El Verano que perdimos (V parte). Son las doce menos un cuarto en la estación.

15/08/2013

Lisboa, Portugal.

El sol se asoma entre tantas edificaciones de hermosa arquitectura, dando pie al nuevo día que se llena de melancolía. El tiempo ha corrido de manera veloz y esta aventura puede llegar a su fin.

La ciudad despierta poco a poco y la pereza se hace presente en mis sábanas. Miro la ventana y sé que debo levantarme, pero los vestigios del sueño siguen. La sensación de tus brazos a mí alrededor continua, casi dejándome sentir tu calor, como si estuvieras aquí.

Vamos a darle un último adiós a esta ciudad junto al río. Porque quiero más esta vez.

Si, ya has oído. Quiero que la firma quede grabada en hierro, así como tus marcas en mi piel. El tiempo está corriendo, todo está en su lugar y nosotros nos suspendemos en un momento único.

Recuerda el aquí y el ahora, toma una fotografía de este momento. Sonríe, que yo también sonrío, acércate para poder besar tu mejilla, yo también tomaré una foto de este instante. El aire se calienta y la alarma suena, me dice que debo de salir, antes de que parta el tren.

Nada va a cambiar después de esta aventura, ¿no?

Abandonaremos esta ciudad y todo seguirá igual, perfectamente como hasta ahora. Anda, sonríeme y dame un beso, que yo te lo devuelvo junto a un abrazo.

La estación del tren tiene un aire especial en el que cualquier historia puede ser escrita. Dos extraños se conocen, una pareja vuelve a verse después de un tiempo, mientras hay otra que se tiene que separar, también están los que van a huir juntos, como verdaderos amantes enamorados, y están los que llegan en búsqueda del lugar donde ser esos amantes. Si, puedo imaginar todas esas historias ocurriendo en alguna parte del mundo. ¿Qué piensas tú de esta estación? ¿Qué es lo que está marcando para nosotros? ¿Es acaso el comienzo de una nueva aventura?

Me montaré en el tren, conseguiré el puesto que tengo marcado y miraré a la ventana mientras detrás la capital desaparece, mientras las discos, los bares, el fado y la postal firmada quedan atrás.

Dejaré una lágrima correr porque esta aventura fue una de las mejores, porque te conocí más, porque me conociste un poco más también. Esta sensación hoy es nueva, me hace sonreír sin razón y sentirme ligera con facilidad. La ciudad se difumina entre campos y árboles y yo cerraré los ojos por un momento, mientras me imagino contigo a mi lado, en un tren con dirección a cualquier lugar donde conocer nuevas cosas.

Las noches cálidas de verano dan pie a los más imponentes sueños.

Alaska.