Balance

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Las fuerzas cósmicas siempre buscan el balance. Se mueven al ritmo del tiempo y el espacio y, cuando aquellas que se encuentran en desequilibro colisionan, las energías liberadas crean un contrapeso, siempre con el mismo objetivo, mantener el balance. Hace eones, cuando la oscuridad dio a luz en aquel abismo…el cosmos retumbó.

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Aquellas criaturas que estaban siendo testigos de una de las noches europeas más frías de la primera mitad del 2000 A.C., no tenían percepción alguna del movimiento peculiar de las energías que los rodeaban, ni mucho menos del evento que se llevaba a cabo. Las energías se concentraron en un extenso bosque al norte de lo que, en unos cuantos siglos sería conocido como Eslovenia… En un territorio inexplorado por el hombre.

El frondoso bosque estaba en silencio. Toda visión del mundo era gris, como una película son color, consecuencia del peculiar eclipse lunar que se llevaba a cabo. Las criaturas que habitaban estas tierras se mantuvieron ocultas, los mamíferos y aves se ocultaban en sus madrigueras, mientras los insectos buscaron un tronco podrido en el cual refugiarse. La Madre Tierra les susurró que no salieran.

Al Sur, el silencio estaba siendo interrumpido por una serie de pisadas que no dejaban huella. Una sombra se proyectó en los árboles. Cruzó a través de la frondosidad del bosque a una velocidad increíble.

Ahí, en una pequeña área estéril, donde árboles caídos hace mucho adornaban el suelo mientras el tiempo pudría su corteza, la gran figura de un lobo blanco fue bañada bajo la luz sobrenatural del eclipse.

El animal, grande como un oso, olfateó la tierra, ignoró el olor de las criaturas que se escondían un metro bajo tierra, buscaba un olor más peculiar, uno que no pertenecía a estas tierras… El olor de una sombra. Sus ojos, dos llamas amarillas que orbitaban en las cuencas vacías, se fijaron hacia la derecha. Gruñó, dejando ver sus prominentes colmillos, y sus encías, rojas como la sangre. Cargó hacia la dirección señalada, moviéndose rápido.

Dar caza y recobrar el balance. Ese era su objetivo. Para eso el Universo lo vio nacer.

Saltó un pequeño arroyo congelado, el olor se hacía cada vez más fuerte hacía esa dirección. Al cabo de casi un kilómetro, se detuvo. El olor…ya no continuaba en ninguna dirección. Percibió su esencia en todos lados. Él estaba ahí. El lobo agudizó el oído y mantuvo la vista alerta ante cualquier movimiento.

Su pelaje se erizó de tal forma, que parecía vestido con púas.

De la tierra bajo sus patas, una estela de sombras emergió. Dio un salto lo más lejos que pudo y observó. Las sombras brotaron como tallos corruptos, luego se flexionaron como tentáculos hasta unirse y crear una gran nube del color de las cenizas. De ella él emergió. Un lobo negro, tan grande como el blanco, mostró los colmillos, sus ojos rojos brillaron y gruñó de una forma antinatural.

Y por primera vez, las dos contrapartes se encontraron cara a cara. Luego de décadas de caza, esta noche, todo terminaría para una.

Ambas criaturas cargaron una contra la otra. Su choque retumbó los pilares del cosmos. El lobo negro se quitó al blanco de encima con un zarpazo y lo empujó, intentando ponerlo en dos patas, abriéndose paso hacia su garganta. El lobo blanco respondió a su arremetida con un golpe en el hombro a su contraparte. Esto hizo al lobo negro retroceder, el blanco pudo ganar terreno y clavar sus garras y colmillos en el lomo del negro, intentando someterlo, sus colmillos laceraron la carne como navajas y se incrustaron en ella como ganchos. El negro aguantó, y arrojó la cabeza hacia las patas traseras de su oponente, sus colmillos penetraron el muslo con facilidad. Cerró sus fauces lo más fuerte que pudo, saboreándose así su sangre.

El lobo blanco tuvo que soltar a su presa y darle un zarpazo en la cara para que la soltará. Saltó hacia atrás para crear distancia.

Se miraron. Gruñeron. Comunicándose por medios incomprensibles para la mayoría de las criaturas. Se odiaban entre sí, una odiaba a su contraparte por cazarla, y esta contraparte odiaba a la otra por el simple hecho de nacer. Sus caminos fueron forzados a encontrarse, para enmendar un balance que una nunca se quiso romper.

Volvieron a cargar. Pero esta vez, no chocaron… El lobo negro, llamó a las sombras y se envolvió en ellas. El lobo blanco las atravesó, o eso creyó. Las sombras se formaron debajo de este y golpearon su garganta, cuando se solidificaron, lo hicieron en la forma de las fauces del lobo negro. Sus colmillos atravesaron su garganta. El lobo negro apretó. Se escuchó un crujido. El cuerpo del lobo blanco se desplomó.

El lobo negro aulló, pero no a la luna. Su aullido atravesó los confines del cosmos y llegaron a los oídos de las fuerzas antiguas. Él se estaba haciendo más fuerte…y eran incapaces de medir su fuerza.
Pero no se rindieron…estaban forzadas a mantener el balance. Necesitaban algo para contrarrestar tanto poder.

El cuerpo del lobo blanco perdió color. Su masa corporal disminuyó, como si la tierra lo reclamara, alimentándose de él. Poco a poco, su cuerpo fue despedazándose, cada trozo de carne fue engullido por la tierra y se alejaron.

Unos momentos después, la tierra estalló alrededor del lobo negro, regurgitando una docena de masas calvas y arrugadas.

El lobo negro contempló a las criaturas. Perros, más pequeños que él, carentes de pelaje. Lo único que cubría su pálida piel era un circuito de brotadas venas. Las cuencas de sus ojos estaban vacías, salvo por dos llamas amarillas que orbitaban en ellas, exactamente iguales a las del lobo blanco. Y todas le sonreían, mostrando sus colmillos afilados. Estaban hambrientas, pero no de carne…sino de energía.

Esa noche, Ror no peleó más. Ignoró a las criaturas y continuó corriendo por el bosque. Sabiendo que esos perros ahora lo perseguirían hasta el fin de los tiempos, percibiendo su energía.

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