Es Jueves por la madrugada, 3:27 a.m, —¿pero cómo rayos puedo saber eso? Para este momento sería natural haber perdido el sentido del tiempo, —algo más que sumar a la ya larga lista de irregularidades que estoy experimentado —pienso.

Supongo que he llegado a un punto muerto en mi búsqueda, ya no puedo discernir la realidad de la ficción. Nunca fui una persona religiosa, pero viendo en retrospectiva, quizá debí tener mi mente más abierta.

Sumido en una tenue oscuridad, soy capaz de oír una serie de pasos sigilosos, pero no es, si no minutos después, que oigo abrir una puerta en lo que yo presumía que era solo una silueta sobresaliente en la pared.

Escucho la voz de un anciano:

—Así que tú eres quien ha alcanzado la resurrección... Vaya desconcertante suceso tenemos aquí, para ser sincero no tengo idea de cómo abordar este asunto —expresa con una voz gutural y grave.

—¿Pero quién coño se supone que eres tú? —replico completamente consternado.

—¿Quién soy? Irrelevante mi amigo, soy yo quien debería preguntar, ¿quién o "qué" eres? —vocifera el anciano mientras arquea la ceja con una expresión irónica que deforma aún más sus decrépitas facciones.

—¿Qué?... ¿Qué carajos quieres decir con eso? ¿Y a qué te refieres con "resurrección"?

El silencio impera en la habitación por unos cuantos segundos, los cuales me parecen sempiternos debido a mi inmensa intriga...

—Me temo que no soy alguien indicado para responder eso, pues... Es algo que solo conozco superficialmente, de hecho creo que podría contar con los dedos de mis manos a las personas con vida que podrían responder a esa pregunta de una manera clara y concisa —responde el anciano con un tono inquietante, sin embargo por alguna razón que no logro discernir, sé que dice la verdad.

Esas palabras hacen que me invada el desconcierto, mi mente se sume en un mar de preguntas, pero casi en la inmediatez, todo se esclarece.

—Lo que si te puedo adelantar es que no volverás a ser el mismo de antes, prueba de ésto es que, todo lo que he dicho hasta ahora ha sido en una curiosa fusión de tres lenguas muertas, para ser más específico, supongo que no eras un erudito en griego antiguo, hebreo antiguo y en arameo antiguo, y tú mi amigo, has interpretado cada palabra que he pronunciado en esos idiomas, tan naturalmente como si de tu lengua materna se tratase —pronuncia el anciano mientras me toma el hombro con sus regordetes dedos, rápidamente me percato de lo lozanas que se vuelven sus manos, mis ojos son testigos de un hecho inaudito, —tan vigorosas como las de cualquier hombre joven, ¿cómo es posible? —pienso.

Ante tal revelación, sinceramente, quedo en blanco, pero de nuevo mi mente recobra la resolución en cuestión de un santiamén, —¿cómo es posible? Cualquier persona tardaría horas en procesar todo esto —murmuro.

El anciano se aproxima hacia mí con expresión de desdén en su rostro, se dispone a abrir el cerrojo de los grilletes que me confinan.

—Ponte de pie, es hora de que conozcas a algunas personas… Oh, aunque tal vez no elegí el adjetivo correcto para describirlos… —aventura entre risas el más que desconcertante vejete.

Al salir del tugurio, caminamos hasta llegar a los confines del antro, llegando a un punto en que el puedo olfatear un leve olor a tierra húmeda, —probablemente estemos cerca de algún riachuelo —pienso.

Nos aproximamos a una misteriosa roca de color marrón grisáceo, en la misma se podían distinguir unas ranuras, —el acabado de ellas me recuerda mucho al de las runas nórdicas que tanto mencionaban en aquel viejo documental que vi en mi niñez —pienso con una lucidez sorprendente.

—Adelante muchacho, haz que funcione nuevamente el mecanismo —me lo ordena confiado.

—¿Cuál mecanismo? —pregunto guiado por la intriga.

—¿Acaso no lo ves? Vaya, si que me decepcionas, ¡lo tienes justo al frente! —replica con un tono serio.

El anciano posiciona sus manos en la roca y las desliza sutilmente, en un instante, las ranuras comienzan a resplandecer.

