Relatos de una Noche de Guardia: Pasta y Frijoles Negros (Intoxicación Etílica)

in #spanish6 years ago

¡Saludos Steemians! Sé que llevo unas cuantas semanas con poca actividad, pero se aproxima el mes de agosto, y con él mis vacaciones y bastante tiempo libre para dedicarme de lleno a crear contenido para ustedes, mi querida audiencia. Mientras, les traigo un capitulo más en mi serie de relatos durante mis guardias nocturnas. ¡Espero les guste!


Relatos de una Noche de Guardia: Pasta y Frijoles Negros

Licencia: Dominio Público



Como la gran mayoría de mis guardias, comenzó con unas cuantas horas de calma, en las que había poco más que hacer que contar las viejas manchas de sangre en el piso (y habían pocas; el trabajo de los conserjes del hospital es de verdad resaltable). Era un viernes, y me encontraba nuevamente junto a @cibeltoledo, mi compañera de luchas y trasnochos durante mis guardias bajo el servicio de cirugía, y su novio, Rodolfo, quien aunque está todavía cursando el 3er año de la carrera, decidió hacer una guardia con nosotros para tener una idea de lo que le tocará el año que viene (sufrimiento e insomnio, básicamente).


Luego de un tiempo diciéndole que aún estaba a tiempo de abandonar la carrera y dedicarse a algo que le permitiera tener una vida social normal, el frío de la sala de emergencias hizo que me retirara a orinar por tercera vez en la noche, en mi baño privado ubicado en una esquina oscura del patio de la capilla del hospital (porque si pensabas que los baños de las gasolineras estaban en malas condiciones, es porque no has visto los de un hospital sin agua desde hace meses). Mientras excretaba la Coca-Cola que me había tomado antes de salir de mi casa, escucho la sirena de una ambulancia aproximándose, y que significaba que la noche por fin se iba a poner interesante.


Licencia: Tomada por el autor


@cibeltoledo y yo, en uno de esos raros momentos sin ojeras ni nada que hacer salvo tomarse fotos



Al llegar a la esquina del pasillo que lleva a la sala de emergencias, veo a los camilleros entrar con 3 pacientes. Al cruzar la puerta (figurativamente hablando; no hay puerta. Hace las entradas de los pacientes bastante menos dramáticas), veo a los protagonistas de la historia de hoy: 2 pacientes masculinos; uno joven, uno de aproximadamente unos 40 años, y una mujer, también joven, llorando desconsoladamente quejándose de un dolor, los 3 víctimas de un accidente automovilístico. Me reporto ante los doctores César y Xavier, los residentes a cargo de nosotros, quienes me piden que me encargue de las heridas del joven, que se encontraba sentado al lado del hombre mayor en una misma camilla. Así, @cibeltoledo y yo tratamos las cortadas y raspones del joven, César y Xavier suturaban varias heridas profundas en la cara del paciente a nuestro lado, y Rodolfo trataba de calmar a la joven que se encontraba acostada en la camilla aun llorando, pero que parecía estar en mejores condiciones que los demás, sin heridas visibles salvo un raspón en su muñeca derecha.


El joven nos dijo que su nombre era Daniel. Tenía raspones de gran tamaño pero relativamente superficiales en su brazo y pierna izquierdos, algunos más en su cara, y una pequeña cortada también en su brazo izquierdo. Inmediatamente notamos que emanaba un fuerte olor a alcohol, y que arrastraba el habla, en resumen, estaba borracho. “Ahí está la causa del accidente…” pensamos, mientras le aplicábamos Silvederma (una crema antibiótica) a sus heridas, le pedí que nos contara que les había pasado…

Bueno, estaba tomando, y me caí de la moto…

Me quedé en silencio por unos segundos esperando a que continuara su historia. Al darme cuenta que eso era todo lo que iba a decir, indagué por más detalles:

Entiendo, pero cuéntame más, ¿Estabas con la joven y con el señor a tu lado? ¿Hace cuánto fue el accidente? ¿Qué lo causó, fue una colisión o una caída?

Estaba tomando con ella (apunta a la joven)en la discoteca, y después de un rato nos fuimos en mi moto y nos caímos, fue como a las 9…

Cabe destacar que eran ya las 11 de la noche, y me pareció poco realista el hecho de que llegaran a la sala de emergencias casi 2 horas después del hecho. Seguí con mi interrogación, tratando de buscar sentido en su historia.

¿Cómo que a las 9? ¿Duraron 2 horas en el suelo sin pedir ayuda?

Sí doctor, exacto.

Me respondió con firmeza. No hizo que le creyera, pero dándome cuenta de que o no recordaba lo que en realidad había pasado, o lo estaba ocultando, le cambié el tema, pensando averiguar de otra forma la razón del accidente.

