Historia desafortunada

in #spanish5 years ago (edited)

Historia desafortunada



Silencio. El silencio es abrumador. Estoy desesperada, no sé qué hacer.
¿Cómo puedo hacer para seguir viviendo? No tengo forma de escapar de esto, y no culpo a nadie, siempre supe terminaríamos así.

Abrazo el pequeño cuerpo que tengo a mi lado y siento levemente su calor. Si, levemente, el frío también nos está destruyendo poco a poco. La oscuridad nos envuelve, el frío nos abraza y en nuestro pecho solo hay opresión. Sé que en el de la pequeña criatura que tengo conmigo también es así. La escucho siempre llorar en sueños, la escucho quejarse cuando el alba se alza sobre nosotras.

Estoy quedándome dormida entre mis cavilaciones cuando un crujido me sobresalta. Sin duda alguien se acerca. Me enderezo con movimientos lentos, tratando de no despertar a la pequeña; camino en la oscuridad, mis pies descalzos tocan el frió pavimento, acercándome poco a poco al aro de luz de luna que me indica que estoy cerca de la entrada de mi refugio. Escucho nuevamente los crujidos, pisadas fuertes, luego otras, no hay solo una persona. ¡Deben ser ellos!

Mi corazón late de prisa, y aunque me duela debemos partir, corro lo más rápido posible en mi intento de mantener el silencio. La veo, mi pequeña entre nuestras sábanas viejas, su pelo castaño descansa sobre su peluche, lo único que he podido darle. Tomo la mochila que hace de maleta y meto lo poco que tenemos en su interior, la ropa de mi pequeña, los cepillos de dientes, lo que nos queda de dentrífico, y empiezo a recoger las sábanas para guardarlas. Con cuidado la cargo, la llevo en un brazo mientras con el otro meto lo que queda de sábanas en el morral.

Siento su respiración relajada sobre mi pecho. Espero que no se despierte hasta que estemos a salvo, me encamino hacia la otra entrada de nuestro refugio, me asomo por encima del muro y los veo, investigando en la otra entrada, aprovecho su distancia y corro, el aire frío me golpea en el rostro pero no me detengo, llego a una plaza y me sumerjo dentro de los árboles, tratando de calmar mi respiración para poder continuar.

Vislumbro el puente, el lugar que nos dio refugio durante estos dos últimos meses. Aunque parezca absurdo es el mejor lugar en el que hemos estado, pero tenían que llegar ellos a destruir todo. Escucho como se llaman los unos a los otros, escucho como dicen mi actual ubicación y escucho como sus pasos empiezan a golpear el piso. Así que sin darle más tiempo a mis pulmones de reponerse, empiezo mi marcha nuevamente, abrazo fuertemente a mi pequeña y corro lo más que puedo.

Trato de seguir hacia las calles principales, alejándome de los callejones, sé que sería fácil acorralarme ahí, ya lo han hecho antes. Siento sus pasos detrás de mí, escucho sus risas, para ellos esto es un juego. Me gritan obscenidades, atrocidades, frases donde insinúan las cosas horribles que nos harían a mí y a mi pequeña.

Todo en la ciudad está cerrado, pero sigo corriendo, debe haber un lugar donde pedir ayuda antes de que ya no pueda más. Siento mi corazón latiendo desenfrenado, pero corro y corro, casi sin ver por dónde voy. Mi niña se remueve y su llanto no se hace esperar, pero no puedo detenerme a consolarla, así que solo le doy frases de cariño para que sepa que está con su mamá. Aunque mi voz está entrecortada por falta de aliento.

Veo por fin una puerta abierta, la luz de la casa ilumina la calle, pero cuando me dirijo hacia allá uno de los monstruos se cruza frente a mí. En su cara se dibuja una sonrisa de sádico, apesta a alcohol y sé que si lo permito ésta vez me matarán. Presiono con mucha más fuerza a mi pequeña a mi pecho, y lo miro, su mirada brilla, da pasos hacia mí y yo retrocedo en cuanto él avanza, debo aprovechar que solo es uno, que los otros dos aún no han llegado.

