Zulia: tierra de calor y color

El sol se asoma en la ventana y lo primero que tus ojos reciben al dar la bienvenida a un nuevo día es su esplendor singular, aún a través del cristal puedes sentir como su calor traspasa tu piel y se hace parte de ti. Al transitar sus calles ves las mismas edificaciones que el tiempo ha dejado en su paso, pero que todavía siguen deslumbrando a quién las mire. Imposible dejar de lado la amabilidad con la que el ciudadano de a pie te recibe a lo largo de la jornada.

Cuna del petróleo, de la gaita, de grandes peloteros, animadores y talentos destacados. Tierra impregnada de sol dondequiera, cuyo colorido en sus calles te deja perplejo, además de sentir el bullicio, la elocuencia y particularidad de su gente en cada instante.

Gastronomía sin igual: la mañana comienza con unos deliciosos tequeños, pasando por un placentero pabellón criollo para almorzar y cerrando con un descomunal patacón en la cena. Los cepillaos, el papelón con limón y el juguito de caña, son ideales cuando “el catire” está en su punto.

La gaita, patrimonio cultural y artístico de Venezuela, se escucha por doquier: el sonido retumbante de una tambora, una charrasca sonora, el rasgueo del cuatro, el golpe del furro y las melodiosas voces de sus intérpretes le dan vida al sonido más tradicional.

Convergen lo antiguo y moderno, lo natural y artificial, con extraordinarias edificaciones, en las que el tiempo parece haberse detenido: mirarlas es trasladarse a la época de su construcción. Desde estructuras como el puente Rafael Urdaneta, segundo puente de concreto más largo de América Latina y uno de los más largos de su tipo en el mundo, emerge de las mismas aguas que los palafitos autóctonos cuyo parecido con la ciudad de Venecia dio nombre al país: el Lago de Maracaibo, el más grande de Suramérica, denominado por la NASA como capital mundial de los relámpagos por el fascinante fenómeno que cada noche ilumina el cielo
y se posa sobre sus matices: el Relámpago del Catatumbo; hasta edificios neoclásicos como el primero en contar con ascensor del país, la Botica Nueva, custodiado por dos enormes Atlantes de mármol de 2.500 kg cada uno; pasando por el Teatro Baralt, el primero en gozar del séptimo arte en el país con la proyección de la primera película en Venezuela; dejan perplejo a quien tenga la dicha de posar sus ojos sobre ellos.

Aunque su más grande atributo es su gente, que celebra tanto las alegrías como las tristezas, que siempre tiene una enorme sonrisa y un chiste para ofrecerte aún en el peor escenario. Con un dialecto único: su voseo, acento, expresiones y palabras particulares los hacen marcar la diferencia, incluso, entre el resto de los venezolanos.

Los logros, los lugares y la cultura, son fuente de orgullo para el zuliano, pero más que eso, es el sentimiento irremediable de arraigo que siente quien nace o quien vive en este suelo, que no pude describirse en palabras, porque de alguna manera siempre se quedan cortas. Así es mi tierra, así es mi Zulia.