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El borde negro de tus ojos.

Por los ríos de almendras
que huelen a virtudes;
por los dientes de leche
de criaturas atravesando vicisitudes.

Por la viveza de tus ojos
y esa sombra oscura que los rodea.
Por este té que me tomo,
hirviente.

Por el calor que siento al pensar que te toco,
por mi lengua saboreando tu saber;
por mis dedos introducidos en tu anochecer:
Oscuro, perenne al arder.

Por todo y por más;
por nada y por llevar-
te la contraría incluso navegando en el oleaje de tu mirar.

Porque sí y porque no me importa
si tu pasado, doloroso ha sido.
Yo brindo hoy por ti
y por las victorias que se merece un hombre vencido.

Brindo por tu tostada piel,
por tus incontables misterios
que habré de conocer.
Brindo por los presagios siniestros
de esta vida angustiosa llena de placer.

Brindo por la puerta nueva
que aparece en la figura grande
que tú representas.

Ojalá no seas mentira,
joder;
que ya he visto, como las ilusiones
se quiebran de mentiras reconocer.

Resulta interesante;
ya me he tomado el vino
y no he brindado
por todas las veces en que mi alma se vino;
cuando aquel día
me hablabas de tu proceder.

Recuéstate,
arrancaré ese borde oscuro de tus ojos.

Desvístete,
me arroparé con el negro delinear de tus brazos toscos.

Mv.Mr.

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