La bestia se abalanza sobre mí e instintivamente me giro, siento como agarra mi mochila mientras trato de correr, me hala por el bolso pero sé que esa es mi oportunidad. Halo con fuerza mientras él hace lo mismo, mis pasos no avanzan, aprovecho mi ventaja y saco mi brazo de la mochila, el hombre cae al duro piso y corro. Pongo toda mi energía en correr hacia la puerta iluminada.

Atravieso la luz, y no quiero ni siquiera mirar atrás, en el interior la música navideña suena, el llanto de mi niña de seguro llama la atención de todos alrededor, que se giran y me observan. Abusando de un lugar que no es mío, cierro la puerta que da a la calle y me apoyo en ella.

Muchos extraños se acercan a mí, mujeres y hombres de diversas edades, son diez en total. Me piden me calmen y me llevan a un sofá, me ofrecen agua y trato de calmar a mi compañera amamantándola e inmediatamente deja de llorar. Huele a comida, mi estómago cruje, la mujer que está a mi lado lo escucha, sonríe y se marcha para luego regresar y entregarme un plato de guiso navideño con pan. Lo como, y lloro, lloro porque hacía mucho que no comía algo tan delicioso, lloro por la vida que tenía y me arrebataron, lloro por las penurias que he pasado y toda la maldad que me han hecho.

Recibo consuelo de extraños, personas a quienes estoy segura les he dañado su celebración. Pero no puedo hacer nada, solo trato de sobrevivir en un mundo que ha sido cruel conmigo. Un lugar donde no he podido surgir, ni crecer y cuando pensé que lo lograba las bestias que aún me siguen dañaron todo.

Necesito expresarme, así que les cuento todo. Desde que mi madre me abandonó en un contenedor de basura, hasta que estuve toda mi infancia en refugios para niños sin hogar, también como vi que mis compañeros de hogar eran adoptados pero yo, quedaba siempre desde un rincón viendo como uno a uno se iban. Luego del hecho de cumplir mayoría de edad y tuve que abandonar el refugio.

Pero tenía un trabajo, era camarera en un restaurante en la costa así que con ello costeaba mi comida y el lugar donde vivía, era pequeño pero era mi hogar. Hasta que las bestias destruyeron mi vida. La primera vez que los vi, trabajaba, era su mesera. Desde que llegaron fueron irrespetuosos, tanto que el gerente los echó del lugar sin dudar.

Como siempre salí muy pasada la noche de mi lugar de trabajo, pero a diferencia de todos los días las bestias me esperaban en un callejón. Al pasar a su lado me gritaron cosas sucias, y lo demás fue una pesadilla. Me halaron del pelo y me tumbaron en el piso, entre los tres se turnaron para hacerme cosas horribles, me golpearon, me violaron, me humillaron. Y cuando casi al amanecer se cansaron se marcharon, dejándome en el piso llorando y sangrando.

Un transeúnte me vio en la mañana. Me llevó a un hospital, puse mi denuncia, incluso reconocí ante las autoridades a los monstruos, pero eran familia de políticos con dinero. Y todo fue como si nada. Mi denuncia se olvidó, mi sufrimiento se escondió para la sociedad, pero yo, seguía sufriendo. Me perseguían a donde iba, me hacían una y otra vez las mismas atrocidades que les provocase. Me cambie de trabajo, me cambie de casa pero siempre me localizaban.

Una mañana noté que algo estaba mal en mí, me sentía mal, nauseas, vómitos: estaba embarazada.

Sentí ira, rabia y lloré mucho más. Pero eso no los detuvo, aún embarazada me seguían para hacerme malas cosas. Me despidieron de mi empleo, me dijeron que no podían tener una chica embarazada atendiendo en las mesas. En ningún lugar me contrataban, poco a poco dejé de tener dinero, vendí las cosas que tenía para poder comer, pero pronto me quedé sin nada, incluso sin un lugar para vivir.

Así que tuve que buscar escondites en la calle. Escondites para el frió y la lluvia, pero sobre todo para las bestias que me seguían a donde iba.

