Cuando ella se desconectó de la computadora, luego de un largo día de trabajo, se estrujó los ojos cansados detrás de sus anteojos de pasta y se dirigió a la habitación de su pequeña niña. Ahí estaba su BB, su hija, su Bella Bestia, esperándola para que le contara un cuento porque ya era hora de dormir.

_Quiero que me cuentes un cuento, mami –dijo la niña con la cara iluminada y risueña.
_¿Cuál quieres que te cuente? –respondió la madre observando de frente los ojos iluminados de su hija
_El cuento de Galletikasar –respondió con la alegría más pura que solo los niños tienen.

_Hubo un tiempo en el que el mundo era diferente. Galletikasar vivía en un país rico y próspero. Todos en el país eran felices y buenos. Había grandes y productivas empresas que ofrecían trabajos y a cambio les daban a sus empleados grandes cantidades de dineros que les servían para comer bien, vestir y viajar. Galletikasar trabajaba en una de esas grandes empresas.

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Pero llegó un día que todo oscureció. Al país rico llegaron unas langostas rojas que empezaron a destruirlo todo. Primero comenzaron destruyendo cada una de las empresas productivas que había; luego, inventaron una máquina llena de palabras que lavaba cerebros, esto les permitiría a ellos tener más poder y más dominio. Fue así que ese país se convirtió en uno lleno de personas sin memoria y sin iniciativa.

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_¡Qué pioblema, mami! –interrumpió la niña con su carita llena de asombro. ¿Y qué hizo Galletikasar?

_Galletikasar siempre fue una chica que le gustó salir adelante y no se dejaba vencer. Así que huyó de la máquina lava cerebros y se refugió en su cocina. Allí vio a su alrededor y se fijó que sus armas de lucha estaban allí. Fue así que nuestra gran heroína de grandes garras, tomó harina, huevos, mantequilla y azúcar y empezó a hacer las galleticas más dulces y deliciosas que te puedas imaginar. Las hizo de coco, chocolate, almendras y otros frutos. Cuando hubo terminado, Galletikasar se atrevió a salir con una cesta y empezó a vender sus galletas en todo el país. Las galletas eran mágicas, porque cuando las personas se las comían, cambiaban de ánimo y hasta recobraban la memoria. Decían: “¡Ya no recordaba el sabor del chocolate!” o “¡recuerdo que cuando niño comía este tipo de galletas!”. Pero ocurrió lo peor. Oh, tragedia para aquel pobre país rico, las langostas hambrientas querían más poder y más control. Así que hicieron desaparecer toda la comida y todas las cosechas, y empezó a escasear la harina, la carne, el pan, los huevos, el azúcar. Galletikasar se sintió desesperanzada porque ya no podría hacer sus ricas galletas.

_¡Qué pioblema, mami! –interrumpió nuevamente la niña ahora con una cara llena de preocupación. ¿Y qué hizo Galletikasar?

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Ese día Galletikasar lloró mucho, mucho, mucho, pero vio a su alrededor y se dio cuenta que no podía darse por vencida: a su alrededor tenía personas que debía defender y por las que tenía que luchar. Se limpió las lágrimas y nuevamente salió, pero esta vez lo hizo de manera virtual. Los que aún tenían memoria, habían localizado una forma de comunicarse con el mundo sin salir de sus casas. A través de una pantalla las personas de ese país podían no solo escribir, cantar, bailar, sino también hacer comida y ofrecerla a otros. Así fue que Galletikasar pudo ser conocida por todo el mundo y seguir haciendo sus exquisitos postres.

_Y colorín colorado, este cuento ha terminado –gritó la niña al escuchar el final.
_Ahora sí, a dormir que ya es muy tarde –dijo la madre dando un beso en la frente infantil.

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_Sabes, mami –susurró la niña ya arropada con las sábanas – cuando sea grande quiero ser como Galletikasar, porque Galletikasar es como tú.

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Ahora sí, COLORÍN COLORADO, ESTE CUENTO HA TERMINADO. Antes de cerrar este cuento, debo invitar al concurso a mis amigos @josue07, @isauris, @nohebd, @charjaim, @eudisdiaz. PARTICIPEN. Nos seguimos viendo por aquí. Abrazos miles.