Y agarramos carretera.
Apenas entiendo el verdadero significado de los souvenirs: son algo tangible que te hace estar cien por ciento seguro de que eso que viviste es real. Es una especie de amuleto que evitaría que lo vivido se diluyera en la bruma de la cotidianidad. Cómo cuando despiertas de un sueño.
Yo no creía en eso (de comprar memorabilia), tenía la idea de que los souvenirs eran puras chácharas (y la gran apabullante mayoría lo son), que con las fotos era más que suficiente, sin embargo supongo es para que cada quien escoja la forma de su token. Yo apenas estoy definiendo qué sería algo típico de mi, y he comprado una taza. Podía haber sido una hoodie, pero no me llenó tanto como la taza.
Tengo una taza de San Diego. Y no por San Diego per sé se, sino como la culminación de un viaje de aventuras que empezó noches atrás, en el bar festejando el cumpleaños de Susy, y mientras brindábamos se coló entre la conversación un “tengo que ir a Tijuana a un seminario y no quiero ir sola ¿No quieres ir? Y de ahí ya vemos que sale”.
Ni lo pensé, la verdad solo contesté “va, me mandas mensaje”. Seguimos con los tragos y a la mañana siguiente me llegó el mensaje de “prepara maleta”... Y yo en chinga aventando todo, incluidos un abrigo y un saco que sirvieron a las mil maravillas.
No tenía dinero en efectivo, si acaso unos cuantos pesos, y cómo comercial “para todo lo demás MasterCard”. Si hubiera reparado en ese impedimento, imagino que hubiera puesto mil trabas y no hubiera ido. Pero ganó el valemadrismo y a las once de la mañana ya estaba lista para aventar la maleta en el asiento de atrás y tomar mi posición y cargo de copiloto.
Primera parada, Oxxo, porque no tenía ni crédito en el celular, así como para el correcto abastecimiento de chucherías para el camino.
El plan era llegar a San Luis Río Colorado a un Scotiabank antes de que cerraran, porque Sami tenía que pagar su fideicomiso y en Peñasco no hay ese banco (imaginen esa pueblerinidad, en pleno siglo de la intercontinentalidad y los viajes al espacio).
Agarramos camino por la carretera del golfo. Esta dos tres buena y los paisajes muy padres, eso sí, pero también tiene sus cráteres a la mitad de tanto en tanto (también imaginen eso en pleno siglo de las invenciones modernas generales). También goza de señalización de fauna en la que con extrañeza y simpatía podemos observar plasmada en el fondo amarillo la silueta de un alce. Sí, alces. Y no, en el Desierto de Sonora, por muy diverso que sea, no hay alces. Nop, ya pregunté.
Total que bueno. Vi coyotes, cuervos, aves de presa, algo que no supe identificar (pero que definitivamente no era un alce)
Íbamos con buen tiempo, hasta que nos tocó un puesto de revisión militar. Estuvimos ahí avanzando a gallo, gallina (y muchos pollitos -así era un juego de niños-), pensando que ya no llegaríamos al banco. Pero en eso, no sé si hubo cambio de guardia o salió el mandamás porque de la nada y de pronto, todo empezó a fluir.
Otro problema que surgió de esa espera, fue la acumulación de agüita amarilla en la vejiga. Había que buscar un lugar donde liberar esa presión sin perder la dignidad, porque el baño (o supuesto baño) del puesto militar olía a cloaca miada por kilómetros a la redonda y no me dio ni tantita confianza (además de las subsecuentes arcadas).
Encontramos más adelante, en la caseta, lo que parecía la salvación, pero que en realidad era sitio muestra de una plaga apocalíptica; lleno de moscas hasta provocar pavor a respirar o hablar por temor a que entraran a raudales por nariz y boca. Un baño era una sola mosca gigante, no se alcanzaba a distinguir la porcelana.
No estoy orgullosa de mi, ni de lo que tuve que hacer. Era eso o arriesgarse a un estallamiento de víceras.
El carro estacionado y en poco tiempo ya se apreciaba una asquerosa capa de moscas tranquilas tallándose sus patitas elucubrando el mal. Aguantando un poco la respiración (no olía mal, pero era el vortex que se genera en la inhalación la que nos tenía con pendiente) llegamos al carro y salimos zumbando de ahí no sin algunas polizonas (unas cuatro o cinco, muchísimas menos de las que hubiésemos esperado) que sacamos algunos metros adelante.
