Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 17
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Décimo séptimo año de la vida de Jesús
La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.
Hermosura del Corazón de Jesús
1. Imagina a Jesús como el más hermoso entre los hijos de los hombres, adornado de gracias y de belleza (Salmo 44). (Luc. 10). 2. Pídele a tu divino Maestro, la hermosura interior que proviene de las virtudes, como la única verdadera, y la que te hará agradable a Dios. |
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I. Hermosura interior del Corazón de Jesús.
¿Qué cosa hay tan bella y admirable como el Corazón de Jesús? El real Profeta embelesado al contemplar las gracias que adornan la persona adorable del Salvador, exclama: Adelantaos, oh Rey adornado con el esplendor de vuestra hermosura; caminad prósperamente, y venid a reinar en los corazones (Salmo 44). El Apóstol san Juan después de haber contemplado la gloria de Jesús en el seno de su Padre, y su profundo anonadamiento en la Encarnación, no pudiendo contener los transportes de su admiración, prorrumpe en estas palabras: Hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo unigénito del Padre; lleno de gracia y de verdad (Jo. 1). El mismo Jesús, dice san Lucas, iba creciendo y fortaleciéndose, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba en él (Luc. 2). Vencidos de esta hermosura, del atractivo de su persona y del poder de su palabra, en la época de su predicación le seguían numerosos discípulos, y salían en busca de él pueblos enteros.
¿Pero de dónde le vienen a Jesús tantos atractivos? Subamos hasta el origen, y hallaremos que del corazón procede el bien que se manifiesta por fuera: en el interior es donde resplandece principalmente su gloria (Salmo 44). La belleza verdadera es la del corazón, porque la exterior no es más que un reflejo, un puro resplandor. Por eso la sabiduría increada ha elegido este corazón para morada y templo suyo; templo que fue consagrado por el Espíritu Santo descendiendo en figura de paloma sobre el Salvador, cuando el Padre Eterno pronunció aquel divino oráculo : Este es mi querido Hijo en quien tengo puesta toda mi complacencia (Matt. 17). ¡Pero ay! Sólo el hombre no sabe conocer ni amar a ese Corazón sagrado que es la alegría del cielo, y a quien los ángeles y santos adoran. El hombre que él tanto ama, el hombre por quien tanto padeció no le corresponde sino con frialdad e indiferencia.
¡Ay buen Jesús! ¡qué tal vez soy yo también del número de estos ingratos! ¿Puedo yo deciros con verdad : Vos Señor sabéis que os amo ? (Jo. 21).
II. Esta hermosura debe comunicarse a nosotros
Jesús quiere hacernos participantes de su hermosura. Los resplandores y belleza del Corazón de Jesús deben comunicarse a nosotros. Si Jesús es Hijo de Dios por naturaleza, nosotros lo somos por adopción: por consiguiente, la gracia que resplandece en la cabeza y la gloria de que está coronada debe extenderse a los miembros. ¿Pero de qué modo? Haciéndonos semejantes a Él por la perfecta imitación de sus virtudes, para que el Padre Eterno pueda en alguna manera decir de cada uno de nosotros: este es mi hijo querido en quien tengo mis complacencias. El Espíritu Santo quiere también hacernos templo y santuario suyo, y para esto descendió en realidad sobre nosotros el día de nuestra confirmación, comunicándonos con abundancia sus más preciosos dones.
¡Dichoso corazón que la Santísima Trinidad escoge para su trono! ¡Oh dichoso corazón, que está destinado a desagraviar al Señor de la ingratitud de los hombres! Dichoso mil veces ese corazón! pues que Dios se propone derramar sobre él con profusión las gracias que tantos otros rehúsan! Alma cristiana, ¿Conoces bastante la dicha que te ha cabido? ¿Sabes aprovecharte de la divina largueza? ¡Ah si conocieras el don de Dios!
III. Y debe brillar a los ojos de los hombres
Nosotros debemos ser a los ojos de los hombres, un vivo retrato de Jesucristo. No basta que reproduzcas en ti la hermosura de este divino Salvador; debes además esparcir con tu ejemplo el olor de sus virtudes, y contribuir a que sea de todos conocido, servido y amado. Habiendo recibido la palabra de vida, se como aquellos cristianos a quienes daba san Pablo el testimonio de que resplandecían como lumbreras del mundo (Phil. 2); reflejando a los demás los rayos de luz que recibes de ese divino Sol de los espíritus, y de los corazones.
¿Y cómo lograrás esto? Ofreciendo a los ojos de los hombres una virtud amable como la del Corazón de Jesús; procurando que vuestro lenguaje sea dulce y caritativo, sereno vuestro semblante, indicando por fuera la paz y alegría que gozas en tu interior; que sean afables y decorosas tus maneras; que se vean derramadas en tu labios, en todas tus conversaciones, la gracia y la santidad (Ps. 44): en una palabra, que tu luz resplandezca de tal modo, que los hombres al ver tu conducta se sientan movidos a glorificar a tu Padre que está en los cielos (Matt. 5).
¡Oh! ¡Cuántas personas piadosas alejan a los demás de la devoción por su mal humor, por la dureza y sequedad de su trato, por un exterior demasiadamente austero y melancólico, y finalmente por sus maneras repugnantes! ¡Cuán pocos hay que sepan hacer amable la piedad aun para aquellos que no la practican!
Examínate acerca de este importante punto: repasa lo que merece corregirse en tu porte exterior, en tus maneras y en tus palabras. Pero empieza por reformar tu interior; pues los afectos del corazón se retratan naturalmente en el rostro, en las palabras y en los ademanes; por consiguiente si deseas imitar a Jesús en su porte exterior, copia antes los sentimientos de su Corazón adorable, y particularmente su mansedumbre y su bondad.
Lectura espiritual
Imitación de Cristo, libro IV, capítulo 12 disponible en este link.
Créditos:
Transfiguración de Jesús.
Corazón reinante.
Bautismo de Jesús.
Cristo en mí.
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús. (con menores adaptaciones)