Entiendo… ¿Y quién es la joven, tu novia?

Sí… ¡Que digo, No! ¡No es mi novia!

¿Es o no es?

Sí es doctor

Ok, entonces, ¿Tu ibas manejando y tu novia iba atrás?

¡Ella no es mi novia doctor!

Licencia: Dominio Público



Me di cuenta que iba a ser una noche larga. Suspiré, y dándome cuenta que el paciente al lado de Daniel no parecía ebrio, y que no lo había mencionado en su recuento del accidente, comencé a interrogarlo con la esperanza de que pudiera aclarar mis dudas.

Señor, ¿Usted estaba con ellos? ¿Sabe qué pasó?

¡Estos %#”$& me chocaron!

Todo cobró sentido. Daniel y la joven, cuya relación con él aun no teníamos clara, salieron de una discoteca luego de varios tragos, y en el camino hacia presumiblemente otra disco (era muy temprano para ir a casa) atropellaron al hombre (cuyo nombre no recuerdo, pretendamos que era Carlos), y Daniel estaba tratando de encubrir el accidente con una historia que sólo tenía sentido para alguien con más alcohol que sangre en cuerpo. Noto que ante la acusación, Daniel se exaspera, y exclama:

¡No! ¡Eso no fue así!

¡Claro que sí! ¡No te acuerdas de lo borracho que estás, quien sabe que habrás tomado!

No, no… ¡Yo me caí!

¡Te caíste después de atropellarme!

Cabe destacar que los doctores aún estaban suturando a Carlos, específicamente una cortada de unos 6cm que tenía en la ceja. @cibeltoledo y yo ya habíamos terminado de tratar las heridas de Daniel, quien en todo momento estuvo inquieto y en constante movimiento, cosa que empeoró al terminar de aplicar la crema, y por lo tanto dejar de sostenerlo. Recordemos que Carlos y Daniel estaban sentados en la misma camilla (porque hasta eso está escaso en Venezuela), por lo que los movimientos de Daniel la hacían temblar, mientras que estaban suturando la ceja de Carlos. Obviamente, esto era bastante peligroso. Le dijimos varias veces que dejara de moverse, pero no hacía caso, por lo que luego de varias advertencias, Carlos le gritó:

¡Deja de moverte, no ves que me están suturando!

Esta bien…

Dijo Daniel, mientras seguía columpiando las piernas, haciendo temblar la camilla como si estuviéramos en un terremoto chileno. Carlos apartó a los doctores, con la herida aun a medio coser, y agarrando a Daniel por el cuello le dijo:

¡Que dejes de moverte, coño!

Luego de tomarnos un segundo para asimilar lo que acababa de pasar, separamos a Carlos de un confundido y aterrorizado (pero inmóvil, al fin) Daniel, y los doctores lo llevaron al área de traumatología para terminar de suturar sus heridas. Daniel se quedó relativamente tranquilo luego de eso (aunque de vez en cuando intentaba quitarse la crema de sus heridas, los pacientes ebrios no son exactamente obedientes), así que volvimos nuestra atención hacia su… ¿novia? Seguíamos sin tener muy clara su relación. Rodolfo tenía ya varios minutos tratando de calmarla y de sacarle sus datos básicos, sin tener mucho éxito. Le preguntamos cómo estaba, a lo que nos respondió que le dolía la muñeca (donde tenía un raspón), y decía tener la pierna derecha rota, mientras la movía como si estuviera pedaleando una bicicleta invisible (por lo que si bien tenía unas pequeñas laceraciones, no estaba fracturada).


Negó saber lo que le había pasado, e incluso nos dijo que no sabía dónde estaba ni como había llegado. Le explicamos su situación; que había estado en un accidente de tránsito (sin dar muchos detalles para evitar que Daniel se exaltara), le aseguramos que a pesar del dolor, sus heridas eran menores y no tenía ninguna fractura, y le dijimos que luego de tomar sus datos para anotarla en los records de morbilidad, la íbamos a llevar a ella y a su novio (a lo que Daniel dijo “no es mi novia”) a practicarse unos rayos X y confirmar que sus lesiones eran superficiales. Comenzamos preguntándole la edad a Daniel, a lo que nos dijo:

20… ¡No!, 21

¿20 o 21?

¡18!

