Mes al Sagrado Corazón de Jesús - día 16
Nuevo Mes al Sagrado Corazón de Jesús
Décimo sexto año de la vida de Jesús
La oración que puede rezarse con utilidad todos los días antes y después de la meditación se presenta ahora en este otro link.
Simplicidad del Corazón de Jesús
1. Imagina a Jesús a la edad de dieciséis años tranquilo y sosegado en medio del mundo que se mueve y agita; y practicando lo que más adelante recomendaba a Marta; tú te afanas y acongojas en muchísimas cosas; una sola es necesaria (Luc. 10).
2. Dios mío, hacedme la gracia de buscar ante todo, el reino de los cielos y la justicia que a él conduce (Matt. 6).
I. Simplicidad de pensamientos.
La simplicidad de espíritu o simplicidad de pensamientos consiste en elevarlos más ó menos habitualmente sobre toda criatura, sobre nosotros mismos, sobre lo que pasa en nuestro interior, para contemplar únicamente al Creador, fijando los ojos de nuestro entendimiento en su divina Majestad, quitando cualquier otro pensamiento. iAy! ¡Cuántos obstáculos se oponen a esta contemplación sencilla y pacífica de Dios! ¡Oh Señor! exclamaba el Profeta: ¿Quién me dará alas como de paloma para volar y descansar en Vos? (Salmo 54). Fuera de nosotros, los objetos exteriores y sensibles, el estruendo y agitación del mundo; en el interior, el tumulto de las pasiones, la solicitud y cuidados de la vida, la movilidad e inconstancia de nuestras facultades, las tormentas que se levantan con frecuencia en nuestro corazón; todo se opone a esta preciosa unidad de pensamientos, a esta simplicidad de espíritu.
Nada de esto sucede en Jesús. Su alma unida hipostáticamente al Verbo, se halla irrevocablemente absorta en la más alta contemplación, sin que criatura alguna pueda distraerle un solo instante. Unidad de pensamiento que ve a Dios continuamente, que lo ve todo en él, y que a él refiere como a su primer principio y último fin todo lo que existe; he aquí la verdadera simplicidad de espíritu.
A nosotros no nos es dado en esta vida llegar a tan alto grado de perfección, pero debemos aproximarnos a él cuanto nos sea posible, y para lograrlo es necesario desprendernos del afecto desordenado a las cosas sensibles y perecederas. “Por esto, dice el piadoso autor de la Imitación, se hallan pocos contemplativos, porque pocos saben desasirse del todo de lo perecedero y de lo creado” (Imit. lib. III. cap. 31).
II. Simplicidad, o sea sencillez, de afectos
Esta consiste en la pureza del corazón que sólo se dirige a Dios, amándole en todas las criaturas y amándolas a todas en él. Es sencillo el espíritu que no ve sino a Dios; es sencillo el corazón que no ama sino a Dios. En este feliz estado desaparecen ya los deseos y temores que agitaban el alma como desaparece la pálida luz de las estrellas en presencia del sol (Zach. 2). El que ama a Dios de todo corazón, no teme la muerte, ni el castigo, ni el juicio, ni el infierno; porque el amor perfecto le abre paso seguro hasta Dios (Imit. lib. I. cap. 24). En este mismo sentido, decía san Juan, la perfecta caridad arroja fuera del corazón todo temor. ¡Oh maravilloso efecto del amor puro! ¡Quién no anhela el venturoso estado que proporciona al hombre! ¡Pero cuán raros son los que llegan a él y en él se conservan! Sólo en el Corazón de Jesús se halla este amor en toda su perfección.
Concibe un acto de caridad el más perfecto que puedas imaginarte; imagínatelo constantemente ejercido y tendrás una idea exacta de la simplicidad del Corazón de Jesús. ¡Cuán diferente es en esto tu pobre corazón! Los deseos, los temores, los afectos naturales y las inclinaciones viciosas no dejan lugar al amor... Todo es en él inquietud e inconstancia, y sin embargo, no hay más que un objeto digno de todo tu amor, que es Dios
III. Simplicidad de intención
Si Dios es lo único digno de tus afectos, debe serlo también de tu solicitud, tanto que no deberías proponerte otro fin que él en todas tus acciones: una sola es necesaria, dijo el Señor a Marta (Luc. 10). He aquí formulada en una palabra la perfecta simplicidad. Unidad de pensamientos unidad de afectos; unidad de intenciones; unidad siempre y en todo; tal es el Corazón de Jesús y tal debería ser el nuestro.
¿Pero dónde está en tí esta simplicidad tan importante? ¿Dónde están las almas que se olvidan a sí mismas, entregando enteramente a Dios todos sus cuidados; que en sus acciones no consultan sus gustos e intereses sino pura y simplemente la gloria de Dios? ¡Ah! Dejemos de preocuparnos tanto de la salud, de la reputación, del porvenir; y confiemos al Señor hasta nuestro progreso espiritual, que nunca estará más asegurado que cuando nos olvidemos de nosotros mismos por pensar en Dios.
¡Cuánta paz interior, cuán dulce libertad, qué confianza tan preciosa nos proporciona esta simplicidad, que en resumen consiste en la práctica del amor más puro y desinteresado, y en la más completa abnegación! Estudiemos esta perfección en el Corazón de Jesús. ¡Dichosos nosotros si la imitamos! Conservemos en la memoria esta breve y significativa palabra: Déjalo todo y lo hallarás todo (Imit.).
Lectura espiritual
Imitación de Cristo, libro III, capítulo 31 disponible en este link.
Fuentes:
Jesús orando.
Niños rezando ante Jesús.
“Jesús, Te amo”.
Jesús en casa de Marta y María.
Texto: Nuevo Mes del Sagrado Corazón de Jesús o las principales virtudes de este adorable corazón, consideradas en treinta y tres meditaciones correspondientes a los treinta y tres años de la vida del Divino Salvador. Traducido libremente de la obra del P. Gautrelet, de la Compañía de Jesús. (con menores adaptaciones)