Noche (Corto 8)

¿Estás lista(o) para tomar mi mano y dar otro salto sin retorno hacia esos parajes llenos de misteriosa magia? Entonces prepárate y abandónate a la idea de mantener tu mente abierta, y sígueme en estas breves historias para ti y para mí. Una mezcla de fantasía, fábula y realidad, con pequeños toques a tu ser.  

Antes que todo. Reciban un cordial saludo de corazón peregrinos de la vida. Espero que la estén pasando muy bien... Gracias por ser parte de esta aventura. Por acá les traigo, de nuevo, otra entrega desde los recónditos recovecos de la imaginación. Cualquier parecido con alguna realidad... es sólo "coincidencia". 

       La noche trae una luna tímida que pinta de gris a las nubes, traspasa su suave claridad por el ramaje del bosque, y revela la niebla ligera que lo rodea todo. 

       El viento nocturno trae consigo sonidos que se extinguen entre destellos de luces blancas y amarillas, con un ligero olor a humo.

       La cacería de los demonios se desarrolla sin misericordia. Centellas y truenos van tras sus negros pasos. Su reputación asesina es, tanto causa de persecución como de huida.

       Los conquistadores saben, que tan sólo uno de sus oscuros golpes, es suficiente para hacer brotar cientos de gotas rojas que tiñen la nieve de rosa. Y ni hablar de sus colmillos, los cuales le hacen honor a las leyendas de deidades demoníacas, y de legendarios cuentos sangrientos.

       Particularmente esa noche, una oscura sombra logra escabullirse a duras penas. Su húmedo aliento hace juego con el humo de la niebla y las centellas. Sus pelos, mojados por el intenso frío, le dan un aspecto más terrorífico de lo habitual, el cual utiliza para ahuyentar, cuando no le apetece atacar.

       Esa noche, sus sigilosos pasos, constantemente al acecho, se dirigen tras ese gran árbol, "éste parece un buen lugar para recostarse un rato", parece pensar. Desde allí, se ven más cerca las luces de las casas titilando comida y refugio de hogar.

Fuente

       Esa noche, como en tantas otras, nunca falta quien hable de los monstruos. De esas criaturas que llegan vestidas de la oscura penumbra y se llevan al niño desobediente, o se comen a la niña que se porta mal.

       La nieve sigue manchándose de rosa. Cada vez se le hace más difícil contenerlo dentro de sí. La posesión de su espíritu parece querer exorcizarse por sí misma. Todos los músculos de su cuerpo se tensan, todos sus recuerdos comienzan a apagarse. Y mientras tanto, la penumbra empieza a encenderse de alborada.

       Hasta que llega por fin la mañana. Y el Sol reaparece con todo su esplendor, pintando de algodón a las nubes.

       Esa noche habrían sido dos, los últimos sobrevivientes de su nocturna especie. Si los invasores, que los llaman monstruos a ellos, no hubieran socavado a su pueblo.

       Y los niños, al ver que comienza un día radiante, salen a jugar. Y corriendo encuentran algo oscuro contrastando con el blanco límpido de la nieve, y al acercarse cuidadosamente, se consiguen con un pequeño y tierno lobezno, abrigado, sano y salvo, bajo el cuerpo inerte, herido por muchas balas, de una reina loba.

       Ese día el Sol puso en evidencia cómo la fuerza de la vida se extinguió dando vida. Y se lo llevan, y le ponen por nombre: Noche. Fin.

 Gracias por la bondad de pasar por acá y regalarme un interludio de tu tiempo, un trozo de la aventura de tu vida. Son bienvenidos todos tus comentarios.