Ya para este punto pensábamos que nos estaban tomando el pelo. Ambos pacientes llegaron sin ningún tipo de identificación, por lo que sólo teníamos su palabra para guiarnos, y al no dar respuestas claras, sólo se nos ocurrió pedirle al joven que llamara a su madre desde mi teléfono (por lo menos aun recordaba el número de su casa) y le contara sobre el accidente, para que viniera a buscarlo y a proporcionarnos datos concisos. Pasamos a interrogar a su acompañante, quien entre lágrimas nos dijo que no recordaba su edad (al día de hoy me sigo preguntando que estaban tomando…) pero al menos recordaba su nombre: Eliana. Le presté mi teléfono para que también contactara a sus padres, aunque en medio de la llamada noté que los estaba preocupando en demasía por el estado histérico en el que se encontraba, y le pedí que me diera el teléfono para hablar con su madre y explicarle que su condición no era para nada grave, y que su hija no corría peligro.


Después de esto, no nos quedó más que esperar a que ambos representantes llegaran. Le pedí a Rodolfo que terminara de calmar a Eliana, quien por fin parecía darse cuenta de que su condición era mejor de lo que pensaba. Mientras le tomaba la mano y le aseguraba con frases cliché que todo iba a estar bien, ocurrió lo que le da nombre a la historia de hoy. Nos dijo que tenía náuseas, por lo que le acercamos el bote de basura. Apenas lo pusimos a su lado, vomitó una cantidad sorprendente de fluido para su tamaño (no pasaba de los 1,60m), con un olor que años de semi-alcoholismo me permitió identificar como cerveza con ron (y quizás un poco de vodka. Te dije que salir a emborracharme me iba a ser útil algún día, mamá), y que al inspeccionarlo, contenía pasta y frijoles negros (caraotas, para los venezolanos) casi sin masticar, y para nada digeridos. Si hubiese querido saber qué había cenado esa noche, probablemente le hubiera preguntado, aunque esa fue una forma válida de averiguarlo, supongo.


Licencia: CC-02, créditos a Jessica Merz


Algo parecido a esto, para que no esfuerces tanto tu imaginación.



Al terminar de vomitar, comenzó a llorar de nuevo. @cibeltoledo y yo dejamos de nuevo a Rodolfo tratando de calmarla (era el de menor rango en la cadena de mando), mientras nos sentábamos con los doctores a esperar que llegaran a los padres para llevarlos a realizarse los rayos X. Mientras estábamos discutiendo sobre cómo sería el regaño cuando llegaran, vemos que Daniel se para de la camilla y se arrodilla al lado de Eliana, tratando también de tranquilizarla. Recordé que el joven no nos había aclarado si eran pareja o no, pero en ese momento despejó mis dudas; comenzaron a besarse apasionadamente (más al estilo “película pornográfica” que “comedia romántica”), dejando hilos de vómito entre sus labios cada vez que se separaban para tomar aliento, y es posible que haya visto un pequeño pedazo de frijol en la boca de Daniel (lo sé, tengo talento para escritos eróticos, no te sorprendas si algún día ves uno en mi blog). @cibeltoledo preguntó si debíamos separarlos, a lo que los doctores y yo respondimos al unísono y entre risas:

Nah, déjalos.

Rodolfo se sentó al lado de nosotros, visiblemente incomodado. Los padres de ambos jóvenes llegaron al poco tiempo, y los llevamos al área de radiología para tomarles unas placas. Daniel entra después que Eliana (quien efectivamente no tenía ninguna fractura), y luego de varios minutos en la sala de rayos X, sale el radiólogo, algo sudado, y me dice que tiene que hablar conmigo en privado. Asumí que Daniel sí debía tener algún hueso roto o fisurado, pero recordé que había estado en constante movimiento sin quejarse de ningún dolor, salvo en sus lesiones cutáneas, por lo que me pregunté dónde podría estar localizada. Al estar a solas con el radiólogo afuera del edificio, me dice, con mirada seria:

No más borrachos, al próximo tú le tomas la placa.

Ok… ¿pero eso era todo? ¿No tiene ninguna fractura?

No, pero no colaboraba nada, estuve a punto de irme y decirle al padre que se encargara él de su hijo.

Solté una risa de alivio; ambos pacientes eran libres de irse apenas les diéramos las indicaciones médicas. Al entrar de nuevo al edificio, vi que ambas madres estaban hablando con sus respectivos hijos, pero admito que me decepcionó un poco el notar que no los estaban regañando por tomar haber tomado más alcohol que un ruso despechado y haber atropellado a un hombre, sólo les estaban diciendo que dentro de poco iban a estar bien y que no se preocuparan por la moto en la que iban, ya que la habían encontrado sin mucho daño. No es exactamente lo que yo le hubiera dicho a mi hijo si hubiera estado en su lugar, pero supongo que en el estado en el que estaban no iban a hacer mucho caso de todas maneras.


Las radiografías de la pierna de Eliana (izquierda) y el tórax de Daniel (derecha), la viva imagen de la salud.



