LA INSATISFACCIÓN ETERNA
Los parques de las afueras, esas zonas verdes donde los jovenzuelos se magrean, están también llenos de patos, pavos reales y otras aves decorativas. Estos animales, de bellas plumas, gustan de exhibirse y caminar ufanos, en aras de defender su territorio y marcar paquete ante las hembras de turno. Así, parece que los pavos gustan de eso que llaman estatus social, sin que ninguna revolución industrial se lo haya metido a capa y espada en su ADN.
Los humanos a veces, también nos ponemos un poco pavos.
En la antigüedad, la forma de ganar prestigio era ir a la guerra. Hacer unas cuantas macarradas espada en mano, cortar algunas cabezas y preñar una dama virgen en la oscuridad de un pajar. Eso era vida. Los pobres, campesinos débiles e incapaces para pelear, miraban tristes como los nobles amigos de la endogamia, hacían y deshacían a su antojo en virtud de no sé qué linajes.
El mundo de hoy es distinto: ya no hay feudalismo, ni pecados ni glorias originales que marcan el destino de un ser humano. El capitalismo enterró a medias este concepto, sembrando la semilla de la competencia y la cultura de la ley.
El mundo ya no era-tanto-un teatro de vanidades; un entremés hortera donde lo importante era tenerla más grande.
Para prosperar, una gente trabaja y otra succiona.
El capital trajo las fábricas, los horarios sin fin, el ahorro y el culto al oro. Los emprendedores y monopolistas eran los amos del cotarro, enterrando a los genéticamente defectuosos nobles de pacotilla. La producción alcanzaba cimas; encumbraba mediocres y contaminaba el mundo. Nuevas enfermedades anidaban en los pulmones mientras los miserables decían salir de la pobreza.
Un nuevo mundo.
Así pues, la esperanza era posible. Ya no estaba todo condicionado por la cuna, sino que romperse la espalda podía hilar el guión de una nueva vida. Trabajar sin descanso, con intención de mirar por encima del hombro al amigo y levantarle la novia al vecino. Muchos dicen que el capitalismo nos hizo busconas de un estatus social; una droga de consumo innecesaria. Sin embargo, el espirítu humano y el cuco, destructivos donde aniden, buscan rapiñar más y más los nidos donde se instala.
El mal es un invento antiguo.
No son los capitalistas los constructores de nuestra arrogancia, sino aquellos a quienes la historia les ha nombrado administradores de la misma…hasta el fin del sistema.
Todo depende del lente con el que se mire. Buen contenido! 👏
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Gracias y un saludo!
Fuerza y potencia, ¡me gusta tu estilo!
Muchas gracias!