(Definitivamente no hay foto de tal lugar ni de tales circunstancias, lo cual aun no sé si lo lamento por razones documentales)
Entonces llegamos a San Luis Río Colorado a las tres y cuarto, cuando el banco lo cerraban a las cuatro, y aunque pusimos el Google maps, nos perdimos un poco porque aun no nos acostumbrábamos a las instrucciones de la fulana (de aquí en adelante así se le bautizó oficialmente con ese nombre), y porque la fulana no tenía conocimiento (no le pasaron el memo, supongo) de que por la calle que quería mandarnos en ese momento era de un solo sentido (por eso dimos “mal” la vuelta). Total que Sami cruzó la puerta del Scotiabank justo a tiempo y logró hacer su movimiento sin ningún problema, augurio de que el viaje iría todo de maravilla.
Un evento tras otro.
Ahora bien, Sami subió al carro emocionada por haber podido realizar su trámite. Esa primera consigna había sido realizada con éxito. Ahora quedaba irnos a Tijuana, sin prisas, pues el seminario al que tenía que acudir (Sami, no yo), no sería sino hasta al día siguiente en la madrugada (bueno, ocho de la mañana). Así que agarramos rumbo.
La carretera de San Luis Río Colorado a Mexicali, está en buen estado de concreto, solo que vibra mucho y es casi imposible hablar sin reírse. No tengo ni idea de porque hacen ese diseño como de líneas que sobresalen, pero está muy incómodo. Lo bueno es que solo fue ese tramito de máximo una hora (tramos con saltitos de más intensidad y tramos un poco menos manifestados).
Era momento de cargar gasolina y de comprar chucherías (o comer en Mexicali, pero decidimos mejor aguantarnos hasta Tijuana). Entonces mi premisa fue "donde hay gas (o dice Pemex) hay una tienda". Sin embargo nada más cruzando la frontera de Sonora con Baja California, parece que entramos temporalmente a la twilight zone.
Acababa de expresar con orgullo mi máxima cuando entramos a una área que decía gasolina justo en la salida y no tenían tiendita. El hoyo o local donde debía estar ubicada (tenía letrero y todo) ¡estaba vacía! Solo anaqueles y nada. Decidimos buscar otro lugar y ese otro lugar también tenía su situación extraña: para cargar gasolina había que dejar un depósito en efectivo... que luego resultó que era lo que te cobraban aun cuando dijeras que ibas a pagar con tarjeta (y ahí en caja anunciaran abiertamente que se aceptaban tarjetas de todo tipo). Estaba muy raro, es más no podías pedir el famoso "tanque lleno" porque tendrías que saber exactamente cuando debe ser en litros o peso, dejar un depósito en efectivo del total del consumo... Y así. Mejor solo pusimos los doscientos que Sami había sacado con motivo del depósito y nos estacionamos en el Oxxo donde por fortuna no hubo nada fuera de lo ordinario para contar.
Ahora sí, directo a Tijuana. Por la Rumorosa.
Tengo que hacer hincapié en lo padre del día. Ni muy nublado, ni muy soleado. Lo justo para que uno pueda ver el camino sin que moleste el sol (que no lo hizo para nada). Perfecto. Y así fue incluso durante el atardecer que por la ubicación y dirección en la que íbamos nos hubiera tocado casi de frente. Pero no. Ocurrió entre nubes, muy divino y a gusto para el viajero carretero.
Increíble como cambia el paisaje durante el trayecto y luego montañas magníficas, enormes en cuya cúspide se alcanzan a ver molinos de viento (aerogeneradores, pero es simpática la idea de un Quijote descubriendo gigantes en pleno siglo XXI).
La Rumorosa es una carretera de respeto; sinuosa, elevada, con precipicios (ergo vistas singulares), que poco a poco va subiendo la Sierra de Juárez, con vientos fuertes que se siente como golpeaba el carro. Pero hasta cierto punto, segura y muy bien mantenida, con miradores con elementos informativos, zonas de descanso con agua y demás. Es impactante. O sea en cuanto a lo de seguridad me refiero a que no es para que jueguen al Fittipaldi o al Baja Mil. No me imagino cuando era de un solo carril ¡Válgame! Ahí sí debía ser estresante.
