No rompan más, mi pobre corazón, está queriendo vino fino entiéndanlo

in #spanish7 years ago (edited)


¡Salud, amigos!

Empecemos con la premisa de que me gusta el vino, me gusta la cerveza, y entonces ya estamos del otro lado.

Por ende podríamos decir que al ir al segundo Wine & Artisanal Beer Festival, iniciamos con el pie derecho los debidas celebraciones del Oktoberfest. Pagar doscientos pesos por persona por degustar cervezas y vinos es una idea bastante atractiva para pasar la tarde, no sola, pero sí con amigos.

Perdónenme el atrevimiento, pero no todo es tan sencillo como para afirmarlo así tan a la ligera.

He estado pensando cómo darle vueltas al asunto, pero en realidad el evento fue bastante regular. Y es que el Tapeo tiene una onda rústica, bohemio chic, pero este anexo no se vio beneficiado de esa influencia en absoluto. No tenía nada especial, triste y sin atractivo. El primero estuvo bueno, el segundo, no tenía sino que mejorar, sin embargo, al contrario, me dio la sensación de que lo organizaron como siguiendo una plantilla básica, con prisa o por pura obligación. Para empezar, un indicador con cartulina naranja fosforescente escrita a puño y letra, con su flechita. Un escenario, sillas y mesas de plástico aventadas al centro como fiesta de rodeo. Vinos, cervezas, distribuidores al fondo sin más decoración que su stand, arrumbados al fondo. El piso, en vez de arena me dio la impresión que era tierra suelta vil. Nada me hubiera extrañado encontrarme ahí a unos caballos bailadores.

La vez pasada se preocuparon un poco más por hacerlo más variado, acogedor y visualmente agradable.

En cuanto me bajé del carro sonaba "Despacito" ¿Qué ganas de estar sabroseándose esa canción para todos lados? La odio, y la fregada rola duró lo que a mí me tomó entrar, pagar, analizar la situación, ver por dónde iba a empezar y tres puestos de degustación. ¡En serio! 

Hasta lo hice notar y me dijeron "seguro saben que estás aquí" (en alguna ocasión hice una declaración despotricatoria en contra de la rolita en facebook, y cada cierto tiempo hay alguien con espíritu bromita que encuentra alguna novedosa versión de la canción y me etiqueta. Hay una incluso de diez horas). 

El grupo era el de casa, con su reluciente micrófono rojo (Grupo Rojo). Tocan bien, tienen buen estilo y después se redimieron con otras rolas. Luego, ya entrada la noche llegó otro grupo de corte más rockero, Rastaband de Cananea. A esas alturas ya habíamos formado un grupito y en con ese cantamos todos, sobre todo las de Caifanes.

Y he ahí el asunto, si el evento tuvo cierto ángel, fue gracias a las personas con las que tuve la suerte de encontrarme. Primero Susy. Me divisó desde lejos ya que yo había recorrido los stands y tomado las fotos de rigor. La cerveza Delirium que me patrocinó un dolor de cabeza (obvio el nombre y el elefantito rosa me atrajeron muchísimo), y estaba en la salida, con mi cara de nadie me merece, por iniciar la retirada cuando Susy llegó conmigo; ya enfiestada, pues venía del Tekila (un bar que festejaba su aniversario), y traía toda la actitud. Ni modo de dejarla sola.

Me sacudí el dolorcito y empezamos la degustación en forma. Tres cuatro cervezas diferentes en el primer stand. Donde me gustó Grand Prestige, tanto la botella, como su contenido.

Luego, en donde la lonita rezaba en letritas “Liquis. Farmacia -Autoservicio” (qué conveniente), un señor simpatiquísimo con un vino español riquísimo; Gaudiana suave y que por supuesto terminé comprando. Si quieren saberlo, fue mi favorito de la noche y también el de mucha gente; persona que veía o saludaba, persona que traía una botella de esas bajo el brazo. Comprabas una botella y te daba dos copitas (de plástico transparente, muy coquetas) para que no te vieras mal, tomando tu vino directo de la botella. «Hay que tener tantita más clase con el vino» le decía a la gente.

Curioso, esas copitas jugaron un papel decisivo ya entrada la noche.

Pasamos al stand más vistoso; el de la cervecería 2-14 Brewing Co de Mexicali. Tenía las llavecitas para servir, cada una con su nombre. Todo un diseño muy fresco como su cerveza QQmber. Así como lo leen, cucumber; pepino en inglés, y serio sabe a pepino. Solo le falta escarcharla en chamoy, y ni botana necesitas. Traían cuatro, pero la de pepino fue un exitazo.

Nos formamos en Cava Córdova, donde tenían un Chardonnay ligero semi dulce, Preludio, y un GSM (de Granache, Syrah y Mourvedre) que fueron los que más me gustaron de ahí. Iba a decir que está fuerte, pero el señor (el simpátiquísimo) del Liquis, me advirtió que en vez de usar el adjetivo “fuerte”, me acostumbrara a llamarlo “vino con más presencia”.

