, porque llegando la ocasión y aceptándola hallarás lo mismo que huías, y aún mucho más.