Otro aburrido viernes en la universidad, hasta que llega la clase favorita de Diana, donde el profesor Ferbuson la hipnotiza con su inteligencia y además buen cuerpo.

¿Serán esos ojos color verde que se esconden detrás de esas gafas? ¿Será su sensual barba perfectamente cortada?

De seguro que ni él se imagina las cosas que pasan por la mente de Diana mientras muerde su lápiz y lo mira coquetamente cuando él está dando su clase.
Diana estaba más que creativa ese día, así que decide esperar a que termine la clase y que todos los alumnos salgan y comienza a desabotonar su blusa lo suficiente para que sin ningún esfuerzo se vieran sus voluminosos pechos, y sus pezones rosados.
El profesor Ferbuson nota esa jugada perversa e intenta salir del salón a toda costa, pero Diana no lo iba a permitir, así que decide subirse al escritorio, quitarse las bragas y abrir sus piernas mientras dice con una voz sensual:

-No se resista, ya a esta hora no hay nadie en esta parte del campus. Además, mire como estoy chorreando de ganas por usted.

Diana se inclina un poco y comienza a frotar su zona sur con una mano, y con la otra presiona uno de sus pechos.

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El profesor voltea con temor, pero la carne le estaba haciendo una invitación que no podía rechazar. Al ver semejante espectáculo de desnudez su gran virilidad se hizo presente de inmediato, pareciendo que iba a romper su pantalón.
Diana muy excitada de ver eso camina hacia él con una risa picara mientras se saca ambos pechos de su blusa y le ordena al profesor que los lama. La respiración de ambos iba en ascenso, los dedos del profesor comenzaron a jugar con la humedad y la carne blanda de la entrepierna de Diana, mientras ella le suplicaba al oído que no parara. Y así fue, Diana se estaba disfrutando lo que el profesor le estaba haciendo debajo de su falda y se notaba en cómo su cuerpo se contorsionaba de gusto, pero antes de que ella llegara al climax el profesor no se puede contener más ante tanta excitación y le da media vuelta, la recuesta en su escritorio, le abre las piernas y se introduce en ella con toda la lujuria que lo invadía. El sonido de sus cuerpos era una perfecta sinfonía de pasión y pecado que iba en “crescendo” y donde los coros de gemidos le hacían melodía.
Aquel hombre está a punto de llegar a la cumbre del éxtasis, cuando Diana lo nota y decide quitarse para así arrodillarse frente a él y deja que aquella descarga de emoción llene su boca.
Diana rápidamente se arregla para salir de aquella aula 18 como si nada, pero antes de irse le dice al profesor:

-La cita es para la próxima semana aquí mismo.

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