Un alma rota (Primera Parte)

Adela, ese es su nombre.
Mi mejor amiga, confidente y aliada. A pesar de los años seguiamos manteniendo esa amistad fiel como la de niñas, teníamos años conociéndonos y saliendo a tomar café para ponernos al día de nuestras vidas.
Era tan jovial, risueña y amable con todos. Hasta se reía de sus propias desgracias, siempre la admire por tener un espíritu inquebrantable ante cualquier cosa.

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Un día la sentí rara, un poco distante. Como si no quisiera que supiera algo, así que decidí respetar su espacio y no preguntarle nada para evitar incomodidad. Al día siguiente estaba como si nada, con su mismo humor que de costumbre lo cual me genero un poco de intriga mas no hice mucho caso para intentar resolver mi incógnita. Todo iba marchando bien, hasta que un día común y corriente recibo una llamada, creo que la mas espeluznante de toda mi vida.

Adela, se había quitado la vida.
Quedé petrificada.
No tenia palabras.
Solo en mi cabeza se reanimaba como pudo haber sido, que rayos estaba pasando por su mente para tomar esa decisión y la pregunta mas repetida de todas ¿POR QUÉ?.

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Ese día no salí de mi casa, me sentía culpable. Y es que acaso de alguna manera si lo era? Fui a su sepelio pero sentía como si mi cuerpo no tuviera alma, la tristeza y la rabia se lo habían llevado a tres metros bajo tierra. Fallé como mejor amiga, falle como ser humano. Como no vi que Adela la estaba pasando tan mal? Sabia que algo andaba mal con ella desde aquella vez que la note extraña. Entonces decidí ir a su casa, su madre muy amablemente me permitió estar en su habitación, y empece a buscar pistas o lo que fuera que me diera respuestas. Conseguí un diario y me lo lleve a escondidas a mi casa para leerlo tranquilamente. Leí las cosas mas atroces que jamas me pude imaginar, Adela fue abusada sexualmente por un compañero de la universidad y acosada por un grupo de compañeros. Esto no lo podía creer, mientras leía lloraba a mares.

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En su diario describió cada centímetro de sufrimiento que sintió su piel.
Esta gente se encargo de quebrantar su alma, esa que nunca supo de inseguridades, temores ni odios.
Oh mi pobre Adela!.