Estar alerta es el estado natural de todo gato que se respete a sí mismo. Cuando uno de la tripulación grita ojo avizor, ya yo estoy vigilante. Lástima que no pueda ser el primero en gritar. Mi voz no la entienden estos pobres aprendices de piratas.

El Capitan Rogers si me entendía, apenas me rascaba en su bota, gritaba: ¡Arriba! Y todos salían saltando a hacer las tareas, porque eran perezosos. Tal vez pensaban que eso de navegar por los siete mares era un viaje de placer.

Este capitancito nuevo, el Morgan, ni permite que me le acerque, así que yo, pendiente de los ratones que sigue habiendo, sea quien sea el capitán y los tontetes que lo sigan. Eso sí, me interesa que mantengan el barco a flote. Pues menudo problema sería si se hundiese, porque nadarrrr y ¡en tanta agua! de ningun modo me gustaría.

Ahí viene un barco. Ya lo vieron y se alborotaron. Todos corren de prisa a cubierta con las armas en las manos y los vigías, gritan enloquecidos dando datos. Pero el capitancito no se ve. Debe andar enfaldado con la rubia de los sábados.

Ahí viene. ¡El alboroto lo trajo!

Y se armó la fiesta en el barco, se gritan de lado a lado. Mientras tanto yo, a mi escondite favorito, un tonel de cerveza vacío y con un gran agujero que me permite ver todo todos los acontecimientos y bien protegido. Porque en medio del zafarrancho, a estos hijos de sus madres poco le importa dar una soberana patada a cualquier cosa que se le atraviese. Doy testimonio de ello, pues con una que me dieron salí volando y me estrellé en el piso de cubierta. Quedé tan maltrecho que pensé iba a perder una de mis siete vidas, pero aún la conservo.

Desde mi observatorio, veo un panorama raro. Toneles que van y vienen y mucha algarabía. Hasta largaron cañonazos. Y corrió la cerveza de uno a otro lado. Pregonaron a viva voz que era un éxito logrado; el Día del Pirata había sido instalado en las fechas oficiales y eso había que celebrarlo. 

En el escondite me quedé y cuando a tierra llegaron, a riesgo de un chapuzón a la barca me he lanzado, pues no se sabe señores, que es lo más malo volar por los aires en un combate rancio o resultar pisado en un bailoteo extraño. 

Y doy por suficiente mi experiencia gatuna en el mundo pirata. Me declaro ex-pirata. Me estableceré en los muelles y buscaré una gata. Esperando que este relato los pueda entretener.