El recorrido de Arlene

in #spanish5 years ago

El recorrido de Arlene


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Arlene era tímida, nunca había salido sola de su pequeño hogar. Sus padres, la amaban con locura. Solo tenia cinco años, y para ella el mundo era perfecto. La pequeña casita en la que vivía era su palacio, era la princesa de un mágico hogar.

No, ella no conocía la maldad del mundo, aunque a su alrededor, en aquel pobre barrio donde vivía, las calles estaban repletas de maldad. Pero sus padres la habían querido proteger desde que nació. Para ella el mundo era perfecto.

Cada mañana cuando iba a la escuela de la mano de su madre, se imaginaba que el viejo camino de tierra por donde transitaban era un bosque encantado. Sus ojos captaban maravillosas flores, mariposas e incluso haditas, que le sonreían cuando ella pasaba. El pozo de aguas servidas era en su mente un lindo estanque con majestuosos peces. Amaba el recorrido a su escuela, y se lo decía a su querida mamá todos los días.

Todos los que la conocían amaban su sonrisa, real y para todo el mundo. Su maestra alababa cada día su formación y premiaba los bellos dibujos que hacía contando la historia de sus recorridos matutinos.

Un día la maestra notó que algo cambiaba en el recorrido de Arlene a la escuela. Ya no se veía el pozo mágico, ni las pequeñas haditas, ahora dibujaba grandes sabanas con cinco perritos. La maestra intrigada se acercó a hablarle y le preguntó sobre el cambio de sus dibujos. Ella sonriente le dijo que era algo muy bueno, su madre por fin había conseguido un trabajo, y ahora ella acudía a la escuela con unos vecinos que eran dos años mayores.

La maestra se alegró por la buena fortuna de la representante de la niña, pues sabía la precaria situación en la que vivían, así que le pidió a la pequeña le dijera como era su nuevo recorrido. Sin dudarlo Arlene se sumergió en la gran historia. Su madre, que ahora vestía muy elegante, la llevaba a casa de sus amigos antes de ella retirarse al trabajo, salía muy temprano así que cuando llegaba a la casa de la vecina aún sus amigos no estaban listos, sus amigos eran Carlos y Andrés, cuando los niños se alistaban, salían los tres juntos tomados de la mano. Los chicos le explicaron el primer día que no pasaban por el bosque encantado de Arlene porque era muy solo, y su mamá les había insistido siempre que caminaran por la bonita pradera donde habían más adultos.

La dulce educadora, con más curiosidad le preguntó que si esos adultos eran los perros que ella había dibujado, y con una sonrisa radiante respondió que sí, que los dibujó como perros porque a ella le aterran, como esos señores. Con suspicacia la maestra le insiste que le cuente porqué les teme, y ella solo se encoje de hombros diciendo que siempre miraban muy extraño.

Con el paso de los días la maestra siguió vigilando los dibujos de la chiquilla. Casi no habían cambios, siempre eran los mismos, solo que los perros se acercaban más y más a los pequeños niños que se encontraban en el centro del paisaje. Un día, la cara de la Arlene era de tristeza, lo que era poco habitual. Con preocupación la dulce maestra quiso saber que le sucedía.

Arlene le había expresado a su madre que no quería ir sola más al colegio, que sus amigos también eran pequeños y ella no quería recorrer ese camino sintiéndose sola, pero su mamá solo la regañó, le dijo que debía comportarse como una niña grande, y acudir a la escuela como siempre, su trabajo no le permitía llevarla. Cuando la mujer quiso saber porque le había pedido eso a su madre, la niña solo respondió que los hombres eran muy groseros y eso le daba mucho pavor.

La educadora siguiendo su instinto acudió al director, pidió ayuda para la joven, que le permitieran la dirección del hogar de la chiquilla para ella misma acudir y hablar con sus padres; pero la respuesta fue una negativa, la dirección del plantel no se inmiscuía en asuntos directos de los representantes, muchos niños acudían solos a los colegios y eso no iba a cambiar solo porque una niña fuese mimada.

Con decepción la maestra vio pasar los días, y miraba siempre a la jovencita, cada día menos sonriente, cada día más callada. Hasta que un día, Arlene no llegó al colegio.

La maestra pensó que de seguro estaba enferma, pero al día siguiente unos agentes policiales y los representantes de Arlene tocaron la puerta del salón. La niña había salido la mañana anterior al colegio y nunca había regresado a casa. Pero, no era solo ella, los otros dos niños tampoco habían aparecido en sus salones de clases.

Durante dos días se estableció una búsqueda por todas las regiones, la maestra les habló a los policías sobre sus sospechas con las historias que le había contado la pequeña.

El tercer día luego de las desapariciones de los niños, un agente policial hacia preguntas en el recorrido que habitualmente recorrían los niños cuando al final de la que ahora era una calle solitaria, algo llamó su atención, un bolso de color rosa flotaba sobre un pozo de aguas servidas. Con ayuda de los sabuesos, la pista y el olor de los niños los dirigió hacia el fondo de una alcantarilla, donde encontraron en una gran maleta de cuero, el cuerpo de los tres chiquillos, mutilados, y destrozados.

El dolor invadió a las familias, a la maestra y al plantel, donde ahora yacían tres pupitres vacíos, por no escuchar los miedos y angustias de un angelical ser.


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