Menarquía
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Menarquía
La pleamar se derrama por todos mis rincones.
Transito por el cristal bohemio de mi cuerpo
como una tortuga estremecida por las olas del mar
mientras las estrellas me salpican con la sal de sus miradas.
La menarquía llega con la luna llena.
Sola, en mi humilde habitación, escucho a lo lejos al viento oscuro,
a los perros ladrando, a los hombres deseando una suerte de espumas.
Mi rosa tiene once años, mi rosa tiene el color de las almendras
adentro de este árbol donde las avispas adornan sus colmenas.
Pleamar, bajamar, rosa sacra recubriendo el útero interior.
Cruzo con fuerza las piernas en la cama hecha un desastre
pero no me alivia el dolor, ahora nada me alivia el dolor
cuando veo mi sexo sangrar, mi sexo brillar en la distancia.
Mi sexo que no supo ni pudo oponerse a lo femenil en la forja del alma.
La fiebre se estira cubriendo mi cuerpo de sombras linares
y el calor traza su grito sudoroso por mi piel.
Veo ante mí mi rostro.
Veo mis senos en embrión. Veo mi sexo de labios tiritantes
que parece incendiar la única vela de la pobre habitación.
Doy gracias a la sangre que mancha mis manos
(soy solo una chica que mete la llave en su cerradura)
y me digo que debo dormir, que mañana la vida seguirá su marcha,
que tengo mucho trabajo importante por hacer.
Gracias por leer