Ahora, dejando de lado la historia, pasemos a estudiar el caso. Si tomáramos nota, la embriaguez, o intoxicación etílica es responsable de un porcentaje importante de las heridas de los pacientes que llegan a la sala de emergencias, en especial los viernes y fines de semana. Pero, ¿Qué es lo que ocurre en nuestro cuerpo cuando tomamos alcohol, y cómo se debe tratar este estado alterado?


El etanol, o alcohol etílico, es el tipo de alcohol que se encuentra en el licor. Es un depresor del sistema nervioso central, por lo que su consumo en exceso puede causar graves problemas para la salud (sueno como una charla de las que daban en los liceos, lo sé). Los síntomas de la intoxicación etílica dependen de la cantidad de alcohol ingerido: en la intoxicación leve (20 a 200 mg de alcohol por dl de sangre) hay desorientación, deterioro de las funciones cognitivas y dificultad para los movimientos que requieran de precisión motora, dificultad para el habla (disartria), y un aumento en la impulsividad. En la intoxicación moderada (200-400 mg/dl) ocurren manifestaciones más graves como náuseas, vómitos, estupor, somnolencia, dificultad para cualquier tipo de movimientos, respuesta lenta a estímulos, y agresividad aumentada. Aquellos que sufren de intoxicación grave (>400 mg/dl) normalmente caen en estado de coma, su tensión arterial disminuye peligrosamente, y pueden incluso padecer convulsiones o un paro respiratorio debido a la depresión de su sistema nervioso central. Y por encima de los 900 mg/dl suele ser el rango letal de intoxicación.


El diagnóstico apropiado se basa primeramente en la clínica del paciente, tomando en cuenta el contexto en el que se produjeron los síntomas; si el paciente comenzó a presentar dificultad para caminar y hablar durante alguna fiesta y luego de consumir alcohol, es bastante más probable que se trate de embriaguez que de un síndrome de Guillain-Barré o un ECV isquémico, por ejemplo. Además, se mide el nivel de etanol en sangre y/o aliento, comúnmente usando el alcoholímetro que la mayoría de nosotros conocemos. Este aparato mide el porcentaje de alcohol en sangre, determinándose legalmente en la mayoría de los países que alguien con más de 0.8% de alcohol en sangre está en estado de ebriedad.


Licencia: CC-02, créditos a danielle_blue



Por último, el tratamiento es principalmente sintomático, y depende del grado de intoxicación: en la intoxicación leve no se suelen requerir medidas terapéuticas, aunque personalmente recomiendo tomar el equivalente en agua del alcohol que se consumió para evitar resacas (funciona como no tienes idea, de nada). Si es una intoxicación moderada, se puede administrar una ampolla de 100mg de Tiamina (Vitamina B1) intramuscular en dosis única, y 300mg diario por vía oral durante 3 días. Además, se puede usar Haloperidol (un antipsicótico) en casos de convulsiones o agitación física extrema, y antieméticos como Metoclopramida para tratar los vómitos. Tanto en estos pacientes como en aquellos con intoxicación grave es sumamente importante la hidratación tanto con solución salina, como con suero glucosado para evitar una hipoglucemia, y ejercer una constante vigilancia de la tensión arterial, temperatura, y frecuencia respiratoria y cardíaca. En caso de ser necesario, se puede practicar una reanimación cardiopulmonar, y si el paciente sufre un paro respiratorio se debe intubar e ingresar en la unidad de cuidados intensivos. Se puede practicar un lavado gástrico, pero sólo dentro de las primeras 2 horas posteriores a la ingesta del alcohol, ya que éste tiene una absorción rápida.


En resumen, el alcohol es malo, niños. Ya en serio, reconozco que no tengo ninguna moral para decirte que no bebas, pero si lo haces, evita llegar hasta el punto en el cual no recuerdas tu edad (de acuerdo a los padres, Daniel tenía 22, Eliana 21), y parezca una buena idea besarte con tu novia (de nuevo, los padres nos confirmaron que sí lo eran) quien acaba de vomitar su cena, y que aparentemente no mastica su comida antes de tragarla. Lección para la vida.


Referencias:


Si te gustan los artículos de temática médica, o de curiosidades generales, recuerda seguirme, ¡hay mucho más en camino!. Y como siempre, dejo mis agradecimientos a @cervantes y @mosqueteros por su constante apoyo a la comunidad hispana, y a @steemstem y @ramonycajal por su apoyo al contenido científico.

Sort:  

"comenzaron a besarse apasionadamente (Más al estilo “Película pornográfica” que “romántica comedia”) , Dejando hilos de vómito Entre SUS labios Cada Vez Que se separaban para Tomar aliento", Esto me dieron ganas de vomitar a mi.....

Hubo que tener un estómago fuerte para poder verlo jajajajajajaja

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