El caracol y la araña que teje la barca.

Venía un caracol con zapatos de charol, llevaba hojarasca en su caparazón, iría de visita a la casa de la araña, la que vive lejos, atravesando el Everest y un pedazo de cosmos naranja. Son kilómetros de camino, llueve, sale el sol, apareciendo un arcoíris tricolor, amarillo, violeta y azul, porque los otros colores se fueron a merendar nueces con ají de maní.

El gasterópodo se siente cansado, a recorrido cielos y lagos, a veces descansa en las rocas del charco, mientras canta lalalala en compañía de las olas del mar. Lleva a su lado una lámpara blanca, que en las noches prende para espantar a los mosquitos que lo quieran picar; y es que una vez le apareció una reacción, manchas de colores por todo el caparazón, cuando fue al médico le diagnóstico: picadura de mosquito blanco con sabor a limón.

Tenía ojos oliváceos, una trompa grande con dientes afilados, y cuando abría su hocico un aliento a jengibre asado se esparcía por todo el vecindario. Algunos cangrejos miedo le tenían, cuando lo veían sus pinzas sacudían, se ocultaban entre los troncos abatidos en el suelo, y gritaban perturbados: “Ahí viene el caracol con hocico de león”, hasta el mar negro se escuchaba el horror.

Él se sonrojaba y de inmediato paraba, empezaba a cantar el himno nacional, entre "oh glorias inmarcesibles y júbilos inmortales", repartía pedazos de pan integral; los animales asustadizos, disfrutaban los panecillos, mientras coreaban las canciones con gritos excesivos.

Junto al árbol de aguacate el arácnido esperaba, con café humeante y naranjas horneadas, tenía una frazada de algodón espigado, para que el caracol se limpiara el cuerpo mojado. Hablaban del viaje, del arcoíris y del maíz, a veces pintaban amarillo el amanecer gris, contaban historias de monstruos increíbles, y del delfín Ramiro que se casó el lunes festivo.

La araña lo invitaba siempre a su morada, para que le ayudará a construir barcazas, de aquellas que usarían los muertos, para pasar al otro lado en su momento. La baba del caracol era el mejor pegamento, junto con el hilo de la araña hacían un perfecto complemento, así ninguna balsa naufragara, y las almas en paz descansaran.

¿Porqué Waldo no está en esta historia?
Porque a él no le gustan las ocho patas ni las babas de los constructores de balsas.
Se fue a dormir, a soñar con galletas de maní, zzzzzzz, zzzzzzzz,zzzzzzz
No hagan ruido, podrían despertar al malhumorado de Waldo.

La araña y el caracol ensayando una barcaza.

La llegada del caracol donde su amiga la araña.

La araña paseando sola.

Cangrejo disfrutando del panecillo y emocionado cantando.

Créditos fotografías, Dibujos y texto: Margarita Palomino