Cuando mi bebé nació, pensé en darlo en adopción, pero cuando la ví quise tenerla conmigo, darle mi cariño. Ha pasado un año desde que nació, durante los primeros meses pude estar en un refugio de monjas, nos cuidaban, nos alimentaban y yo a cambio limpiaba en el lugar y ayudaba en la cocina. Pero pronto me localizaron nuevamente, y ahora su diversión era doble. Así que huí, me alejé de un lugar de paz para refugiarme en las calles. Me había logrado desaparecer de ellos hasta esa noche, donde me habían encontrado una vez más.

A mi alrededor todos me ven con intriga, otros con pena y otros con melancolía. Pero sé que nadie puede hacer nada, ni yo puedo hacer nada. Todos proponen ideas, pero ya he intentado la mayoría, primero mudarme, cambiar trabajo, luego buscar refugios, huir, cambiar mi aspecto, denunciar en la policía... menos una. Irme de la ciudad.

Y sí, me plantee muchas veces esa opción, muchas veces quise hacerlo pero al principio no tenía suficiente dinero, luego no tenía nada de dinero, y ahora era una indigente. Los extraños me invitan a pasar la noche en el lugar, me dan un lugar mientras ellos siguen con la celebración. Una señora muy amable me ofrece un lugar para que duerma mi pequeña, la pongo en una cama, le creo un borde con las almohadas y la dejo dormir con su peluche.

No gaste dinero para comprar ese peluche, pero ha sido lo único que he podido darle. Estaba guindado en el borde del puente donde dormíamos, y un día mientras ella descansaba en la sombra del puente, subí, me asomé por el borde y halé del cordón de donde guindaba, y ahí estaba, el regalo para mi hija, el único que le he dado.

Cuando vuelvo con los extraños, alguien más me ofrece ropa, la dueña de la casa, me da una panela de jabón y me invita a que me duche. Creo que es una de las mejores sensaciones del mundo, me anima a que haga lo mismo con la niña cuando se despierte. Mi cabello está limpio, después de mucho tiempo luzco decente, la ropa solo me va un poco ancha, y luego de muchos meses, huelo bien. A lavanda precisamente.

Sin duda, aún existen personas de buen corazón.

Comparto hasta el amanecer con todas las personas, a pesar de todo ha sido una buena noche. Algunos ya se han ido, otros duermen en los muebles, otros hablan y siguen contando sus anécdotas. Cuando una mujer como de mi edad se acerca a mí, me ofrece una solución, dice que el de la idea ha sido su marido, un hombre que se mantiene conversando con el grupo. Me dice que no son del país, que viven a cinco horas en avión, solo han venido a visitar a su hermana. Así que como ayuda, quieren comprarme el pasaje de avión a mí ya que la pequeña aún no paga, me ofrecen alojo en su hogar durante un tiempo hasta que consiga trabajo y pueda irme por mi cuenta, pero será en un lugar nuevo, muy lejos, un nuevo inicio.

Y lloro una vez más. Porque después de tanto tiempo hay una oportunidad para vivir.

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Muchas veces se ocultan las atrocidades de seres crueles y malvados por su posición política, económica, social. Personas que destruyen y dañan a otras. No siempre con actos tan atroces como el de la historia, pero si acciones que hacen mucho daño a otros. Incluso nosotros mismos nos limitamos a hablar de como realmente nos sentimos ante el trato de otras personas por el mismo hecho de posición. Como en el trabajo, jefes que hablan mal a sus empleados y por miedo a ser despedidos simplemente nadie dice nada.

Busquemos nuestra voz siempre, defendamos nuestros derechos. Busquemos nuestra propia felicidad.



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Divisor y Banner editados por autor, en programa Photoshop Cs5.

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Muy crudo pero real tu relato, pero me gusto que al final hay un rayo de esperanza y es la solidaridad entre las personas. Muy bien narrado, felicitaciones

Digno de ser galardonado como publicación literaria.

Siempre "hay una oportunidad para vivir".

Me llegó al alma, mis respetos y felicitaciones.

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