Sami la llevo bien, maneja bien, así que no me preocupé ni tantito (porque me ha tocado gente con la que ya no hayas ni a quien más encomendarte. Gente que si eres ateo, por el bien de tu supervivencia hacen la labor de convertirte en todas las religiones) . Me dejé llevar por la impresión del paisaje, y más con los aerogeneradores, sentí como entrar a tierras extrañas.
De algo que nos dimos cuenta en un mirador es del friazo que hacía y que continuó hasta Tijuana. No todo en la vida es el clima de Peñasco. Por suerte y por no dejar, traía mi abrigo (ahora eterno compañero de viajes, que me ha librado de varias) y un saco extra que le presté a Sami.
Entrando a Tijuana, pusimos a La Fulana (de google maps) que, como ya le habíamos agarrado el modo, nos llevó directito al hotel sin contratiempos. Le respetaron a Sami su reservación y muy contentas bajamos nuestras cosas del carro.
Segunda meta lograda. Ahora a ponernos de acuerdo de dónde ir a comer.
Hartas, cansadas, y enfriadas, la verdad es que convenimos en solo cruzar la calle para comer en cualquier lado. Para no hacer el cuento largo, llegamos a un Chillis, donde, a la par de un trago coqueto (Sami una Margarita, yo un Girly Drink -así se llamaba) se nos ocurrió la brillantísima idea de pedir una Chicken Enchilada Soup.
¡Por todos los dioses que cohabitan en el cielo! ¿Cómo es que permiten tener eso en su menú? (ya sea la propia franquicia, la comunidad restaurantera, salubridad o la mismísima dignidad).Es la cochinada más catastrófica que jamás haya yo comido. Obvio, sí, fue una soberana pendejada pedir eso en un Chillis, pero no me imaginaba que fuera tan por debajo de los estándares de lo que uno no debe comer. Me imaginé una sopa (caliente) aguada, posiblemente desabrida con tiras de pollo y tiras de tortilla (incluso tenía pensado, ya que me la trajeran pedir aguacate para darle cuerpecito). Pero recibí lo que casi estoy segura fue una sopa Campbells sin diluir, sin pollo (mas que lo que venga en la sopa, o quiero creer que era eso), con un generoso puñado de tiras de tortilla chilosa (según) y, para acabarla de joder: fría. Acompañada de unas hermosas galletas saladas como si fuera coctel de camarón. Como para que se le pare el riñón a cualquiera ahí mismo. Lo bueno que habíamos pedido unos entremeses antes y que habíamos pedido la sopa pequeña, que con tres cucharadas te la terminas.
Me quejé amargamente en twitter, pero a la chica que nos atendió no le dije nada. Sentí que debía asumir la responsabilidad por haber pedido eso en un Chillis (también porque quien sabe después la morra dónde se metió. Espero en un closet junto al chef muertos de pena).
Ya con el estómago revuelto, pero lleno, cruzando el muy organizado pero aparentemente caótico cruce peatonal (que si Sami no se da cuenta de los semáforos yo hubiera cruzado muy a lo silvestre como vaca), regresamos al hotel según buscando lugares donde quedarnos en lo que decidíamos cual sería la aventura del día siguiente, hasta que nos ganó el sueño y la indecisión.
- Mañana ya vemos que se nos ocurre- fue la sentencia- mientras tanto ya vimos opciones.
Moraleja: Nunca comer sopa de pollo en Chillis.
Fin de la parte I. Obvio va a haber parte II ¿Sino como justifico la taza de San Diego?
Contenido original de @mokamisschievous para Steemit. Las fotos y el texto son de mi autoría.
Tarde en terminar de leer.. pero a lo que pude ya lo leí.. @mokamisschievous espero la segunda parte =) a ver en que termino la aventura y saber que no pedir en los sitios de referencia. jejeje
¡Claro que sí! ya estamos trabajando en ello (yo y mi café jajaja)
Y siempre recuerda: Nunca de los nuncas pedir chicken soup en Chillis (esa justamente ha sido la máxima de todo el viaje)
¡Saludos! y Gracias por leer
Que barbaridad @mokamisschievous! me encanta como describes todo jajaja hasta la parada al baño, me hubiera gustado ver los animalitos, sobre todo las alces, que divertido viaje empecé al revés, pero me encantó tu disposición y sobre todo tu forma de contar. Nunca había visto de esa forma un souvenir, pero tiene mucho de cierto, muchas gracias!
¡Un abrazo!
¡Un abrazo enorme @sulemna! Gracias por tus palabras y por darte una vueltecita