A un paso del Paraíso

Al promediar la tarde aquel día,
cuando iba a mi habitual momento a observarte,
fui a ser parte de un momento deslumbrante,
que mi alma, sin comprenderlo, ya sabía.

Sobre toda su luz, sobre todas sus llamas,
se ilumino mi alma y se templó mi cuerpo,
al observar de tan majestuosa belleza
el renacer de un grandioso silencio.

Florecía de mis manos un hermoso resplandor,
con un mudo amor y un corazón inerte,
donde pude lograr alcanzar a oler la primavera,
y tener de cerca una gran constelación.

Al tocarlo en mis manos sentí muchas cosas,
presentí, desee, respire, desperté, ilumine, codicie,
esa aventura de luz y esa sangre de horizonte
abrigándome en tu viento,
en el azul cielo que me lleva al infinito.

Tu frente luminosa como un anillo de Dios,
más firme que todo en la flora del cielo,
tocando la brisa que me llena de un profundo olvido,
contemplando tu belleza y gloria ante mis ojos.

Vestida de lujo de tu brillo interno,
estoy sentado en el rincón más sensible de tu mirada,
bajo el silencio estático de inmóviles pestañas,
viene saliendo un augurio del fondo de tus ojos
y un viento de océano que ondula sobre tus cielos.