LA IDOLATRÍA DEL LUMPEN

La clase obrera ha muerto. Sus últimos coletazos, fueron dados antes de tener el pisito en propiedad y el utilitario de veraneo. Perdieron la conciencia social y se abrieron una cuenta corriente. Salieron de la eterna madre miseria y la burguesía colonizó sus cerebros.

Los arqueólogos dieron muestra de ello.

Este proceso, alegre para muchos, abrió las puertas del orfelinato para los ideólogos de izquierda. Se habían visto abandonados; ignorados por la masa de su levadura. Una vez emancipados los obreros, los intelectuales, periodistas y profesores progres, tenían una función igual a cero en la sociedad.

Había que hacer algo.

Y así, manos a la obra, los vendedores de ideas pusieron el cerebro a dar vueltas, que para eso son pensadores. Con el mismo descaro que los vendedores de seguros, empaquetaron una oferta limitada que solo los más torpes podrían rechazar. Por esto, dieron a luz movimientos como feminismo, ecologismo, buenismo y corrección política, sustitutos a media jornada de los extintos proletarios.

Pero quedaba cubrir la otra media jornada.

8 horas de jornada es un tiempo muy largo de trabajo. Y sí uno no tiene nada que ofrecer, es común que se aburra. Con solo la mitad del pastel, los progres estaban aún hambrientos. El feminismo no cubría su avidez de postre y el buenismo les tiene en los huesos. Hacía falta dirigirse a otros nichos de mercado; más exóticos; más inexplorados y agresivos.

Y aquí aparece el lumpen.

Desarraigados de la sociedad; enemigos de la ley y el trabajo; saltimbanquis y delincuentes; ociosos y noctámbulos. Los trabajadores, amigos del sacrificio y la vida ordenada, detestaban a estos cantamañanas, nuevo objetivo de los partidos de izquierdas. En mitad de un mundo colonizado por el desarrollo y saturado de capitalismo, solo quedaban atrás algunos díscolos desintegrados; jabalíes atropellados en una carretera secundaria.

El lumpen, constituían los nuevos pobres. Aquellos que seguían dependientes de la limosna del estado en un mundo independiente. Para ellos, serían fabricadas un ingenio de paguitas, pisitos y ayudas, para nada condicionadas a la escolarización de los hijos o la aportación a la sociedad.

La nueva izquierda y su incurable hibristofilia.

Los currantes, obreros antaño votantes de la izquierda, se iban alejando más y más de su anterior ideología. Quienes eran sus líderes, no hacían otra cosa más que sajarles a impuestos, llamarles machistas y desearles mil y un males. Una pesadilla que a nadie parecía importarle; unos barrios infestados de delincuencia pero con numerosos carriles bici.

Así pues, un nuevo horizonte histórico parece vislumbrarse: la antigua dicotomía izquierda-derecha saltaba por los aires, pues la pijoprogresía había dejado a la derecha el campo libre y abonado. Obreros y gente de izquierdas, empezaban a votar a la derecha ante la traición de sus representantes, dejando a los analistas boquiabiertos y a los todólogos sin palabras.

Interesantes tiempos los que vivimos. La mente de los occidentales, destruida por la opulencia y la estupidez. El ying y el yang cambiando de vida sin explicación anterior. El mundo al revés. ¿Una gran conspiración? Me gustaría saberlo.