Ya para terminar la degustación (les dije que eran pocos), nos encontramos con Dubacano y el 101 que es tan dulce, que desde a vez pasada creí que estaba tomando jugo de uva fina. Y probando los otros, supongo que ese  es su “sello” para mí gusto (disculpen a esta pobre neófita, que no sabe más que beber el vino); su frutalidad y dulzura. Probé un Merlot Rosado que sabía fresquísimo y muchísimo a toronja. Al grado que pensé en voz alta «¡pero si este va divinamente con el desayuno! (a falta de mimosas, claro)».

Susy y yo estábamos risa y risa. Ella en su creatividad histriónica inventando adjetivos y yo tratando de descifrarlos probando de lo mismo que ella.


Había otros stands, pero ya eran de Bohemía, Heineken y algo más, pero siendo de los que normalmente uno se encuentra en el Oxxo, la verdad perdí el interés.  Solo nos acercamos a ver el jueguito de tratar de meter gol con unos goles puestos. Al parecer estaba difícil.

Dijimos que compraríamos una y ya, y nos iríamos a ver a donde. Yo fui por mi botella de vino y un vinito en copita. Susy por un buen vaso de cerveza de pepino.

Y nos topamos con la peor parte: el baño. Ignominia total.  Cuatro cubículos de los portátiles azul verdosos, sin luz, y que si prendías la del celular, salía de tu gutural ser un grito como de Ned Flanders; el papel estaba muy bien ubicado dentro del mingitorio. Afuera, ni un dispensador de gel, ni una manguera donde enjuagarse las manos maniáticamente. Pensé que era chiste, o el área para caballeros, pero cuando pregunté por el baño me los señalaron con total naturalidad. Hell no!

Obvio cuando me dieron ganas, tuve que buscar un plan b.  Vi que alguien salió por una puerta y me metí al hotel.

Entonces, superado el susto y controlada la angustia, buscando a Susy me topé con Sara, la del Maxi House Café (y que hace el veneno portentoso y delicioso llamado Frida), y me abrazó con mucho entusiasmo. Yo no tenía idea de que la mujer estuviera tan alta (o que yo estuviera tan chaparra). No quiero exagerar, pero según recuerdo, mi nariz quedó a la altura de su axila cuando me abrazó el cuello. Le dije que ya era hora de irme y me ofreció un cigarro y rellenar mi copita.

Ahí empezó la breve fiesta. 

Ella me presentó con uno de los chicos de la cervecería 2-14 Brewery Co como bloguera , él me saludó con tanto gusto que hasta selfies nos tomamos.  Rellenó mi copita de nuevo cuatro veces con las diferentes cervezas. La Maria Antonieta era tan ligera que no sabía a nada, la Irish Red Ale estaba muy buena, la Summer Heffe, se supone que debía saber a plátano, y tenía un sabor exótico, pero definitivamente no sabía a plátano. Por último, la Mexipali, fuerte y amargosa. Me decidí por la de pepino (ya sé) y me acerqué a pagar una servida del tamaño reglamentario, y el chico me tronó la boca y expresó “no hay bronca ¿de cual quieres? Solo escribe bonito de nosotros y de la que te gustó”, y me sirvió.

No me rompan mis ilusiones que en ese momento me sentí importante.

Lo bueno de ellos es que hacen sus propios experimentos entonces se junta la creatividad con la ociosidad, la actualidad y lo artesanal. Y aparte la vibra buena onda que traían (no digo eso porque me dijera que les escribiera algo bonito).

Todos los stands fueron encantadores la verdad que sí, pero para mí, ese stand cervecero salvo el evento. Digo, aunque los vinos los encuentras más baratos y tienes la ventaja de probarlos, siguen siendo un poco caros, y la verdad si lo compras, lo dejas cerrado y te lo llevas a tu casa. Lo siento pero el ambiente no invitaba para nada sentarse de patita cruzada a empezar una borrachera con un vino de mínimo trescientos pesos.

Por otro lado apareció Chagoyán, qué cuando le dije que ya nos íbamos, también rellenó mi copita con cerveza, pues, era muy cuate de lo de la cervecería. Todos teníamos copitas, y luego alguien compraba una cerveza y repartía. ¿Ven? Por eso dije que iban a ser importantes.

Y de pronto, todo se juntó. En el punto álgido, Rastaband tocó canciones de rock en español y se hizo una bolita donde todos coreábamos las canciones. Susy, Sara y sus cuates, los de la cervecería, Chago, incluso Plinio ahí estaba. Todos con cheve en mano. No faltó y no sé cuánto duró el encanto. Cuatro, cinco canciones, refill, cigarro, cantada…

Hasta que Susy ya de plano no aguantaba los zapatos, y a mí, me dieron ganas de ir al baño.



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Yo también detesto despacito. Afinidades invisibles regadas por el mundo. Me ha gustado el post. Un abrazo desde Venezuela.

¡Saludos! un Abrazo desde México...
Eso del despacito ya es un virus

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