Corría el año de 1634 en la ciudad de Loudun, Francia. Al convento de las Monjas Ursulinas de la localidad se le asignó un nuevo párroco llamado Urbain Grandier, quién era un hombre bastante joven, alto, fornido, de contextura bastante atlética, elegante, muy inteligente, con una capacidad oratoria increible, que como era predecible, al llegar a la ciudad se volvió bastante popular entre las feminas de la comunidad, quienes competían por llamar su atención. Este padre supo aprovechar muy bien sus atributos, para olvidar su voto de castidad, y cumplir sus deseos carnales con las doncellas de la ciudad. De sus amantes más conocidas se pueden mencionar Madeleine de Brou y la hija del fiscal local, Felipa Trincant. A esta última la dejó embarazada, y a pesar de que su padre consiguió arreglarle un matrimonio por conveniencia, juró vengarse de Grandier. En toda la ciudad se regó el rumor del inmoral comportamiento del párroco, lo que le sumó muchísimos enemigos. Quienes se unieron para acusarle ante la justicia episcopal por su conducta pecaminosa. El mismo fue arrestado, pero gracias a unas influyentes amistades, logró ser absuelto y volver triunfante a Loudun.

En el conventó vivían 17 monjitas más la Madre Superiora Jeanne de Belciel, quién al sentirse fuertemente atraida hacia Grandier, le solicitó que se convirtiese en el confesor del convento, pero este rechazó la propuesta, terminando por obtener el cargo el canónigo Mignon, uno de los mayores rivales de Grandier. Casualmente, tras la llegada de este personaje comenzaron a presentarse extraños sucesos, algunas monjas alegaban observar extrañas apariciones sobrenaturales y otras comezaron a ejecutar comportamientos bastantes raros y poco usuales, que decidieron contar nada más y nada menos que a Mignon, que aprovechandose de tal evento trajo sacerdotes especialistas en exorcismos de otras localidades cercanas.

La Madre Superiora alegó que mientras dormia tenía pesadillas en donde el padre Grandier la poseia sexualmente, argumento que se fue propagando hacia las otras monjas. Gracias a estos eventos, se certifico la posesión demoniaca en las monjas ursulinas, dando inicio a varias rondas de exorcismos, donde estas mostraban un comportamiento poco usual, convulsionaban, chillaban, rechinaban los dientes, se insinuaban sexualmente a los curas, hablaban en distintos idiomas, asegurando ser los demonios Zabulón, Isacaaron, Leviatán, Balaam, Behemoth. Mas adelante, la Madre superiora confesó que la posesión demoniaca había comenzado luego de que el Padre Grandier le regalara un ramo de rosas que venía acompañado de una carta donde estaba escrito su pacto con el demonio.