Aunque Cumaná (Venezuela) es una ciudad de escasas palabras en cuestiones de lluvias ─tanto que, solemos decir en tono de chanza, solo tiene dos estaciones: cuando no llueve y cuando parece que va a llover─, ocasionalmente, sin ton ni previo aviso, aquí se producen lluvias torrenciales parecidas a pequeños diluvios como el de la experiencia personal que recuerdo vívidamente y en primicia les paso a relatar.

Fue a mitad de la década de los ochenta, 1986 si la memoria no me engaña, cuando era un poco más jovencito de lo que soy ahora. Una tarde de junio como a las dos de la tarde, según creo recordar, cayó el primer brote de garúa y pronto se convirtió en una llovizna que luego se transformó en un tremendo aguacero que rebosó las canales de los techos de las casas y bajaba en forma de gruesos chorros adonde los niños, jóvenes y adultos fuimos a meternos de pies y cabezas. En ese entonces era lo más común que saliéramos a las calles a bochinchear felices cuando llovía, a jugar pelotica de goma, a echar barquitos de papel y/o madera, hacer competencias de carreras y otras menudencias.

En esa ocasión, después de dar tantos brincos, nadar con el agua a la altura del pecho y titiritar de frío, al atardecer todavía caía el mamarro palo de agua obstinadamente y todo se oscurecía. Entonces nuestros pies comenzaron a enredarse en una maraña de delgadas películas marrones que fuimos enrollando en nuestros cuerpos, jugando a ser momias bajo la lluvia, para que no taparan los desagües más de lo que ya estaban obstruidos.

Pero luego la tromba trajo más y más cintas magnetofónicas que serpentearon por el Orinoco de las calles y poco después el gran chubasco también arrastró las corazas donde podíamos leer el contenido de muchos, muchos cassettes. Algunos originales y otros no, vimos pasar ante nuestros ojos diluvianos, admirados, entre otros autores y géneros, a nuestro recordado Cherry Navarro con su inmortal Aleluya; observamos a Carlos Gardel Cuesta abajo en su rodada; a Nat "King" Cole asegurándonos que Quizás, quizás, quizás; con Karina supimos Como Duele; Charles Aznavour vino cantando Con; gozamos con el paseíto Tú lo que quieres es que me coma el tigre con Nelson Díaz y el combo de Duque Palomino; nos extasiamos con King Crimson vocalizando su Epitaph en la corriente de la eternidad; oímos llorar al Hijo de la luna, de Mecano; en la voz de Yuri vimos deslizarse entre las rendijas a La Maldita Primavera; vimos pasear a Joan Manuel Serrat con Penélope de la mano; Tchaikovsky cruzó veloz El Lago de los cisnes; En la ciudad de la furia cantó Soda Stereo; les dijimos hola y adiós a Los ángeles negros junto a Los terrícolas; José Luis Rodríguez, alias el Puma, nos dijo Agárrense de las manos; Celia Cruz nos demostró bien que La negra tiene tumbao; conocimos al Amante Bandido de Miguel Bosé; subimos por la Escalera al cielo de Led Zeppelin; la inmortal Rocío Dúrcal, pasó a nuestro lado cantando su Amor Eterno... y otras tantas, tantísimas piezas de bandas, orquestas y solistas, que, lamentándolo en el alma, no puedo incluir en este pequeño espacio.

A cada cuanto nos iluminaban los relámpagos y escuchábamos los subsiguientes truenos de tal manera que literal y fenomenalmente el diluvio ponía ante nosotros, a un mismo tiempo, como maná, la música de la tierra y del cielo.

Fuente

Los pormenores de este concurso retro se pueden ver aquí.

Imagen de @gaborockstar
para el Concurso "Capturando la Historia"
_{Invito a @gracielaacevedo, @marcybetancourt, @hlezama, @antoniarhuiz
a participar en este ameno reto retro.}

Gracias por sus lecturas