—Vuélvete diligente y disponte a tocar el mecanismo que tus manos deben de abrir —vocifera con una autoridad ciertamente intimidante.

Coloco mis brazos en la piedra, al paso de unos segundos presionando la roca, comienzo a sentir como un extraño cosquilleo recorre las palmas de mis manos, prontamente la sensación empieza a generalizarse en el resto de mi cuerpo.

Las rocas que nos obstruían el paso comienzan a desplazarse al unísono, despejando el camino a nuestra merced, —¿pero qué clase de tecnología es esta? —pregunto guiado por el desconcierto.

—La indiferencia, la pereza y la ignorancia son, sin dudas, nuestros peores defectos de fábrica, te costará mucho despojarte de las pesadas cruces de tu vida mundana; no será hasta que, finalices la expansión de tu consciencia, cuando logres visualizar con claridad todos los deleites que las personas del común apenas pueden atisbar —replica el anciano.

El misterioso hombre me introduce a unos pasillos con una arquitectura que parece evocar una más que curiosa fusión entre la Europa Renacentista y la Inglaterra Victoriana. Contemplo extasiado la ostentosidad y la rareza del tétrico lugar, visualizo en las proximidades unos relieves de mármol negro, las paredes se encuentran adornadas por unos extraños lienzos inacabados y, al mirar el techo, me percato de unos espejos seccionados irregularmente, están dispuestos de forma tal que reflejan la luz proveniente de las ventanas, consiguiendo una iluminación agradable, aún así, el solo observarlos hace que me invada una profunda sensación de desasosiego.

Los corredores nos conducen hasta una inmensa puerta ornamentada por unos criptogramas repletos de diferentes caracteres distinguibles.

El anciano se somete a una lectura de iris mediante un dispositivo biométrico, luego me adentra a un inmenso salón en el que se pueden observar cinco podios con nombres escritos en distintas lenguas, distinguí en uno de ellos una curiosa mezcla de sanscrito (Exeve) y griego antiguo (del Hedonismo), los otros eran arameo (Phraim, la Balanza), hebreo antiguo (Azqhæl, el Altruista), latín (Rufus, el Conquistador) y en código binario (A.R.G.O.S del Nihilismo).

En el podio que se encuentra en la extrema derecha, vislumbro un cuerpo desnudo que, al enfocar mi vista, veo que se trata de una fémina despojada de toda prenda, sus rebeldes mechones son tan largos que cubren sus pezones por completo, su sexo está cubierto por el frondoso monte de Venus; a su lado, se encuentra una masa uniforme que es tan negra como el alquitrán, con extremidades humanas sobresaliendo de su voluminosidad, cadenas inmensas lo atan y se funden con las sombras, gritos espantosos se escuchan en sus entrañas; un cándido niño se encuentra en el tercer podio, su vestimenta es austera, sus facciones son delicadas y entran en contraste con el resto, un rosario desgastado y grisáceo cuelga de su cuello; un zorro grande y con pelaje cobrizo yace en el podio adyacente, dos colas sobresalían de su parte trasera, una de ellas se encuentra cercenada por la mitad, una horrenda cicatriz cubre su rostro desde el ojo hasta la nariz; un monitor negro y rojo, de un tamaño considerable, está colocado en el podio de la extrema izquierda, unos cables sobresalen y se pierden en la oscuridad de la sala, se puede divisar un mar de código binario en su pantalla.

Al cabo de unos minutos, todos se reúnen en asamblea para deliberar cual será mi destino.

—Aquí les tengo un pequeño regalo —pronunció sarcásticamente el anciano.

—¡Vaya! Al parecer nos trajiste un curioso espécimen que desearía estudiar detalladamente —replicó con excitación la mujer desnuda.

—Sin lugar a dudas, sus capacidades mentales, físicas y espirituales han incrementado a causa de la resurrección —vociferó apaciguado el niño.

—Cabe recalcar que esa última, la posee en menor medida que las otras dos —respondió con un tono serio el zorro parlante.

—Era de esperarse, cómo el resto de los viles mundanos de esta era, no es un usuario de algún arte mística —expresó mediante ruidos ahogados la masa sin forma.

—¿Comenzamos? ¿Será que llegamos a un consenso? ¿Qué haremos con él? —pronunció con una voz sintética la pragmática máquina.