Sobre el ciclismo urbano o como matarse en bici en una ciudad medianamente grande

in #spanish7 years ago (edited)

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Aprovechando el tiempo que pierdo en algunas asignaturas en las que me aburro demasiado y no paro de bostezar (tanto que el profesor ya me mira con caras extrañas), comienzo a reflexionar sobre el día que llevo hasta el instante.

En realidad, en lo que más pienso es en mi viaje en bici desde casa hasta la facultad, y en la cantidad de veces en las que casi pierdo la vida (o una pierna, o un brazo, o la cabeza, por no hablar de los nervios). Para llegar a la facultad, tengo que seguir un tramo de carretera para luego llegar al carril bici que el Ayuntamiento de Sevilla ha instalado por toda la ciudad, y al que no se ha acostumbrado nadie.

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Esta mañana, dicho carril estaba mojado. De hecho, cuando salí de mi casa, todavía estaba lloviendo algo. Algunos ciclistas habían salido de sus agujeros envueltos en sacos de basura (que en realidad resultan ser chubasqueros comprados en los chinos. De talla única). En los charcos se reflejaba el cielo algo nublado y estuve a punto de caerme en uno de ellos cuando un peatón con un paraguas demasiado grande cruzó mi camino de manera inesperada (en realidad sí me lo esperaba, pero el paraguas distrajo mi sentido de concentración hipersensible).

A decir verdad, pienso que el carril bici es el nuevo método de suicidio. Antes Anna Karenina se tiraba ante un tren. Hoy en día se tiraría al carril bici de la ciudad de Sevilla. Aunque reconozco que es algo muy cutre:

Se ha suicidado tirándose ante una mountainbike marca Decathlon de 21 marchas y frenos de disco.

No queda igual que decir que la ha arrollado una locomotora.

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El Ayuntamiento ha puesto a disposición del ciudadano una serie de bicicletas de uso público. Es lo peor que pudo hacer. Ahora, quien antes no tuvo oportunidad de matarse en bici, tiene la oportunidad de matarse a sí mismo y a todos los ciclistas que antes podíamos habernos salvado. Desde que existe este servicio (que lleva el cutre nombre de Sevici, que hace que todos los de letras nos llevemos las manos a la cabeza en un primer momento), los carrilles bici de esta ciudad parecen ser demasiado estrechos. ¿O es que las personas no sabemos ir en línea recta sin chocarnos con el que viene de frente? De repente parecen convertirse en conductores ebrios.

De esta manera procedo a hablar de mi viaje hacia la facultad. Hablamos de veinte minutos de peligro pleno a los que se somete uno cuando emprende esta odisea. El primer obstáculo es la incorporación a la vía. Es un problema mayor cuando vives en una calle en la que no hay carriles. Carriles bici, digo. Los conductores de vehículos motorizados de esta ciudad parecen pensar que la bici no tiene derecho a ir por la carretera. De la misma manera, los peatones defienden la acera como un espacio propio de ellos. Se entienden ambas posturas. Pero los ciclistas todavía no hemos aprendido a volar.

Una vez resuelto el primer problema, llega el segundo: los coches aparcados en el carril. A primeras horas de la mañana suelen ser furgonetas. Es un tanto incómodo que el repartidor del pan de molde abra de golpe la puerta posterior de su furgoneta justo en el momento en el que voy a pasar. Una vez haya evitado comerme esta puerta, esquivándola, me doy cuenta de que estoy a punto de atropellar a una joven madre con un crío de dos años en un carrito.

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Todo esto sucede tan rápido, que cuando grito el insulto (por norma general ‘joputa imbécil, porque no se me ocurre otra cosa en el momento), la madre del crío se siente aludida y me insulta de mala manera.

Cruzo una avenida. Por mucho que haya carril bici a lo largo de todo el paso de peatones, me como un bordillo de casi quince centímetros de alto. Dolor (que el problema nunca ha sido bajarlo. Sino volver a subir sin bajarme de la bici). Esto por no hablar de cepillarme de forma dolorosa (o por lo menos molesta) todo el alcantarillado de esta ciudad (el alcantarillado es eso de las tapitas en la calle de las que salían las tortugas ninja cuando yo era niña).

En el próximo cruce hay un paso de peatones en mi propio carril. Admito que muchas veces paso de largo y ni me fijo en que está ahí. Hoy hay un grupo de cuatro señoras paradas en medio.

-¡Niña!, me grita una cuando peleo en voz alta y las esquivo.
-¡Que esto es un paso de peatones!
¡Evidentemente, señora! Es un paso, no un paro de peatones. ¡Sus muertos en vinagre, coño!

Me trago todos los semáforos en rojo, y cuando están en verde, un coche que no se ha dado cuenta casi me lleva por delante. Dos chavalas de Erasmus que van en medio del carril saltan a un lado cuando las llamo la atención y me insultan en francés (o en un idioma similar que sonaba a francés).

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En el puente voy por la acera porque no hay carril bici. Un chaval (de chaval nada, que el tío los cuarenta ya no los cumplía), me echa la bronca y me dice que vaya por la carretera. Una vez voy por la carretera, un coche (enorme) me pita y me roza el hombro con el retrovisor. Horror.

Llegando a la facultad comienza a caer un chubasco que hace que me asalten las ganas de volver a casa. El recuerdo de mi cama. Mi manta. Chocolate caliente. Café recién hecho. Una peli malísima (o buena, que no menosprecio nada). Sin embargo estoy aquí, paso por un charco y me mojo los pantalones hasta las rodillas.

Al volver a subir a la acera (y a causa del bordillo extragrande) bendigo el hecho de haber nacido mujer. Eso sí: por poco me voy de morros, por culpa del resbaladizo carril de los cojones. Mierda. Doble mierda. Mañana voy en Tussam.

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Disclaimer: Ninguna de las fotografías son mías. Todas se encuentran en la página de fotografía de stock Pexels, a los que doy mil millones de gracias por prestar fotos de stock gratuitas y de gran calidad.

Sort:  

En Valencia, el servicio se llama Valenbisi. Y no sabes como te entiendo. Por no decir, que tengo media hora para ir de una estación de bici a otra para dejar la bici. Con lo que o te sabes de memoria donde están o tienes que estar con el móvil mirando por la APP a ver dónde hay.

El otro día estuve media hora sólo por mi barrio dando vueltas porque todas las paradas estaban llenas. Total, que por mis ovarios fui por la carretera que pone que también es carril bici.

Buenas fotos!!

todo esto es complicado españa es un pais que tiene 0 cultura de la bici,, donde el ciclista es el ultimo mono y el que mas pone en riesgo su integridad fisica, en los ultimos años se van dando pasos ha mejorar todo esto y la gente se va concienciando poco a poco, pero queda un largo, muy largo camino para llegar a la cultura que tienen paises como alemania u holanda. te ganaste mi voto y follow saludos.

bueno no entiendo porque no me deja darte el voto se queda actualizando y no se manda en el resto de articulos no tengo problemas

el niagara en bicicleta

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