[La hechicera y su mágica flor] [Relato]

Hace mucho tiempo a las afuera de un lejano reino, en un imponente castillo de paredes amuralladas y grandes torres, vivía una poderosa hechicera, era una criatura hermosa, muy joven, poseía una larga cabellera del color de la noche que iban a juego con sus grandes y expresivos ojos, igual de obscuros. Muchas eran las que envidiaban su belleza, sin conocer el obscuro secreto que ocultaba tras ella.

Nuestra hechicera no siempre tuvo esos maravillosos poderes, de hecho antes de convertirse en la dueña y señora del gran castillo en el que vivía y poseer ese gran poder, fue una simple doncella del pueblo. Siempre estuvo obsesionada con el dinero y el poder. Un día mientras caminaba por el bosque, se topo con una hermosa flor blanca que instantáneamente llamo su atención por el delicado halo de luz azulalada que la rodeaba, decidió arrancarla para llevarla a su casa, pero en el preciso momento en el que se acerco a ella, de la nada apareció una misteriosa mujer, cubierta por la misma extraña luz que rodeaba a la flor, esta le ofreció aquella preciosa flor y la promesa de sus milenarios poderes a cambio de una sola cosa. La enigmática mujer le pidió a la doncella un poco de su sangre, a lo que la ingenua muchacha aceptó. La hechicera muy apresuradamente le pinchó el dedo a la jovencita arrojando tres gotas de sangre sobre la flor, enseguida el halo de luz comenzó hacerse más y más grande apareciendo poco a poco alrededor de la doncella.

Fue así como nuestra doncella tomó el lugar de la hechicera, adquiriendo un milenario poder que le permitía hacer cosas increíbles que, ni en sus sueños más locos pensó poder hacer. Sin embargo, la hechicera no le explico la otra parte del trato, y es que esa flor estaba maldita, quién poseía la flor obtendría todos sus beneficios, sin embargo esta cobraba un precio muy alto por ese gran poder, se iba consumiendo la energía vital de la persona. De aquella joven radiante y soñadora solo quedaba el físico, puesto que dentro de su alma llevaba toda una procesión. Tenía belleza y juventud eternas, riquezas, un poder infinito, pero sin embargo seguía sola, no tenía con quien compartir nada de eso, en el pueblo todos le temían incluso su familia y lo que mas le dolía, su gran amor.

Durante años busco la manera de safarse de la maldición, sin éxito alguno. Merodeando en la biblioteca del castillo encontró un antiguo libro que estaba escrito en algún extraño idioma muerto, que ella no lograba comprender, pero le llamo la atención al observar un dibujo muy parecido a aquella hermosa flor que le había traído tanta desgracia a su vida. Pasando las páginas del libro, buscando algo que pudiera entender, fue notando que poco a poco todos esos extraños símbolos que estaban en el papel cobraban sentido. En el libro hablaba sobre la flor, decía que la única forma para deshacerse de aquella maldición era cederla a otra persona tal y como lo hizo la antigua hechicera con ella; pero también hablaba de una segunda opción, que era sacrificar aquello que su corazón más amaba, con lo cual la flor también moriría, puesto que si hay algo poderoso y que llena de energía a una persona, es el amor, al acabar con esto la flor no tendría de que alimentarse lo que terminaría marchitandola, finalmente acabando con la maldición para siempre.

Pasaron días y noches, que para la hechicera se sintieron eternas, había tomado una decisión, acabar con la dichosa flor de una vez por todas. Una noche se escabulló por las calles del pueblo y llego a la casa de su amor, un joven campesino que había sido su novio en un pasado lejano. El chico dormía plácidamente, ella lo contemplaba, había cambiado muchísimo desde la última vez que lo había visto, estaba mas grande, mas fornido, mas guapo que nunca. De una de sus botas saco una filosa daga y sin pensarlo mucho, antes de que pudiese arrepentirse de lo que estaba a punto de hacer, apuñalo a su amado por un costado, coloco la flor a su lado y salió corriendo.

Pasaron los días y la hechicera seguía totalmente destruida en el interior de su palacio, el ritual había funcionado, ya no poseía la maldición, era libre, pero su corazón había perdido algo mucho mas grande. Mientras se encontraba allí tirada en suelo llorando sin consuelo, sintió unos fuertes brazos que la abrazaron, al alzar la mirada se encontró con unos hermosos ojos que ella conocía bastante bien, era él, no había muerto, la poderosa ráfaga de energía acumulada que expulso la flor al morir lo había salvado. Él solo la miró y le dijo volviste a ser la de antes, confiándole un gran beso que reparó toda fisura que pudiera haber en el corazón de la doncella.